2022-12-18


Mis doce años de jiennense impostado me han servido para saber que, tanto los Puentes como los puentes, son elementos fundamentales de la idiosincrasia santoreinal. Entre los primeros, los Puentes, tenemos el Puente Nuevo, el Puente Tablas, el Puente la Sierra y el Puente Jontoya; aún no he logrado aprenderme como se llaman las culebrillas de agua que corren bajo sus vanos; me atrevo a decir que no se trata de ríos navegables. Los segundos, los puentes, dependen de cómo se plantee el calendario laboral cada año.

El jiennense de pro, especialmente aquel o aquella que trabaje en el sector público -¡Ay el sueño húmedo del funcionariado!- antes de que finalice el año, ya habrá marcado en su calendario todos los días de fiesta, y se habrá cerciorado de si estos permiten construirse puentes o no: El Día de Andalucía, el Primero de Mayo, el de Todos los Santos, el de La Constitución y el de la Inmaculada. Y alguno más que, de seguro, a mí se me pasa, pero al susodicho natural de Jaén, nunca jamás.

Nuestro hombre, o nuestra mujer, hará el cálculo oportuno de los días de libranza de que dispone, jugará al birlibirloque con las horas de asuntos particulares, en fin, moverá cielo y tierra, por lo civil o por lo criminal, para disfrutar todos y cada uno de estos artificios arquitectónicos. Es más, sin en una oficina de un servicio público trabajan cuatro personas, harán todo lo posible para no preguntarse en voz alta, los días anteriores, si se van a “coger el puente”, porque eso supondría abrir la puerta a establecer algún tipo de turno en base a las necesidades del servicio, y, por ende, de los ciudadanos que se benefician del servicio público que dispensan. No, no se hablará. Cuando llegue el día, los cuatro se irán de puente despidiéndose “hasta el lunes”, “hasta el miércoles”, “hasta el jueves” o hasta el infinito y más allá. El jefe no dirá nada, también se va de puente. Si alguien permanece en la oficina y usted, vulgar administrado, pretende que le atienda, le tratara como una rareza, le dirá que “ya sabe, el puente”, y hará una de estas tres cosas: Remitirle a un teléfono (que nadie contestará), a una dirección de correo electrónico (le contestarán cuando termine el puente) o a un sistema de cita previa (la primera será, ya sabe, cuando pase el puente). Por supuesto, si dos puentes se encadenan casualmente en una semana, todo el mundo asumirá que la actividad laboral queda gozosamente en suspenso el tiempo necesario. Si usted tiene que resolver algo urgentemente ese gozo le sentará como una patada en sus partes. Españita de ajo y agua.

Epílogo: Para más inri, el sueño del jiennense devorador de puentes, no será pasar una semana en París visitando museos. Aunque usted no se lo crea, la utopía del indígena será disponer de una casa en uno de los Puentes, segunda residencia, a la que poder escaparse en estas fechas, untado de la misma salsa familiar que disfruta el resto del año, pero a cinco kilómetros de distancia. Bueno, no seamos injustos, en algunos casos no se trata de una casa en los Puentes, también puede ser un apartamento en Torre del Mar o en Salobreña, que, como todo el mundo sabe, no tienen nada que envidiarle a las playas de Cádiz, que tienen arena y son una cochinada.


 

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