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2024-01-28
Muchos desajustes
Es evidente que todo está cambiando. Absolutamente todo. No solo me refiero a las temperaturas climáticas que nos obligan a dejar a un lado la ropa de abrigo en el mes de enero, sino que estos cambios están afectando a la ganadería, a las tierras de cultivo y a los árboles frutales. La sinergia de la savia está siendo alterada. Sus planes naturales de vida se están desajustando por el alza de las temperaturas. El proceso natural que por tradición climática debería activarse en primavera, todo ello sin haber recibido la madera de los árboles, el tan necesario frío ha comenzado a fluir.
El hecho de que ya se haya cuajado en este mes de enero de 2024 la primera cereza en el Levante español es una crónica de que será una labor de la naturaleza inacabada. Porque las heladas volverán. Y la destrucción del fruto que haya cuajado, también. La producción será menguada y los precios se encarecerán más aún. Esta situación de desajuste se extiende al olivar igualmente. Ya que este cambio climático no solo anticipará la floración, sino que afectará después a la cubierta de los olivos cuando el frío los visite y los cubra del inacabado frío invierno. Quizás, puede ser que los que se quejan de la subida de precios del aceite de oliva, por ejemplo, pueden ser unos ignorantes atrevidos en relación a la sabiduría que conlleva y encierra la del cultivo del olivar, que no es baladí y sí milenaria, pero no se quejan de la subida de precios de fruslerías que no son necesarias para la salud como si lo es el aceite que produce la aceituna del olivo.
Aclararé que el aceite de oliva sea virgen o virgen extra, no solo es una grasa vegetal para freír alimentos, o un simple aliño en una ensalada, sino que es una medicina de alto nivel cuyas propiedades organolépticas no tienen parangón alguno formando parte de nuestra dieta mediterránea. A lo que debo añadir que los sabios y antiguos romanos ya eran sabedores de sus beneficios y por ello importaban hasta sus epicúreos paladares allá en Roma navíos y más navíos cargados de vasijas conteniendo el preciado óleo desde la Bética en Iberia. Sibaritas y punteros.
Al parecer, dicen que
las temperaturas tan cálidas que nos están visitando no habían sido registradas desde tiempos en que aún no había comenzado la revolución industrial.
Dato que me lleva a la reflexión de que este planeta terrícola sigue su curso, con humanos y sin ellos, que todo lo que sucede en él es cíclico, y que en su redondez desde sus tiempos tiene cabida un desierto y un oasis, un fiordo y un iceberg, así sucesivamente con todo y sus versus en plena pluralidad.
Desajustes que ocurren por doquier. Como la muerte a la que se ha destinado un sicario en Alabama (Estados Unidos). Reo que ha sido destinado a morir infringiéndole la asfixia por la inhalación de nitrógeno. Increíble, que estas y otras genocidas aberraciones continúen sucediendo en el siglo XXI. Porque ni siquiera y afortunadamente ya, los veterinarios permiten la muerte de los cerdos por asfixia con nitrógeno. Forma de quitar la vida a los pobres cerdos en el matadero que se erradicó amparada por la ley.
Y hablando de cerdos, ¿sabían que en Francia está prohibido llamar a un cerdo con el nombre de Napoleón? Pues así es. En ese país el orgullo del nombre del emperador está muy elevado. Todo lo contrario que en cualquier otra parte del mundo, como fue el caso del uso por George Orwell, un escritor inglés que dio el nombre de Napoleón a un cerdo que simbolizaba al dictador soviético Stalin en la novela Rebelión en la granja, publicada en 1945 y escrita durante la Segunda Guerra Mundial.
Y así sobrevivimos. Así pasa la vida con nuestra condición humana, soterrados en la atrevida ignorancia, aprendiendo si queremos hacerlo que todo es efímero e irrepetible, tal cual un día y su noche.
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