"Y ahí empezó el problema…

2024-07-28

 

Burbujas venenosas

 

Siempre he tenido una rara y desconocida atracción hacia los tulipanes. No sé muy bien a que es debido, y el porqué. Cuando he pensado en regalar alguna flor, el tulipán ha encabezado una breve lista de lo que sería un presente floral. Incluso, con el tiempo, despertó en mí una cierta curiosidad por saber el proceso del cultivo y la época donde la floración es plena y se pueden encontrar la mayor variedad de colores y formas. Pero el tulipán no es solo una flor de vistosos colores, tiene varios significados en diferentes contextos. En el arte europeo, simboliza un corazón fiel y abierto a Dios, pero también a la fugacidad de los lujos mundanos. En general, representa una declaración de amor, especialmente el de color rojo, que simboliza una promesa de amor eterno. Otros significados incluyen: alegría y amistad (tulipanes amarillos), pureza e inocencia (tulipanes blancos), y realeza y elegancia (tulipanes morados). En el arte turco, los tulipanes se asocian con el paraíso, y eran un motivo común en las artes decorativas como los azulejos y los textiles durante el imperio Otomano.

Tulipa es un género de plantas perennes y bulbosas pertenecientes a la familia Liliaceae, originaria de Asia Central. Se cultivaban originariamente en la meseta de Turquestán, en los montes de Tien Shan, en el noroeste de China. Luego se introdujeron en Turquía, donde se convirtieron en un símbolo nacional. Posteriormente, se llevaron a Europa, donde se mejoraron sus variedades y se popularizaron en los Países Bajos.

Y ahí empezó el problema…

Hasta aquí este artículo podría parecer un relato ñoño de alguien con un cierto entusiasmo por la botánica, pero nada más lejos de la realidad. Este escrito trata de la ambición desmesurada y sin fronteras de este Homo sapiens, (en latín, “el hombre sabio”, —catalogación muy ligera dada por los antropólogos—, que habita de mala manera el tercer planeta de un sistema solar, que sin duda y como todo, dejará de existir). Va de la repetición de patrones malignos que, atreves de los siglos, nos empequeñecen como especie. Va de unos putos monos siempre cabreados, que de todo quieren más y más, y si es posible todavía más. Va de trapicheos, de negocios turbios, que terminan por arrastrar a millones de ingenuos incautos a la ruina. Va de lo peor del ser humano.

A long time ago, in a Galaxy far, far away…

Corría el año 1637. El 5 de febrero, en Holanda, se vendió un lote de 99 bulbos de tulipán por 90.000 florines. Teniendo en cuenta que el sueldo medio mensual de un ciudadano era de 150 florines y que se podía comprar un buey por 120, parece un precio excesivo a pagar por unas flores. No hubo que esperar mucho para que los holandeses reparasen en ello, ya que al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo de los preciados bulbos por tan sólo 1.250 florines y no hubo quien lo comprase. La que se había llevado a cabo el día anterior fue la última gran venta. A partir de entonces se desató una gran crisis económica en toda la zona. Pero, ¿cómo pudieron los precios del tulipán alcanzar tales niveles en los mercados holandeses?

Para comprenderlo debemos, primero, seguir el proceso por el que los Países Bajos, uno de los territorios que gozó de mayor prosperidad económica en la Europa del siglo XVII, se habían convertido en la vanguardia del nuevo capitalismo mercantil. Ya desde la Edad Media habían sido centro de comercio de la Europa occidental. Su éxito, que llevó al crecimiento sostenido de la población y de sus ingresos, tuvo su origen en la conjunción de los intereses del Estado y el sector más progresista de la población del momento. Ambas partes, conscientes de las pequeñas dimensiones del país y de sus escasos recursos, optaron por no apoyarse en la naturaleza y sí en una organización económica eficaz al buscar el crecimiento de la riqueza.

Una de las medidas decisivas para el desarrollo económico neerlandés fue la realización de ferias en ciudades como Amberes o Ámsterdam, donde compradores y vendedores podían acceder al comercio de una gran gama de productos.

En ellas se crearon las llamadas lonjas de contratación, o bourses, donde los vendedores exponían muestras de sus productos, lo que permitía a los compradores realizar transacciones bajo pedido a través de otro comerciante que actuase en nombre de ellos mismos, sin necesidad de desplazarse. En tales lonjas está el origen de las actuales bolsas de valores. Se dictó un nuevo orden legal que daba seguridad sobre las condiciones en que se realizaba la venta, al garantizar el envío de productos de la misma calidad que la de los pactados en las ferias. Además, había tribunales próximos a los mercados, a los que los comerciantes podían acudir si se sentían perjudicados, y notarios para registrar los contratos. También se daba plena difusión de precios, con la publicación de El boletín de las cotizaciones de Ámsterdam, punto de partida para cualquier negociación.

Y comenzó la locura del tulipán…

En una atmósfera como la descrita, en la que los habitantes disfrutaban de una prosperidad económica sin precedentes, apareció un producto que comenzó a percibirse como un artículo de lujo y ostentación: el bulbo de tulipán. Esta flor, de origen turco, que llegó por primera vez a Europa en el año 1554 de la mano de un embajador austríaco en la corte otomana, se convertiría en menos de un siglo en un símbolo de riqueza. Su nombre procede del turco tülbent, «turbante», en referencia a la forma que adquieren sus pétalos. El médico Carolus Clusius fue el primero que cultivó uno de estos bulbos en Holanda, y consiguió una producción masiva y barata. En un momento dado, un virus llamado mosaico atacó a las plantas, provocando que los pétalos de las flores infectadas luciesen franjas de gran contraste, parecidas a llamaradas. Estas nuevas variedades de tulipanes, cada una con su nombre, fueron muy apreciadas en el mercado. Ante la creciente demanda de tulipanes, los cultivadores pagaron precios cada vez más altos por los bulbos. En la década de 1610 su valor ascendió de manera importante. En 1623, por ejemplo, un bulbo costaba 1.000 florines. Una anécdota cuenta que un marinero recién llegado de un viaje se comió un bulbo de tulipán, desconocedor de su precio y utilidad. El dueño lo denunció e hizo que lo encarcelaran. Pronto se generó un comercio especulativo en torno al tulipán. Personas de toda condición social empezaron a invertir en estas flores, llegando a vender, para ello, terrenos y casas a precios de ruina, u ofreciéndolos como parte del pago. Todo el país invirtió cuanto tenía en este bien. Se había generado la ilusión de que en el mercado del tulipán siempre se ganaba y que siempre habría alguien dispuesto a pagar más por estas flores. Los críticos denunciaban que la población abandonaba las actividades económicas tradicionales para embarcarse en el comercio del tulipán. En 1635 hubo quien invirtió una fortuna de 100.000 florines en 40 raíces de esta flor. Al año siguiente una persona ofreció 12 acres de terreno edificable por una de las dos únicas raíces que había en Holanda de una preciada variedad de tulipán, la Semper Augustus; la otra fue adquirida por 4.600 florines, un coche nuevo, dos caballos grises y un juego completo de arneses. Hasta que llegó el mes de febrero del año 1637. Los más prudentes habían empezado a ver que la locura del tulipán no podía durar siempre. Los ricos ya no compraban las plantas para tenerlas en sus jardines, sino para venderlas con el 100 % de beneficio. Fue entonces cuando los precios cayeron en picado para no volver a recuperarse. Aparecieron los problemas para vender los lotes de bulbos y empezó a percibirse este hecho como un síntoma de agotamiento del mercado. Eran muchos los ciudadanos que tenían en propiedad unas flores que ya nadie quería comprar. Y comenzaron a vender sus bulbos de tulipán antes de que el precio bajase más. En lugar de bulbos se estaba sembrado el pánico.

Estalla la burbuja…

El miedo se extendió rápidamente, contagiando a todos los que, hacía apenas unos meses, habían liquidado los ahorros de toda la vida para comprar unos bulbos de tulipán, con la firme creencia de que estaban haciendo una inversión en la que los beneficios futuros estaban asegurados. Quienes creían que la pobreza había sido desterrada de Holanda se encontraron en posesión de unos bulbos que nadie quería comprar, aunque los ofrecieran a la cuarta parte del precio que pagaron por ellos. Mucha gente que había salido de la miseria volvió a ella de golpe. Ricos comerciantes se encontraron reducidos a la mendicidad, y muchos nobles vieron su casa y fortuna arruinadas sin posibilidad de recuperación. La floreciente economía de los Países Bajos, desarrollada gracias a las modernas ideas de algunas personas, había sufrido un duro golpe. Lo acaecido en Holanda con los bulbos de tulipán en el siglo XVII se estudia hoy como ejemplo de burbuja especulativa, pese a que existe cierta polémica entre los expertos acerca de si en realidad hubo burbuja o no. El caso es que fenómenos como el planteado suelen contar con un componente especulativo.

A lo largo de un período de tiempo determinado, el precio de un bien se dispara por encima de un valor técnicamente justificable. 

Llega un momento en que los inversores comienzan a percibir la diferencia entre el valor del bien y su precio, y entonces la burbuja estalla. En los Países Bajos hubo algunos ganadores, como los que salieron del mercado antes del desastre. Pero, sobre todo, hubo vencidos: los que liquidaron su patrimonio e incluso se endeudaron para invertir en unas flores que terminaron no valiendo casi nada. A nadie se le había ocurrido preguntarse qué pasaría a largo plazo en el mercado del tulipán.

La tulipomanía fue la primera burbuja especulativa de la historia, que arrastró a cientos de miles de personas a la pobreza e incluso a la miseria más absoluta. Detrás de todo estaba la codicia, la avaricia y una ambición desmedida. Pero posteriormente, y sin haber aprendido absolutamente nada de la historia, se produjeron otra serie de burbujas que pusieron al mundo al borde del abismo, dejando un reguero de cadáveres y frustraciones difícil de cuantificar. La burbuja de los Mares de Sur en 1717, el crack del 29, la caída de las empresas “puntocom”, las crisis de las hipotecas tóxicas. Todas con el mismo principio, están financiadas con créditos que al final el inversor no puede pagar.

Ahora estamos inmersos en una nueva burbuja, la burbuja de las criptomonedas, los famosos bitcoin. Este “tocomocho” se está cocinando a fuego lento, pero sin duda terminará por estallar, y en un mundo tan globalizado es difícil de prever las consecuencias, pero sin duda serán devastadoras. Nosotros, como especie a lo nuestro… haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, no hemos aprendido nada de la lección que nos enseñó el gentil tulipán.


 

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