25-09-2022
De la ceca a la meca, el final del primer mes de cada año siempre ha supuesto un esfuerzo para las economías hogareñas por los estipendios hechos a manos abiertas antes y durante las fiestas navideñas. Pero ahora, cada mes de los doce es una “cuesta de enero” para el bolsillo, por lo que ya deberemos de eliminar la coletilla “de enero”, y añadir la “de cada mes”.
La cuesta arriba de cada mes se hace insostenible, insoportable, y para más inri resulta que acabamos de empezar. Abastecer los gastos de cualquier hogar (quedan excluidos de dichos gastos los habitantes de los hogares de las élites que fraguan, manipulan y planifican las inflaciones), es un sobresalto continuo. Los frenos (es decir el ahorro) ante el descomunal gasto echan humo. Porque no me digan ustedes que la comedura de coco permanente de que hay que buscar la felicidad está bien, venga consumid, consumid, y después, al regreso de las escasas vacaciones nos encontramos con el peso del repecho que hay que subir. Otro sobresalto.
Ahora viene la penitencia de esa búsqueda pues las hipotecas deben renegociarse; los alquileres con contratos regulados han disparado los precios; la vuelta al cole con el negocio del material escolar de todo tipo y demás bienes, por las nubes…
¿Y qué decir de la cesta de la compra?, con una escalada sin freno tan alegremente, que provoca miedo incluso el tener hambre, porque ¿a ver que comes que te lo puedas permitir? Ahora, lo de comer fuera de casa ni se puede pasar por la cabeza, ni siquiera pidiendo al camarero, que nos muestre la carta del menú del día.
Y la locura de los carburantes, es tremenda. Con este disloque vamos a tener que dejar en libertad “los caballos” del motor de los automóviles, y que pasten y reposten en los montes, porque el precio del litro del gasoil sale menos rentable a nuestro bolsillo. Pero claro, como vivimos muy rápido, quizás el galope de un caballo sea demasiado lento y esté fuera de esta sociedad comparado con los cuatro neumáticos, y sus glamurosos kilómetros por hora, por lo que habrá que recurrir al transporte público como si fuera esa tabla de salvación a la que nos aferramos en mitad del océano del bolsillo acribillado como un colador.
Y por favor, tengan cuidado en qué dedican su tiempo de ocio, porque las plataformas de tv y los gimnasios, también elevarán sus precios en un 30 por ciento o más.
Señoras y señores, estimados lectores en general, quizás lo más adecuado, dada estas circunstancias, sería lanzarse cuesta abajo y sin frenos, de esa manera el aire y la ventilación del buen rato amenizado con unas carcajadas fruto de la incertidumbre se tornarán en despreocupación, por lo que nos aportaría esa felicidad buscada, esa que tanto nos meten en la mollera con lecturas de autoayuda, anuncios y filosofías “new age”, que seguramente ya hemos vivido en nuestros años infantiles y juveniles, cuando todo era difícil, pero no tanto.
Porque, de todas maneras, nos vamos a estrellar con más o menos lentitud, cuesta arriba o cuesta abajo. Ustedes eligen…
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