2022-12-18
Una melodía delicada, creada por Luis Eduardo Aute, y un estribillo escrito por Jesús Munárriz reiterativo y preclaro: «Todo está en los libros». Esa sintonía histórica que resuena en la memoria de todos los que veían la televisión en los años ochenta es una de las mejor aprovechadas de la televisión en España, pues ha acompañado a Sánchez Dragó desde el programa Biblioteca Nacional, que se estrenó en el año del Mundial 82, hasta el más reciente Libros con uasabi, que hoy regresa a La 2 con una nueva temporada.
Desde entonces hasta ahora la televisión mantiene a los espacios sobre literatura escondidos en lugares minoritarios de la parrilla a pesar de lo mucho que la programación le debe a la letra impresa. El tópico quiere imaginar al Shakespeare contemporáneo como un resolutivo y prolífico guionista para HBO, pero eso no es más que una hipótesis. La realidad es que muchas de las grandes series que llegan a la pantalla tienen detrás un libro que las sostenga y que los grandes best-seller se han convertido en el material primigenio con el que muchos libretistas trabajan. Desde la épica Juego de tronos a la extraordinaria La catedral del mar. De la oscura Big Little Lies al superéxito El tiempo entre costuras o la sombría Una serie de catastróficas desdichas. Todo está en los libros. Pues empecemos por ahí. Hace algunos años cayó en mis manos una excelente obra escrita por Susan George, con el título: INFORME LUGANO, un decálogo de hechos premonitorios que poco a poco se ha convertido en una realidad insondable.
Un grupo de trabajo multitudinario, convocado por los líderes mundiales para analizar el futuro de la economía planetaria, llega a la conclusión que ésta está torpemente gestionada, bajo la amenaza de sus propios excesos se dirige hacia el colapso ecológico y es una mala candidata para sobrevivir a largo plazo. Según tales perspectivas ¿Cómo podrían los ganadores del juego de la globalización asegurarse un futuro confortable? Hay un modo, aunque sea pavoroso. El Informe Lugano se interna en nuevos territorios, armado de una lógica inexorable que va del diagnóstico más frío a la cura más estremecedora. Si esto es el futuro que nos aguarda, nos sentiremos impulsados a buscar opciones diferentes. En su apéndice y epílogo, la autora recusa las conclusiones del grupo de trabajo y propone soluciones alternativas. El Informe Lugano es el libro más ambicioso de Susan George hasta la fecha. En él, la autora asume una perspectiva totalmente diferente, mucho más audaz que en sus anteriores obras. Entre éstas cabe mencionar clásicos como: Como muere la otra mitad del mundo; La trampa de la deuda, Enferma anda la Tierra, El bumerán de la deuda y La religión del crédito.
El Informe Lugano retrata brillantemente, a través de los ojos de sus imaginarios, pero tan creíbles planificadores, un mundo hacia el que podríamos estar encaminados, lamentablemente. El libro se publicó en España en febrero de 2001 hace de esto veintidós años, y todas y cada una de las teorías, tesis y afirmaciones de la autora se han ido cumpliendo una a una, crisis, guerras, infracciones brutales, etc. Pero hace unos días leo con estupor un artículo de la misma autora donde afirma taxativamente que en España se está realizando el mayor experimento social de la historia.
Llego la covid y con ella el experimento social forzado de mayor escala que haya conocido la humanidad. Las dos olas de contagios han sido acompañadas de dos olas de aprendizajes; la incertidumbre sobre la tercera ola también se cierne sobre los cambios sociales que pueden acontecer en el futuro.
La primera ola trajo enfermos y muertes de forma inesperada. Imprevisiblemente también, nos hicimos conscientes de nuestra vulnerabilidad, del hecho de que la globalización no era tan racional como nos parecía, de que la distancia y la comunidad geográfica sí importan, de la relevancia de la vida del hogar y de la amistad, de las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la socialización, la educación y el teletrabajo, de la posibilidad de parar incluso aquellos procesos sociales y económicos que parecían vitales, de la amenaza inminente que supone el cambio climático así como las consecuencias de la explotación natural desenfrenada; en definitiva, de que es posible y necesario repasar los fundamentos de la organización social vigente. En esa primera ola el miedo y el dolor se mezclaron con esperanzas sobre cambios profundos que se podían hacer debido a la coyuntura.
La segunda ola ha sido distinta. Además del impacto sanitario-económico, adoptar una perspectiva de resiliencia a largo plazo y enfrentarse a la dura realidad de que cambiar las cosas es difícil no ha sido sencillo. El consenso sobre la importancia de la cooperación internacional y la unidad se disipó. Los partidos políticos abandonaron la tregua para explotar las diferencias. La gente empezó a su anhelo de socialización con cierta desconfianza hacia el comportamiento del otro y aparecieron los policías ciudadanos espontáneos. Los medios de aprovecharon de la covid para alcanzar audiencias el tiempo de la desinformación afectó casi tanto como el virus. La búsqueda del interés personal empezó a envenenar las manifestaciones previas de solidaridad y altruismo. Una dicotomía artificial entre salud y economía cristalizó. La duda sobre la racionalidad, coherencia y efectividad de las medidas del gobierno se instaló y las teorías de la conspiración crecieron.
Continuará…
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