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Buscando información sobre la sequía pertinaz que nos acucia, he estado investigando en los registros que existen en algunos de los archivos de este país sobre dicho marchitamiento, vislumbrando… |
2023-05-07
Buscando información sobre la sequía pertinaz que nos acucia, he estado investigando en los registros que existen en algunos de los archivos de este país sobre dicho marchitamiento, vislumbrando que el desastre tremendo de la aridez de este siglo XXI no es algo único en este tiempo, sino que la Naturaleza se encarga de establecer y disponer con sus razones cuando el estiaje trae la muerte y el abandono de la tierra.
Ya a mediados del siglo XIII aparecen las primeras constancias escritas, cuando Jaime I de Aragón, rey, conde y señor de muchos feudos, regentaba algunas tierras en las que España estaba dividida, y una pertinaz sequía asoló posesiones de cultivos y ganado, por lo cual hizo concesiones del uso del agua de los arroyos y acequias que atravesaban aquellos feudos a los señores de rango o eclesiásticos que solicitaban las bondades de la humedad.
Pero esta sinergia, se ha estado sucediendo cíclicamente, afectando de forma desigual a la península ibérica, abarcando desde el mediterráneo de la costa catalana, englobando el sur y extendiéndose hasta Extremadura sistemáticamente, aunque la aridez hoy en día va sorprendiendo comarcas que con anterioridad no la habían padecido a lo largo de su historia, a pesar de que la industria contaminante y contaminadora no existía.
Y es que la esterilidad de los campos es transformable por la mano del hombre, siendo la prueba fehaciente de ello el “mar de plástico”, entre otros “cambios”, que han levantado en Almería para generar economía con cultivos que necesitan el agua que superficialmente no corre por los ríos y acequias, y sí fluye de manera subterránea y silenciosa.
La mano del hombre es poderosa cuando quiere serlo, tanto en hacer bondades como en hacer maldades, en manipular, conducir, operar, transformar, manejar aquello que se proponga, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Lo que sea menester hasta hacer lo imposible para que el capitalismo no pierda su alegría. Porque ya lo decía un antiguo cantar popular:
“Cuando un pobre se emborracha con un rico en compañía, lo del pobre es borrachera, lo del rico es alegría”, y esa es la concordancia que cíclicamente volvemos a vivir siglo tras siglo, pudiéndose “bautizar solamente el que tiene padrino”. Por esta situación tan gravosa nos encontramos multitud de tragedias como la de los agricultores viendo su trigo amarillear en este mes en que tradicionalmente debería estar “jarreando del cielo”, y sufren en extremo cuando agarran con sus manos un puñado de tierra seca y observan el grano vano de la espiga.
Pero el césped en todas sus variantes de los campos de golf, esos sí que verdean. Lucen y brillan bien regados para que los jugadores de dicho entretenimiento de élite jueguen y se entretengan confortablemente, rodeados por los parajes sombreados, bonitas zonas ajardinadas, suelos vegetales mullidos por los que pasear con los “palos”, los buggys o carritos, para que tengan un buen agarre y estabilidad y así lograr un swing poderoso. Lo mismo hay que hacer la siguiente sementera de trigo en los campos de golf y señalar este hecho como una de las bondades del ser humano.
Señores y señoras, eso es lo que prevalece, o eso parece… Los de abajo y los de arriba, porque tal cual está escrito por Georges Orwell en Rebelión en la granja: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.
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