Soberbia, arrogancia, prepotencia y obstinación (S.A.P.O.) son el pan de cada día en este “guirigay” en el que vivimos en este país, que de forma injusta utilizan los políticos con la práctica de la...

2023-04-23


Soberbia, arrogancia, prepotencia y obstinación (S.A.P.O.) son el pan de cada día en este “guirigay” en el que vivimos en este país, que de forma injusta utilizan los políticos con la práctica de la democracia. Ese sistema político que supuestamente defiende la soberanía del pueblo y el derecho a elegir a sus gobernantes, así sin más. A las iniciales anteriores, añadiré la B de Beligerancia, la I de idiotez, la E de estupidez, y la H de hartura, porque tanta hostilidad traída con idiotez y soberbia estupidez nos ha excedido la hartura que nos vilipendia postulándonos a meras marionetas.

Todos somos sabedores que los precios de los alimentos de primera necesidad están muy elevados, más bien a un nivel estratosférico, y que con la sequía que nos arrasa, situación extrema que no cesa de aparecer en los principales titulares de los informativos, el horizonte es alarmante. Edificar sobre otras ruinas considero que no es buena idea, aunque hasta ahora se hayan ido aprovechando los restos edificados, por mucha tradición que nos hayan legado los romanos. Y si no que se lo pregunten a los patos, a los linces, y a todos los animales que moran de forma continua o estacional y que dependen de los acuíferos de las marismas de Doñana para seguir con vida.

Está claro que el mercantilismo no se sacia nunca, por lo que la ética se siente desarmada ante tanto “pisaverde” utilizando el agua, un bien común de la humanidad como vía de captación de votos en tiempo de elecciones. Abrumador.

Tantas suspicacias políticas, artimañas absurdas y desfavorables venganzas entre quienes “cobran” por la obligación que han contraído de defender los derechos de todos (no solo los suyos), nos están amargando la bonita primavera que con su exceso de calor ya nos asusta con el reto de la astenia además de mantenernos perjudicados sempiternamente con sus tejemanejes de cenizos.

Pues a ver si se enteran los que nos gobiernan de que el agua es un bien común de todos los que habitan este planeta, que no se puede dilapidar, ni contaminar, ni darle otro uso vil semejante como excusa para gestionar sus bienes personales. La sequía es más que la conjugación de ocho letras. Estas dos palabras son una “mayúscula” que traerá muerte.

Y para colmo estos “aguafiestas” englobados en el adjetivo que designa a toda persona que estropea o interrumpe una diversión (ahora que estábamos sacando el cuello del pozo de la pandemia, se instala la guerra en nuestra ancha espalda, etcétera…) coge fuerza esta denominación en la actualidad, tanto que podría publicitarse pendido como un letrero de aquellos especímenes que viviendo en la élite delegan la vida a un mero accidente, obviando que la sequía no es algo nuevo ni en este país ni en este continente, y al mismo tiempo convirtiendo parajes en campos de cultivos que no son adecuados al terreno, y tiene que ser porque sí, porque ellos lo mandan, y además de regadío en zonas donde la calidad de la tierra es de poca aptitud. Ya los romanos tenían a “Hispania” como granero de su imperio sin tener instalados regadíos artificiales. Además, bien es sabido por la historia escrita que las sequías son cíclicas, pero cuando llueva, que lo hará, se nos habrá olvidado una vez más que “hemos pasado sed y que hemos sufrido cortes en el suministro de agua”. 

Hay que añadir que de los problemas que se nos acumulan cada día, próximamente habrá que descontar la solvencia de que aquellas duchas o grifos que gotean dejarán de hacerlo, pues, la sequía que nos acucia se encargará de hacerlo por los venideros cortes de agua que se están haciendo previsibles por la atroz falta hídrica.

La sequía, delata una imagen fea, carente de vida, ruinosa y desquiciante para vivir, y si a esto añadimos la imagen devastadora que dejan los incendios, ¿qué nos queda? En nuestras manos está gestionar nuestra vida, limitada y efímera, además de aprender que los incendios se apagan en invierno y las sequías se evitan, cimentando, invirtiendo, planificando y bien pensando en infraestructuras que construyan y que no destruyan ninguna naturaleza, pues sin ir más lejos, la nuestra, nuestro cuerpo dependiendo de nuestra edad, alberga entre un 50 y un 70 por ciento de agua, siendo el aparato respiratorio el más necesitado de ella. Pero, parece ser que nuestro interés está disperso en otras tareas, como por ejemplo…

¿Sabían que para refrigerar los servidores de datos de esas maravillosas aplicaciones que nos entretienen en las redes sociales, utilizan agua potable? Ahí lo dejo… Ya no son los cultivos, ni el entorno que nos rodea, además es la “nube” la que utiliza nuestros servidores la que se suma al carro de restar agua, pues en vez de llover hacia abajo “se sube” nuestro líquido vital para refrigerarse. En esta “chominola” de sociedad nunca llueve a gusto de todos.


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