Las pequeñas empresas fueron naciendo y desapareciendo sin conseguir un mínimo tejido industrial que garantizaran una cierta solvencia a nivel de empleo a lo largo del tiempo.

2023-01-15


Alboreaban los años 70, cuando un niño barbilampiño huérfano de escuela viajaba a “lomos” de un escueto Seat 600, blanco inmaculado, con un único extra…” andaba”. A bordo de este prodigio de la ingeniería española, serpenteando lo que después fueron carreteras, poniendo una distancia que con el tiempo seria definitiva, a una “Ítaca” añorada y siempre recordada por este Ulises de pantalón corto. Dejaba atrás una ciudad luminosa, de clima amable, donde todo le parecía elefantiásico y extraordinario. Donde las calles estaban vivas y vividas.

Con una frontera de azul fulgurante que limitaba una extensión de tierra casi infinita, conteniéndola con múltiples espigones y un puerto atiborrado de tecnología alienígena (visto desde los ojos de un niño feliz y aventurero). Enormes barcos atracaban día tras día venidos de ultramar, portando mil y una historia, dejando huellas de una manera u otra, en la ciudad… Málaga, siempre tú, Málaga.

El Argo enfiló la primera cuesta nada más arribar a un destino que con el tiempo seria definitivo. Ya no habría vuelta atrás. Penélope quedo sola para siempre. Después de la primera cuesta (Avenida de Granada), vino otra y otra, y mil más. Una ciudad de eterna cuesta que no quiebra jamás. El “alunizaje” se produjo a mediados del mes de julio en fechas cercanas a mi cumpleaños. Los estratosféricos 60 kilómetros hora que alcanzaba el bólido de fabricación española me permitieron ver por el rabillo del ojo un pequeño cartel que decía: JAÉN. Aunque yo seguía escudriñando los márgenes de la carretera buscando otro que dijera: BIENVENIDOS A MORDOR, porque el calor era parecido al del interior de un horno en una panadería de Kenia en agosto. ¡Empezamos bien!

Los años inexorablemente fueron pasando uno tras otro. En la misma entrada por donde El Argo accedió a la urbe (carretera de Granada) se construyó un pequeño pabellón polideportivo, eso fue en 1976 hace 47 años, con pocas mejoras y muchas deficiencias que hasta el momento sigue en pie. Todo esto dentro del complejo deportivo de La Salobreja, espacio este que albergo durante muchos años los eventos deportivos más importantes habidos en esta ciudad, pocos, pero alguno ha habido. A parte claro, está de los gloriosos triunfos del equipo de futbol del Real Jaén que coqueteo muchas veces con saborear las mieles de categorías superiores, pero que por muchas circunstancias quedó varado en las playas de categorías inferiores. A la izquierda observe un coso taurino que una vez (sigue igual que entonces) albergo la denominada corrida del siglo, del siglo pasado, por supuesto. En 1976 Jaén contaba con 88.123 habitantes y 46 años después según el último censo con 111.932, en ligera caída con respecto al año 2021. Son cifras casi inmovilistas, con un decrecimiento de las natalidades muy importante, cuestión esta no baladí que genera mucho desequilibrio generacional. Con una media de edad ciertamente alta y preocupante. Una tasa de paro en la población activa del 17,42 % (una de las más altas de España), todo esto sin contar con la “gatera” de los parados discontinuos que son datos no computables. Pero que ahí están.

Las pequeñas empresas fueron naciendo y desapareciendo sin conseguir un mínimo tejido industrial que garantizaran una cierta solvencia a nivel de empleo a lo largo del tiempo.

Jaén año tras año se fue convirtiendo en una ciudad anodina, donde nunca pasa nada, donde las decepciones son las verdaderas protagonistas, y los semblantes de la gente cada día más sombríos, decepcionados de todo y de todos. Puedes viajar al otro lado de la galaxia y volver y aquí no ha pasado nada.

Algunos ejemplos significativos a lo largo de estos años nos sitúan en la realidad de esta ciudad. Un parque acuático que se construyó, se equipó, y se dejó expoliar, ventana a ventana y puerta a puerta hasta desaparecer cualquier vestigio de su efímera existencia, –todo esto sin haber sido inaugurado-, los responsables de este “magnicidio” urbanístico escamoteados entre trifulcas políticas muy aburridas y partidistas.

Igualmente paso con el magnífico proyecto del mega aparcamiento en la zona de la alameda, un terreno necesario para otros equipamientos ocupado ahora por una estructura oxidada y decrepita que emerge como monumento al derroche de la/s persona/as que no se juegan su dinero y que funcionan a golpe de oropeles brillantes que causan ceguera a unos posibles votantes.

Pero el despropósito de los despropósitos, unas de las obras de carácter civil más importante de la historia de la ciudad, que además la desvertebro, sesgándola sin piedad, se está pudriendo irremisiblemente como el Titanic en el fondo del atlántico norte. Un proyecto mil millonarios que suscito una de las mayores controversias en la sociedad jiennense de los últimos años… ¡El tranvía! ¡Menudo negocio! Pero igual que en todo, la impunidad más absoluta. Y por supuesto lo un museo íbero sin contenido alguno, ocupando la milla de oro de la ciudad donde cualquier otra edificación hubiese sido muchísimo más provechosa y productiva. Los terrenos de la ciudad de la justicia ahí están sin poner un ladrillo, y como no, la eterna promesa de ciudad sanitaria sigue durmiendo el sueño de los justos. Y así decenas y decenas de cosas.

El niño creció, pero la ciudad continúa invernada. Y ahora el 28 de mayo elecciones municipales, para más de los mismo.

Hasta cuando Penélope, hasta cuándo.


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