"¿quién no ha pisado alguna vez la cagada de una mascota si no va mirando al suelo constantemente, vigilando nuestros pasos tal cual si anduviésemos por un campo de minas?"

2023-02-12


La vida evoluciona de forma paralela a nuestras necesidades tal cual nos indican que así debemos obrar en ella subliminalmente o de forma descarada. Vivimos tiempos aciagos, eso es cierto, tiempos en los que la necesidad de cariño y compañía ha quedado patente por nuestra insatisfecha forma de vida y a la vez rápida. No queremos más cargas de las que necesitamos, valorando solamente el presente pues el mañana es totalmente incierto. La soledad deseada, vivir en modo “single”, “selfies”, y muchos “likes”, es lo que prima, por lo que lo más fácil es tener una mascota. ¡Perfecto!

  

Nunca habían existido tantas clínicas veterinarias, tantos complementos para mascotas, tantos espacios publicitarios, tantos servicios dirigidos a los animales domésticos habían convivido con nuestra cotidianeidad como lo están haciendo ahora. Y es que el mundo de las mascotas mueve mucho dinero, aquí y allí, en todas las partes, además de que dicen que las mascotas dan seguridad, ayudan a superar enfermedades y aportan más que otra cosa con solo su presencia, esa es la realidad.

Pero, las mascotas como seres vivos tienen necesidades que tienen que ser cubiertas, como una buena alimentación, una correcta atención médica, una delicada higiene y unos estupendos paseos que les permitan hacer algo de ejercicio al menos una vez al día. Y es ahí donde viene la cuestión de este artículo: Los paseos de las mascotas por las calles que comparten con el resto de los vecinos de la población en la que habitan sus dueños.

¿Qué ocurriría si su mascota, suponiendo que la tenga, fuese marcando el mobiliario de su casa a placer, o hiciese “caca” por las esquinas de su vivienda? Quizás, usted, le daría una buena reprimenda a su mascota, porque diría que la educación es básica en toda relación. Claro que sí. Pero sí permite, que su mascota, al cruzar el mismo quicio de la puerta de salida y pisar la calle, vaya miccionando allá por las esquinas, y demás mobiliario urbano que le resulte hormonalmente atractivo por su fragancia perruna, ensuciando un espacio que comparte con el resto de los viandantes, contaminándolo con restos escatológicos además de creando temporalmente “casi una barrera arquitectónica”.

Porque, no me digan ustedes, ¿quién no ha pisado alguna vez la cagada de una mascota si no va mirando al suelo constantemente, vigilando nuestros pasos tal cual si anduviésemos por un campo de minas? El mobiliario urbano es de todos, de uso común y compartido, por lo que debemos de cuidar nuestro entorno todos, no solo los que no tenemos mascotas. La higiene nos aporta calidad de vida, y dice mucho del espacio en qué habitamos y con quienes lo compartimos.

Las barreras arquitectónicas, que las hay, y si no se han fijado, cuando salgan a la calle, levanten un poco la vista de la acera, y verán que hay muchas papeleras, señales de tráfico, farolas, entre otros parapetos esparcidos por la población en que viven. Imagínense estar impedidos, teniendo que tener que usar una silla de ruedas para desplazarse por la calle, con o sin ayuda, teniendo que elegir entre la barrera arquitectónica o la dejada escatológica de una mascota. ¿Eso es urbanidad? No, en absoluto. Los valores se aprenden y el respeto debe prevalecer tengamos mascota o no, porque la calle es de todos y para todos.

Que una mascota forme parte de nuestras vidas es magnífico, que cuidemos de ellas, fenomenal, pero he de decir que gastemos mayor cuidado, porque no justifica que habiendo otros mundos a los que tenemos más cariño descuidemos el mundo de todos.


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