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En esta difícil vida, solucionar los problemas son el objetivo que nos acucian. Sí o sí es nuestro guerreo constante, ya sea dibujando el plano de una nave espacial, escribiendo la letra de una canción, apretando el... |
2023-04-09
En esta difícil vida, solucionar los problemas son el objetivo que nos acucian. Sí o sí es nuestro guerreo constante, ya sea dibujando el plano de una nave espacial, escribiendo la letra de una canción, apretando el joystick del mando del videojuego, o cualquier otra canalización posible que nos ayude a conseguir los “1,21 jigovatios” de potencia necesarios para que funcione nuestro “condensador de fluzo” personal y que eléctricamente las tres lámparas de luz ocasionen la tormenta perfecta en nuestro interior iniciando el viaje en el tiempo.
Dicen que todo está inventado que tan solo hemos de descubrirlo, tal cual como el que pone un negativo a contraluz revelando los contornos que la ciencia ha ido dibujando y que la oscuridad utilizaba estacionándonos en el andén del viaje por hacer, por lo que no sabíamos que estaba ahí.
Poner un reloj en un cuarto de baño no es algo contemplado en las directrices de la decoración como muchas otras ideas que nos surgen, pero que, al ser fehacientes y previstas por el destino sin saber el funcionamiento exacto, ni el porqué, la energía fluye.
Oscar Wilde decía que él no era lo suficientemente joven como para saberlo todo, dejando con esta gran reflexión que la liviandad y la ligereza de peso en nuestras consciencias genera resoluciones cargadas de la potencia necesaria para volar y dejar atrás el peso que nos lastra.
El doctor Emmet Brown, un inventor visionario ficticio, apreció metafóricamente sirviéndose de la herramienta del cine, que los símbolos y la energía van unidos, tal cual las “tres lámparas incandescentes y centelleantes, colocadas en forma de Y”, y que albergadas en una caja dentro de un DeLorean son el “Condensador de fluzo” que ansiamos sea realidad, en el caso de que supuestamente, no lo sea ya…
Pero esta revelación cinéfila, ya tenía su origen a mediados del siglo XVIII, cuando dos científicos, un alemán y un neerlandés ya “fluzearon” con un primer capacitor (condensador de flujo), al que llamaron la “Botella de Leyden”, experimento que, con una botella de cristal, una varilla de metal y agua, y aunque parezca increíble, consiguieron condensar energía eléctrica.
A veces, el tupido velo del “no sé”, del “no sé qué” o del “qué sé yo”, no nos permite ver la dimensión de nuestra capacidad individual, y solo el despertar de un “golpe” que nos ha llevado a la inconsciencia, por poner un reloj en un cuarto de baño, acudirá a nosotros la solución a nuestros problemas como un rayo.
Quizás los viajes en el tiempo, los hacemos con nuestro personal “condensador de fluzo”, en cada recarga de sueños por realizar, en cada sueño reparador, donde la potencia la pone nuestra fuerza, nuestra ansia por superar y el deseo de saber un poco más de lo que nos espera. Nuestro capacitor es inmenso, y su capacidad desconocida e infinita, quizás y sin saberlo ya somos un poco “Marti Mcfly” y solo tenemos que descubrirlo.
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