2022-01-01


Hace un tiempo viajé hasta Galicia, de cuyo viaje conservo un maravilloso recuerdo y una preciosa amiga, tierra gallega que no deja indiferente a quien la pisa, sea el horizonte en el que se mire. En una visita al parque de la Alameda, en Santiago de Compostela, mientras caminaba bajo los álamos y entre los jardines, vislumbré unas figuras coloridas que al estar estáticas me llamaron la atención, por lo que me dirigí hacia ellas.

No eran personas de carne y hueso, tal cual creía desde la lejanía, sino un homenaje a dos mujeres, dos hermanas, muy conocidas en Santiago, llamadas Coralia y Maruxa.

Esta escultura fue creada por un vecino santiagués llamado César Lombera, el mismo que tras nueve años de insistencia en que su figura era un homenaje a estas dos hermanas que vivían con un peculiar modo de expresión, logró que el ayuntamiento accediese a darle ubicación en dicho parque.

Coralia y Maruxa, formaban parte junto con otros once hermanos de la familia creada por Arturo Fandiño y de Consuelo Ricart, artesanos de oficio y beneficio, pues el padre era zapatero en la calle Algalia de Arriba, en el N.º 32, y la madre, costurera, cocinera, criadora de hijos, enfermera, bordadora, y tantas haciendas más las cuales impartía en el domicilio familiar situado en la calle Espíritu Santo en Santiago de Compostela.

Coralia y Maruxa, aprendieron el oficio de la costura, y fue en casa donde se cortaban y cosían sus propios diseños, con telas de colores vivos, llamativos y poco comunes al gusto de la gran mayoría de las mujeres que deseaban ir a la moda, y se calzaban con zapatos que iban en la misma sintonía, porque ellas tenían su propia identidad y nada les importaba que las mirasen o murmurasen a su paso. Además, el maquillaje de su cara iba en consonancia, con colores llamativos, a juego con la estampa que ofrecían cuando salían a pasear a la calle.

Estas dos hermanas tenían la costumbre de pasear por la calle, procurando estar visibles por la Alameda a las dos en punto de la tarde todos los días, hora en que el paso de estudiantes y trasiego de mucha gente era habitual, pues, la hora del almuerzo era inminente y la Alameda era atravesada como punto de encuentro o bifurcación de caminos.

Maruxa y Coralia, a ojos de los estudiantes, comenzaron a ser tan frecuentes, tan asiduas que las llamaban “libertad, igualdad y fraternidad” unos, y “fe, esperanza y caridad” otros, dependiendo si las ideologías eran de izquierdas o de derechas. Hasta que la política, las señaló por ser hermanas de un pintor que ostentaba el cargo de secretario general de la CNT en Santiago de Compostela. Y fue en la represión franquista, donde llegaron a ser tachadas de “rojas” y de “putas”.

Estas dos figuras representan no solo a dos mujeres, sino una historia notoria de represión en una España dañada por el miedo, el tenebrismo, y la muerte que acompañado del hambre desfiguró los colores de las vestimentas de Maruxa y de Coralia.

Es fácil, juzgar. Aunque más fácil aún, es señalar los pecados ajenos creyéndonos santos. La constancia de este escultor, César Lombera, debería ser reconocida internacionalmente, porque la voluntad inquebrantable de estas dos mujeres era la de vivir; la de morder a la vida con color y desenfado, valorando como un incentivo este hecho único que denota una voluntad fuerte, tan afanosa como la de los gallegos.


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