17-07-2022

Si algo es seguro es que todos tenemos la muerte como meta, tanto en nuestra vida celular como en cualquiera de nuestros actos planificados o no. En realidad, lo más doloroso es la agonía, no el acto en sí.

La aceleración y la hiperactividad de los escándalos han etiquetado la educación de alto nivel y la imagen del inglés Boris Johnson, teniendo en cuenta con relatividad el conocimiento de los virajes y sensaciones del primer ministro.

Este hombre excéntrico, en su proceder público sin apenas freno y como líder absoluto del Partido Conservador británico conocido en todo el planeta creía que su estancia en Downing Street iba a ser eterna. Pero el “banderazo de última vuelta” para Boris ha sido agitado por el hecho de que dos de sus miembros de Gobierno más importantes han dimitido, seguidos de una cadena de abandonos. Todo se repite. Este primer ministro con su manera de entender y gobernar su país ha garabateado un escenario con la “Ley del Embudo”, injusta para quienes se encuentran en la parte estrecha.

Ni la exitosa campaña de vacunación de la Covid-19, ni la bajada de impuestos, ni cualquier otro logro le han supuesto valor alguno al señor Johnson, y sus palabras “Si vas a morir, muere combatiendo” han sembrado desconfianza, reproches, acusaciones de incompetencia y falta de seriedad en el tiempo de su mandato.

La comparecencia en la puerta del número 10 de Downing Street, dejó el halo de que nadie es imprescindible, incluso aquellas personas que marcan la diferencia en el cinismo.

Votar es el hecho y derecho universal, individual e intransferible que otorgamos en confianza a quienes nos prometen lo que merecemos, y con ello nos generamos un problema a nosotros mismos, al ciudadano de a pie, cuando los políticos utilizan la ironía y el sarcasmo en nuestra contra dibujando estrategias para después de monopilizarnos dejarnos a un lado.

Y eso es lo que ha hecho Boris, ha dejado un rastro enorme de escándalos vividos durante su tiempo de gobernanza en los “Tories”, “Whig”, (cuya traducción en gaélico escocés es cuatrero), dejando una fuerte imprimación de que en ese conservadurismo no todos nacen iguales. Indignante.

En definitiva, el señor Boris al parecer, dicen que ha cometido pocos aciertos y muchos errores. ¿Será cierto? Quizás el intento de la suspensión del Protocolo de Irlanda del Norte haya sido un desastre para las relaciones entre Gran Bretaña y Europa, para muestra un botón, el Brexit. Un “caos” para todos por no haber sabido llevar su gestión por impulsos, generando nada más que irritación sin solución. Puede ser que la solución del “caos” deba de pasar por agrandar el problema en su tamaño, quizás haya que añadirle algún virus más que viaje de continente en continente, alguna guerra más sea aquí o allí, algún escándalo económico o sexual del político de turno, incluso el manido y utilizado cambio climático para que en el escenario de la moralidad y buen proceder se comprenda que Gran Bretaña es tan necesaria para Europa como lo es a la inversa en esta realidad política. Y como dice el dicho: No hay mal que por bien no venga.

 

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