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“[“Aceptar” con una facilidad pasmosa. Todo tiene un precio, hasta ese “Continuar” y ese “Siguiente”, quizás aún estemos a tiempo, no sé…] |
2023-07-02
Una vez más con este panorama, ¿cómo alcanzar el convencimiento de que un rico por tener un gran capital no va a robar? Quizás sea inocente dar por hecho que como ya son ricos…, frenarán sus ansias de fausto.
La necesidad de ostentar abundancia de recursos en el ego de determinadas personas parece ser que nunca es suficiente, cuya pompa, según suele ser, es valorado dependiendo de las capacidades humanas a las que nos refiramos, porque no es igual atesorar libertad, salud, cultura, que fomentar un Potosí sobre la necesidad acuciante que todos tenemos de vivir con dignidad sin miedo a que nos pintarrajeen el horizonte.
Vivir una vida digna en este mundo corrupto es casi ficticio, a diferencia del consumismo que mueve y centra la riqueza y el poder; muchas pautas de conducta deberían de cambiar en esta enredada sociedad, mancillada, mangoneada y engañada, con absolutamente todo para ser igualitaria. ¿He escrito igualitaria? Imposible, visto lo visto.
Aunque quizás sutilmente si la cultura se utilizase como debe de ser, como una herramienta básica de formación, también y del mismo modo se transmitiría el consumo y el poder, pero sin suspicacias. Porque no es lo mismo estar disfrutando de una aberración que en frío sería reprobable y que con el adorno de ser cultura se hace apetecible. Como ejemplo, señalaría la industria del cine, con cuya pantalla grande “nos tragamos” todo tipo de violencia, tráfico de armas, abusos, robos, elucubraciones subliminales que te dejan pensativa-o levemente que va calando con profundidad, tendencias visionarias que nos encauzan a consumir esto o aquello, incluso experimentos. La utilización de la cultura con su global brazo difusor para el blanqueamiento del mal es un chirimbolo que se ha monopolizado en el cine, con el que nos han acostumbrado a convivir con situaciones no legales, que filmadas y expuestas en la gran pantalla aleccionan de que la ley se quiebra y después se hacen películas que llegan a ser premiadas o se escriben best-seller de éxito. Experimentos y demás ensayos para la población.
Y digo experimentos, a colación de que un profesor que impartía las clases de “Ética” en las que tanto aprendí, (la misma asignatura que han eliminado de la formación de los jóvenes porque da pie a pensar y a dudar), asimilé que con la pantalla del cine también se hacen ensayos sirviéndose de la publicidad a una velocidad vertiginosa y subliminal comprobando que, tras la visión del film, absolutamente todos salimos de la sala y nos dirigimos a pedir una Coca-Cola como dirigidos (y esa bebida a mí no me gusta).
La globalización de la cultura no es algo que haya sucedido al azar porque todo está diseñado absolutamente al detalle, preparado y muy planificado, además tiene un mensaje a divulgar en la oscuridad de la no crítica, traicionando con el aislamiento de las personas, convirtiéndonos en números y en nada más. Y por ello me surge una duda ¿desde cuándo está inmersa en nuestras vidas la IA (Inteligencia Artificial)? Porque ya hablamos de ella en nuestra cotidianeidad como una novedad atractiva que, aunque desconocemos y no controlamos, la utilizamos, incluso a veces forma parte de nuestro día a día sin ser conscientes de ello, como es en el caso de cuando hablamos telefónicamente con una operadora (máquina) cuando nos dirigimos a cualquier organismo o entidad empresarial como puede ser una compañía eléctrica, o de telefonía móvil.
Toda la estructura que creemos tener controlada de lo establecido y que conocemos “desde siempre”, se está desvirtuando, y mucho me temo que se finiquitará difuminando con el control y la supremacía de la IA sin saber a qué puerto arribaremos al final de la travesía.
La polémica está servida, habiendo comenzado el altercado ya por esas obras de arte, que están abordando en el mundo del arte y la cultura cotizando al alza, confeccionadas por la inteligencia artificial de los retazos del tráfico de datos que va usurpando de nuestros permisos y accesos a nuestras galerías de nuestros teléfonos y soportes móviles.
Todo lo que está adornado con formas redondeadas, dulces, nada lacerantes, músicas, imágenes deseables, sueños imposibles de vivir más allá de nuestro imaginario, todo ello y más ilusiones se hacen apetecibles con máxima facilidad, y nosotros, encandilados les abrimos las puertas de nuestros mundos con todos los permisos pulsando “Aceptar” con una facilidad pasmosa. Todo tiene un precio, hasta ese “Continuar” y ese “Siguiente”, quizás aún estemos a tiempo, no sé…
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