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CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF
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2025-02-09
Aranceles
Es legítimo que cada quien haga lo que considere oportuno en su casa. Que hable lo que crea conveniente, que ponga sus normas, que ningunee los efectos secundarios de sus actos y exabruptos, incluso que añada o reste a placer lo que se le meta entre ceja y ceja, encareciendo el nivel de vida de sus cohabitantes. Pero toda voluntad, tiene respuesta, tanto la de fuera, que queda avisada de que vaya poniendo sus barbas a remojar, como los bolsillos de dentro.
Sepan ustedes que hablo de los aranceles impuestos por el mandato del presidente estadounidense N.º 47, recientemente a tres países, a saber, México, Canadá y China. Como no todos sabemos de economía, añadiré que dichos impuestos gravan a los productos cuando cruzan la frontera en cuestión. Cantidades económicas de peso, que lo son, por ser determinadas y asignadas por el país que así decide cobrarlas y que en estos momentos están siendo utilizadas como una flagrante guerra comercial, cuyas consecuencias, sepan ustedes, serán ilimitadas.
Una vez en la peluquería me dijeron que al salir de ella el viento soplaría con una intensidad directamente proporcional al dinero que había invertido en mejorar mi imagen, reflexión mujeril que puedo aplicar en mi artículo de opinión. Y lo haré, pues viene al pelo.
A España, como ya sabrán, es noticia que le están mandando mensajes.
Al parecer, nos hemos portado “Mal”.
Por ello, la exportación del aceite de oliva, de las aceitunas y de todo lo concerniente a la industria española de los automóviles serán de forma concreta muy afectados.
¿Quiere saber lo que se debe de pagar si desea exportar su mercancía al atravesar la frontera del país donde quiere vender su producto? Pues haga clic directamente en la web del gobierno del país elegido, y diríjase a la página de tarifa comercial, teclee la descripción del producto, si no obtiene completa información, o la respuesta deseada, escriba el “Código HS” o también llamado código armonizado, si lo tiene. Éste código numeral de seis dígitos es asignado en la clasificación de cada producto, cuyos dos primeros números corresponden al “Código SA” (Sistema Armonizado), unos números que transmite en tiempo real la Autoridad Especial (AE). Es decir, que haga clic, clic, clic, y más clic. ¿Lo ha logrado? En el caso de que lo haya conseguido, observará que el comercio oscila dependiendo de intereses, favores, enchufes, afinidades, choques de manos, huchas sumergidas, y tantas vicisitudes más que veleidosamente determinarán la eficiencia mercantil de un país.
Como la vida misma. Así es. Por lo cual, la vida, en un baño de realidad, en su esencia depredadora, sigue igual.
Está visto y comprobado que la historia se edita una y otra vez, así que no deberíamos echarnos las manos a la cabeza, por semejantes avisos arancelarios. Aquí, en España, desde que Colón descubrió América, el comercio cambió en la península ibérica y en todos sus dominios con las mercancías que navegaban desde las Indias, y que se recibían en los puertos de Sevilla y de Cádiz.
Con el cambio de monarca, en tiempos de Carlos III, ya en el siglo XVIII, la prosperidad fue notoria, aunque no plena, pues la política de los privilegios y del Antiguo Régimen chocaban dinamitando los beneficios para el país. Nada nuevo bajo el Sol.
Dicho Rey Borbón, para generar “progreso” promulgó el 12 de octubre de 1778, nada más y nada menos que el llamado “Reglamento y Aranceles Reales para el Comercio Libre de España a Indias”, conectando económicamente la exportación y la importación de 21 puertos de Indias con 13 puertos en España. Reglamento que ya había comenzado a forjarse trece años antes.
Fue el Secretario de Estado del Despacho Universal de Indias, al cargo de entonces, que era don José Bernardo de Gálvez y Gallardo, mano derecha del ministro Grimaldi, el que marcó las directrices de los aranceles. Para ello delegó la redacción de dicho reglamento arancelario en la experiencia, en la visión y en el cálamo de Juan Francisco de Saavedra y Sangronís.
Y decía el Rey:
“Como desde mi exaltación al Trono de España fue siempre el primer objeto de mis atenciones y cuidados, la felicidad de mis amados Vasallos de estos Reinos y los de Indias, he ido dispensando a unos y otros, las muchas gracias y beneficios que deben perpetuarse en su memoria y reconocimiento. Y considerando Yo, que sólo un Comercio, libre y protegido entre Españoles Europeos, y Americanos, puede restablecer en mis Dominios la Agricultura, la Industria y la Población a su antiguo vigor…”.
Dicho reglamento arancelario estaba formado por 55 artículos. También, los puertos en España dejaron de ceñirse a Sevilla y Cádiz, establecidos en el siglo XVII, además Carlos III, añadió los de Alicante, Almería, Barcelona, Cartagena, Gijón, La Coruña, Málaga, Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife, Santander y Tortosa. Y en América, excepto a Venezuela (por intereses económicos de una compañía española) y a México, (hecho excluyente que duró entre 10 y 5 años respectivamente) se añadieron 24 puertos a los aranceles, que lo fueron los de Arica, Batabanó, Buenos Aires, Callao, Chagres, Cartagena de Indias, Concepción, Guayaquil, Golfo de Santo Tomás de Castilla, Isla de Trinidad, Isla de Margarita, La Habana, Monte-Christi, Montevideo, Omoa, Portobelo, Río de la Hacha, Santiago de Cuba, Santa Marta, Trinidad y Valparaíso.
Casi nada es comparable a aquellos tiempos, las modas han cambiado, la moneda de pago, las fronteras, algunas costumbres, los alimentos, etcétera, pero el ansia por acaparar y hacer la “puñeta” a nuestro semejante para obtener mayor beneficio sigue siendo el mismo. Y si disienten, miren en el espejo de la historia, verán que todo se repite cíclicamente como el eterno retorno de un huevo, decorado en la festividad de Pintahuevos de estas Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, que por cierto ya mismo se celebrará.
Gracias por su tiempo.
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