2022-11-20
El título del escrito bien podría dar nombre a una banda, estaría bien, “Ayuso y los derrochólicos” donde todos hacen creaciones desacreditando a quienes trabajan. Esta banda debería estar afinada porque el espectáculo que ofrecen nada más abrir la boca es para salir corriendo. No voy a decir de qué para no etiquetar el abanico de posibilidades acotando fantasías, pero nada más el primer nombre me indica por dónde van los truenos.
Como no podía ser de otro modo en este país fragmentado, ya visionado por el ilustrado Don Pablo de Olavide, que acertadamente vislumbraba este país de las Españas como “un cuerpo sin energía, por estar compuesto de miembros que no se unen entre sí, sino que cada uno se separa de los demás, perjudicándoles en cuanto se puede, para exaltarse a sí mismo: como una República monstruosa, formada de muchas pequeñas, que recíprocamente se resisten porque el interés particular de cada una está en contradicción con el general; […]; pues estando todos los individuos en guerra de poseer unos con otros, se reducen a la triste alternativa de opresores u oprimidos, dando el tono los que llevan el mando”, apenas ha variado el concepto tres siglos después.
Bien es sabido que las materias primas de este planeta, en el que habitamos de prestado son limitadas. No podemos negar que no somos conocedores de este cambio climático que nos está comenzando a enseñar los dientes con terribles muestras de que la naturaleza es la que manda y que nuestro paso por este planeta no es gratis. Pero aun así hay quienes siguen su política de consumir electricidad y gas, y todo lo que pueda transformar en su beneficio, árboles, agua, minerales, etcétera, por el ansia sin escrúpulos de la avaricia y el desorden mental con el que viven y destruyen al prójimo. Las campañas de ahorro energético son necesarias no para corregir a los incorregibles, no, sino para instruir a los que están creciendo, a los que les espera un futuro muy oscuro. Y creo que estas campañas son necesarias, porque quizás con ellas alguno de esos árboles torcidos esté a tiempo de ser guiado y conducido hacia la luz.
Recientemente, ha salido una nueva palabreja, la de “derrochólicos”, que ha impactado tontamente por la maledicencia de los que están en sus viviendas de lujo con la calefacción a tope para estar cómodamente usando prendas de verano cuando estamos a las puertas del invierno, o de aquellos que usan una máquina de lavar platos sin tener la carga completa, o aquellos otros que se instalan bajo el agua de la ducha durante una hora, o aquellos que lavan constantemente sus automóviles bien cargados de combustible, ellos los “derrochólicos”, por no decir, de aquellos que se niegan a que dejen de regar los campos de golf de los que son socios, a pesar de que esa agua es más necesaria para la agricultura, pero lo principal para ellos son el egoísmo y el placer de brillar sobre los demás. ¿Y los demás que cuidan de no malgastar los limitados recursos, qué? Esos agricultores temiendo lo peor porque los olivares se están secando, a pesar de que es un cultivo de secano; porque ven las correntías del agua que las compuertas de los pantanos están soltando para que verdee la hierba del lujo pisoteada con los cadis, y no verdean los cultivos que son esenciales para la subsistencia. Esta es la España a petición de los “derrochólicos”. ¿Y ustedes qué opinan?
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