2022-12-02
Hace algún tiempo me convertí en Consejero delegado y máximo accionista del transporte de bolsas de los distintos supermercados que cohabitan en esta urbe. Para pertrechar mi despensa, y proveerme de productos vitales necesarios para el correcto funcionamiento de este cuerpo que me “soporta”. Tengo que reconocer que mis primeros pasos en tan delicada e importante labor fueron dubitativos, alimentados sin duda por el desconocimiento del amplio mercado de productos y alternativas que colmatan y atiborran los luminosos lineales inventados para masacrar las debilitadas billeteras.
Como única referencia, utilizaba el insoportable y cansino catálogo de productos, con los que nos “machacan”, cual gota malaya, la “horrorosa” televisión (que más que un medio de comunicación) es un gran bazar catódico, que nos abduce y nos empuja a un consumo desacerbado y poco lógico (como era mi caso). Atrapado en este vórtice diabólico empujaba un carro por pasillos poco confortables, que de vez en cuando el “gurú” del pesebre, cambiaba para convertirte además en explorador de algún producto que te interesara, y no metamorfosear la visita a la “nave” con lucecitas y música ratonera, en algo rutinario, si no en una experiencia mística y adictiva. El perímetro del “continente con ruedas” ósea, carro, está milimétricamente calculado para aligerarte de manera precisa los “papeles de colores” que mueven el mundo. Después de esperar en una cola kilométrica –casi siempre-, eso sí, repasando mentalmente una y otra vez, que más necesito, y al no recordar nada, cojo un blíster de pilas alcalinas triple A (a precio de caviar Beluga Imperial) –por si alguna vez las necesito- expuesto estratégicamente en la cabecera de la góndola previa a la caja donde se certifica el deceso de tu tesorería. Después del tintineo constante del escáner y transformar el contenido del carro en bolsas (que por supuesto pagas a 0,15 céntimos el pelotazo) salgo de un “Xanadú” cada día con menos personal y más automatizado, y por supuesto infinitamente deshumanizado, cargando con cuatro bolsas casi colmatadas por un valor de 100 €. Esta “liturgia” es semanal con pocas variaciones de productos… ¡siempre lo mismo! empujo el carro, lo cargo, y el contenido lo transformo en bolsas. Pero poco a poco me voy dando cuenta que las bolsas son menos y el dinero gastado es el mismo (y sin comprar la magnificas pilas alcalinas que podrían alimentar de energía a un transbordador espacial en una misión de ida y vuelta a Plutón sin gastarse) –una locura-.
En enero de 2021 un kilo de muslos de pollo costaba 3,99 €, en marzo de este año 4,95 € y este mismo lunes 5,95 €. En las mismas fechas un calabacín costaba 0,79 €, en marzo del 2022 1,29 € y hoy 2,99 €. Y así un rosario de ejemplos de productos todos ellos de primera necesidad. Pero las subidas más significativas han sido las de los aceites comestible con un (71,2%), las harinas y otros cereales (39%) y la mantequilla (31,8%). Un estudio de la OCU indica que la cesta de la compra ha subido un 15,2% en el último año, el mayor nivel desde 1988, y que el aumento ha sido mayor entre los productos más baratos y las marcas blancas, con un alza media récord del 16,4%. La inflación general marcó en septiembre un 9%, frente a un 10,5 en agosto, sin embargo, nadie hemos notado la mejora –todo lo contrario-. Esta subida de precios está destrozando a muchas familias. En lo más básico, lo que afecta a las condiciones de vida del ser humano. Si eso falla, falla todo lo demás. Por ejemplo, si una familia grande antes se gastaba 400 euros al mes en la compra y ahora son 600, son 200 que deja de gastarse en otras cosas que también necesita. Esas renuncias pueden afectar a cosas intocables como es la salud. El precio de esos bienes de primera necesidad marcan la diferencia para los que menos tienen algo totalmente inadmisible en los tiempos que sufrimos. La escalada de precios vacía la cesta de la compra un 16 % de menos productos, un 10% menos en gasto y dos visitas menos al supermercado al mes. La inflación ya está provocando una caída en los tres indicadores clave para medir el consumo en los supermercados. Estos muestran que, tras un buen verano en el que la subida de precios no parecía tener aún impacto en el bolsillo, éste sí se aprecia ya a partir de septiembre: el ticket medio cayó un 10% y lo hizo también la frecuencia de compra y el tamaño de las cestas, según datos de Aecoc Shopperview y Gelt Data Facts, que han realizado un análisis de más de un millón de tickets de compra en el último año.
Se consolida así el consumo de austeridad que se lleva viendo estos meses con hábitos asociados a las épocas de crisis, como el mayor consumo de marca blanca o de compra en promociones. Esta contención se está notando sobre todo en el consumo de alimentos frescos, que son los que han experimentado los mayores incrementos en el precio en los últimos meses, cuyo consumo ha caído un 3,2%, según los datos de la consultora IRI Worldwide.
Y ahora para colmo las lucecitas y los villancicos, donde todos nos tenemos que atiborrar por decreto y estrujar de forma definitiva la faltriquera. Los parkings de carros vacíos se acumulan en las marquesinas hechas exprofeso para su cobijo. La gente pasa a su lado y los miran de soslayo, recordando los tiempos de la abundancia. Pero como todo es cíclico en la economía, ¡esto pasará! y volveremos a reconciliarnos con el carro de ruedas locas, que te lleva donde él quiere y se detiene donde le place.
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