28-08-2022
Los malditos fuegos que arrasan España no solo están reduciendo a cenizas las maravillosas y únicas zonas verdes que enriquecen su atlas, sino que están dejando pruebas reales de que la muerte de cientos y cientos de personas enterradas en fosas comunes aún están por reconocer en nuestras memorias y en el perdón y afirmación de esta sociedad tan ignorante como sibarita en la elección de enaltecimiento de los actos.
No solo los terroristas de la banda armada de España mataron. De ellos se saben y se dan a conocer todo lo posible para que nuestro justo odio los juzgue como parte de esa sociedad que disparó y atentó contra personas de bien. Hechos que no han quedado impunes porque la ley ha estado persiguiéndoles sin descanso. Justicia. Nadie tiene derecho a sesgar la vida de nadie.
Pero parece ser que no todos los muertos asesinados tienen el derecho a ser mencionados y reconocidos por el origen de sus asesinos. Cansada estoy de escuchar que la Ley de la Memoria, es parte de las batallitas de los abuelos. No, nada de eso. Insoportable el sibaritismo a la hora de blanquear los asesinatos y convertirlos en días de reconocimiento de búsqueda de paz y justicia con manos blancas, carteles, conferencias y palabras cargadas de odio, y cuando se trata de homenajear a trece mujeres como “Trece rosas”, se obvie, y los documentos sigan décadas y décadas bajo llave dejando desamparados y burlados los sentimientos de quienes sufren por tener a los suyos enterrados en cunetas y fosas comunes.
¿Quién decide, que unos si merecen reconocimiento, laureles, conferencias, aplausos y los otros no?
¿Acaso la Constitución no nos ampara a todos por igual entre sus artículos?
Los grandes asuntos siempre han tenido prioridad, aprovechando la noticia que está en “vogue”, real o ficticia, para correr un tupido velo en lo contundente y lamentable que es no sanar las heridas que siguen supurando, anulando hechos históricos de nuestra historia reciente y de la cultura que tanto y tanto enriquece a quienes dan sano uso de ella. Saber es un derecho, matar no. En una vida, la alquimia tiene un horizonte constante, nuestra identidad, donde el pasado forma parte de cada ente al cual tenemos derecho de tener respeto y respetar.
Recordar donde naciste, y querer saber de nuestro linaje, en el caso de retornar a pisar dicha tierra revuelve todas las experiencias que crecieron en los años vividos de la niñez. El compromiso con nuestra identidad pesa y estabiliza la carrera de fondo, individual de cada persona, llamada vida, en su completa absurdez que nos capacita para creernos relevantes por tener una historia que escribir. Y vaya que sí la tenemos. Tenemos que dejar que nuestras conciencias descansen y las de los nuestros. Es el derecho de todos.
Quizás sea así, y los méritos estén en lo absurdo garantizado que lucha por generar una absoluta trama de redes hermanadas que colaboran, nada más. Pero he decir que la Ley de Memoria Histórica no son “batallitas de nuestros abuelos y abuelas”, no. Ellos son cultura y han escrito esa historia, y por ello tienen que tener su espacio y lugar en el respeto y en el reconocimiento.
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