CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF 

"A todo esto, ¿qué saben de la Gestapo?

2025-02-23

Denunciar a tu vecino

 

La esencia de la dominación y la superioridad de culturas pasadas están muy de moda. Asociaciones de “recreantes” y demás agrupaciones culturales trabajan sobre las leyendas de dichas sapiencias que parecen tan pro de pantalla grande, de las que hay multitud de filmes dotados de mayor o menor veracidad. Mayormente, los gustos de representaciones y caracterizaciones se decantan entre los que son seguidores de los vikingos y los que lo son de los romanos. A elegir.

Pero en toda sinergia, siempre está su respectiva entropía, como no. Por ello no podían faltar los que se decantan por la censura plural, engreídos de que todo debe de pasar por su criterio firme y exhaustivo, excepto su propio juicio que es el que debe prevalecer en su opinión de crítico.

Porque a la vista ha quedado que la historia exhibe un variopinto abanico de inclinaciones que se convierten en tendencias con solo un plumazo. A preferir entre el negro, el azul o el rojo.

Negro, azul o rojo, colores que han sostenido las manos censoras y críticas como las del trazo del Sharpie, ese rotulador de punta gruesa, que ha desbancado al afamado lápiz azul de la dictadura de Salazar, en Portugal.  El rotulador Sharpie utilizado por el N.º 47 de Estados Unidos ha hecho sombra con su gordo trazo en la actualidad al lápiz azul de la marca Viarco, el Olímpico 291 que eliminó y desestimó muchas publicaciones portuguesas, (usado con la razón de que el color azul no se publicaba en imprenta, pues, solo se editaba en los colores blanco y negro).

Aquí, en España, los censores se inclinaron por un grueso lápiz que pintaba en color rojo, según parece, de la marca Staedtler, cuya censura y crítica estuvo presente durante muchos años.

La hegemonía de la censura continuó opinando y reprobando en España, a pesar de estar los españoles en “democracia” desde hacía unos años, es decir, con dos legislaturas del partido político UCD (Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo) y una del PSOE (Felipe González). Pero aun estando en democrática libertad para quienes deseaban publicar, decir censura, aún era indicar una palabra en mayúscula.

Y esto fue así hasta que el Tribunal Supremo derogó la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, echando por tierra los artículos 12 y 64.

Tardó en hacerlo, nada más y nada menos que tres legislaturas en “democracia”, pero el 17 de junio de 1983, la censura, la palmó.

A todo esto, ¿qué saben de la Gestapo?

A saber, este acrónimo definía la policía política que estaba al servicio de los nazis. Estos investigadores “visitaban” los hogares de los “vecinos” denunciados por delatores nutridos de odio, de venganza, poblados de cerdas en el corazón. Dicha policía tenía informantes, vigilantes, torturadores físicos y psicológicos, denunciantes y demás que eran el combustible primigenio para que las detenciones que han socavado la dignidad de millones de personas humanas se llevaran a cabo.

Las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y de Andalucía, son un crisol de ADN en este siglo XXI. Tras su nacimiento en el siglo XVIII, tomaron identidad gracias a los miles y miles de personas extranjeras que dieron sus vidas por ellas.

Estos nuevos establecimientos salieron adelante a pesar y con el peso de todas las suspicacias, injerencias, envidias, denuncias y malas praxis de diferentes tildes de quienes se creían mejores. 

Trazos y hechos que hicieron todo lo posible por arruinar los laboreos de los extranjeros, incluso por echarlos de las suertes que les había otorgado el monarca que apostó por el crecimiento de un reino, Carlos III.

Pero los colonos que dicho monarca había mandado traer desde Centroeuropa, en su mayoría del Imperio, se adaptaron, dando vida a la tierra inculta que le otorgaron en su momento. Quizás, habrá quien opine como excusa que eran otros tiempos, y que la censura y la crítica de un tiempo pasado no tenga nexo con el próximo menos pasado, pero creo que sí la tiene. Hechos históricos diferentes, sí, pero con el matiz igualador de que la naturaleza humana ejerce injerencias siempre que se lo propone por conseguir la supremacía, y lo que de verdad preponderaba en el espíritu de la Colonización del siglo XVIII en las Nuevas Poblaciones, que en la actualidad brilla por su ausencia, era el sentir de un hombre justo, el de Carlos III, un regente que apostó por la Concordia auténtica, la de verdad. Una Concordia de la que estamos tan faltos, de la cual solo se hace una banal utilización con el mero uso de la palabra en cualquier titular o etiqueta.

Hay algo en justicia que no se acaba de entender y es que los movimientos de migrantes forjan crecimiento económico allá donde se generan y se precisa. Y si no, que se lo pregunten a un economista que no esté alienado. Criterio que tendrá justicia.

Justicia que no acompañó a la familia Frank (alemanes naturales de Fráncfort de Meno). Cuando, el notario judío rico, Arnold van den Bergh, denunció a dicha familia filtrando al servicio secreto nazi (el SD alemán), la ubicación de la Casa de Atrás, que pertenecía al anexo de la calle Prinsengracht, 263 en Ámsterdam, todo cambió para ellos. Dicho notario judío rico salió indemne del Holocausto. Pero su censura y crítica fue el castigo de vidas humanas. Aquella casa había ocultado a la familia Frank durante 761 días. La conocida Ana Frank, dos años después de ser descubierta, falleció en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Su padre, Otto, fue liberado de Auschwitz el 27 de enero de 1945 por el ejército ruso (el único sobreviviente). Su madre, Edith, falleció en Auschwitz el 6 de enero de 1945. Y su hermana mayor, Margot, falleció en Bergen-Belsen a finales de marzo de 1945 a causa del tifus.

El balance de la censura, o de una denuncia, es terrible siempre que cae en manos tajantes que en el peor de los casos es la muerte. 


 

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