2022-12-03


Como delito de lesa humanidad, ha sido considerado el hecho fehaciente de que sistemáticamente durante decenas de años en España, muchas personas han robado recién nacidos de las cunas, paritorios, conventos, y demás lugares donde una madre ha parido. Para quien desconozca este término jurídico comentaré que en un delito de lesa humanidad se amparan los crímenes y atrocidades que se han cometido o suceden contra la población civil de forma general o sistemática. Los denunciantes lo están teniendo complicado.

Así es la justicia. Los padres y madres a los que robaron sus hijos, y esos hijos-as que apartaron de sus padres, amén de los que aún no son conscientes de que lo fueron, se las están viendo y deseando para sacar adelante estos hechos legalmente, y por supuesto que sean juzgados bajo este concepto. Pero al contrario “otros”, no dejan, no permiten el justo caminar de la justicia, y utilizan todo lo que se puede interpretar en “algunas” leyes, a su manera, por lo que no desisten en requerir enmiendas y “preenmiendas”, poniendo palos y piedras a las ruedas de la justicia. No les interesa. ¿Por qué será?

Y para más inri son los mismos de siempre, los que solamente buscan oscuridad, los mismos opresores de la luz, los que no desean que todo siga el curso de la naturaleza humana como lo es que unos padres estén con sus hijos naturales. Es un derecho que han alienado robando más de 300.000 vidas. Señores y señoras, padres y madres, esta violación de tantos y tantos derechos, Naciones Unidas la ha etiquetado como un delito de justicia. Amnistía Internacional ha emitido un informe de 72 páginas con testimonios que hacen patente la cifra de “bebés robados”. Asociaciones, películas, documentales, se suman a la búsqueda y delación de esta transgresión.

Parece ser que en este país hay pavor a celebrar juicios históricos, crímenes del franquismo, ambos de lesa humanidad, donde hay que buscar personas “fallecidas” para ofrecerles a los familiares que reclaman su memoria y un reconocimiento en toda regla, un descanso eterno a sus huesos, y a los niños y niñas que han sido robados a sus padres y madres durante décadas, llegando a sucederse estos actos delictivos hasta los años 80 del siglo pasado. Quizás sea casualidad que ahora no dejan de suceder noticias de que muchos archivos están sufriendo incendios, inundaciones, y demás accidentes, o no. Registros que están desapareciendo cuando esta información debe protegerse por pertenecer a la población. Una pregunta: ¿la casualidad existe?

¿Cómo podría usted vivir, qué digo, si quiera respirar, sabiendo que le han robado su recién nacido?

La vida no es un capricho, es algo que está inventado con tiempo limitado de vigencia, y que cuando nos acomete la vejez sin darnos cuenta, los tormentos físicos y del corazón crecen en los inventos que la justicia ningunea a pesar de que no cesan los avances técnicos que están alargando la longevidad, por ende, estirando en el tiempo los agravios a los derechos humanos que supuestamente nos amparan y protegen. Los hechos terribles cometidos por humanos a seres sintientes no dejan de generar y agrandar la brecha de un mundo rico y de un mundo pobre, forjando que las incógnitas como las de los niños robados aún estén en los pañales de su resolución.

Espero y deseo que la tecnología y las incógnitas crezcan en proporción inversa en una sociedad desamparada. Lo extraordinario debería prevalecer en la inteligencia, desechando el miedo a no poder ser quienes realmente somos quedando desprotegidos de los derechos internacionales, los mismos que están escritos para que las palabras no se las lleven los vientos. El sueño ochentero de un mundo mejor, hoy, es una utopía.


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