"Hacer lo que uno quiere es una utopía. La impostura de decirlo y no hacerlo es total,"

2023-03-12


“Nadear”, es lo mismo que no hacer nada, así, dicho coloquialmente. Al parecer hoy en día se necesita eficiencia para poder llevar a cabo esta opción de entelequia o de ensueño elegido, porque no hacer nada está considerado como el procrastinar de personas vagas. Estar descansando, aunque sea durante media hora sin hacer absolutamente nada, está mal visto, pues en seguida se escuchan: “pero ¿qué haces ahí perdiendo el tiempo?, ¿no vas a hacer nada?, ¿así vas a arreglar el mundo?”.

Yo, siendo niña, cuando no hacía nada en casa, algo muy raro, abría el diccionario aleatoriamente y aprendía vocabulario, siendo hija de mi tiempo y por pura diversión para mí, porque ante la autoridad de mis progenitores que me inocularon que eso de no hacer nada era improductivo y una forma única de no tener futuro.

En la actualidad las exigencias, las obligaciones y los deberes que nos autoimponemos más allá de las absolutamente necesarias nos complican y desdibujan ese mundo en que pensábamos vivir cuando fuésemos mayores. Un mundo ideal que nos explotó ante nuestras narices siendo adultos sin darnos cuenta, entre el silencio y el alboroto de la experiencia acumulada, cuando hemos ido aceptando las cargas emocionales y contractuales a las que nos dirige esta sociedad que no logra ser feliz consigo misma ignorando que tantas apreturas solo nos hacen sentir más inseguros cada día que habitamos en estos convulsos tiempos.

Ir más allá, estar constantemente ocupados, permitir que la tensión sea el plato fuerte de cada día aprobando que el estrés: “tengo prisa porque…” “tengo que hacer…”, debería ser sustituido por el puedo o no puedo, viviendo el día a día sin ansiedad y sin estrés.

Triunfar en la vida actual te mantiene en tensión, para “llegar” a ese nivel con el que tienes que abarcar la máxima y primordial de “olvidarse de sí mismo” buscando el aforismo de la productividad y multiplicación del tiempo, y es mejor tener conciencia de que todos los días están medidos en 24 horas, detectando las exigencias de la modernidad que nos lleva a una vida insana.

La salud, cero estreses, el mejor medicamento para esquivar la enfermedad, porque las obligaciones, generan ictus, tumores cerebrales, infartos y demás fatales consecuencias que llegado el caso han desembocado en tragedia por no haber sabido gestionar las crisis existenciales, debido a que también es necesario “no hacer nada”.

Ser autoexigente, levantarse temprano para escuchar las noticias, preparar el desayuno o tomar un café en la calle, hacer pilates primero, y luego hacer yoga para relajarse de haber hecho pilates, hacer fotos para colgarlas en las redes sociales, por supuesto (muy importante), sacar a pasear a la mascota, saludar a los vecinos, sonreír, sí o sí, ir a la compra, llevar los niños al colegio, ir al trabajo, rápido, que llego tarde, repasar si he olvidado algo, echar combustible al coche, participar en actividades del barrio, tener buena presencia de cara al público, aprender todas las novedades posibles, reciclar, estar al tanto de los espectáculos de las carteleras, hacer dietas desintoxicantes, o iniciar una dieta para perder peso, comer sano aunque no me gusten los guisantes o la zanahoria cocida, dejar de consumir estos o aquellos alimentos probando otros nuevos, que no sabemos ni cuál es su contenido por tener falta de información y estar casi críptica su composición, ir al gimnasio, socializar, los deberes del colegio, escalar un puesto mejor pagado en el trabajo aunque nos reste mucho tiempo, programar la agenda para felicitar a los seres queridos, pagar facturas, tirar la basura, hacer la colada, tender la ropa en el tendedero, recoger la ropa cuando esté seca, comprar todo lo que hay apuntado en la lista de la compra sin olvidar llevar la lista de la compra al supermercado, interesarnos por el estado de salud de nuestros mayores, actividades extraescolares de los hijos compaginando quienes los recogerán y horarios, y demás conversaciones por teléfono en las que pedimos o nos piden favores, preparar la comida del almuerzo, limpiar y ordenar la casa, son algunas de las actividades que cumplimos a diario apretando el cinturón de nuestro tiempo…

Hacer lo que uno quiere es una utopía. La impostura de decirlo y no hacerlo es total, tal cual un cóctel explosivo, como si tomar una decisión fuera de la manada no tuviera sentido por la necesidad que tenemos del reconocimiento grupal. Decía Nina Simone: “Tienes que aprender a levantarte de la mesa cuando ya no se sirve amor”.  


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