2022-12-03


Un año para las elecciones generales y bastante menos para esas municipales, que Feijóo ha considerado “la verdadera moción de censura a Pedro Sánchez”. Vaya una falta de respeto y vaya desprecio insensato a los municipios y a quienes se dejan día a día la piel por sus vecinos, en muchas ocasiones en la más difícil de las coyunturas.

Un ayuntamiento es mucho más que eso; recomendaría a Feijóo que se acercase a ver trabajar a Julio Millán y a sus concejales y concejalas; o a algunos de los “Julio Millán” que pelean 24 horas cada día por sus conciudadanos. O Feijóo no sabe lo que habla, o le tiene muy poco cariño a los munícipes de su propio partido. Una cosa es entretenerse error tras error en un Senado que tan poco pisa, y otra, tratar como debe a los más de ocho mil ayuntamientos de este país. No vale solo con tener los medios limpiándole cada pifia.

Porque lo de buena parte de los medios es simplemente escandaloso en una democracia moderna. Ya, la hora de los informativos en televisión anima a “borrarse” de ellos, con tanta manipulación interesada, tanta pasión por los bulos y tanta cadena alineada en la lucha contra el gobierno, en un ejército mediático bien financiado por la derecha económica, que supongo desesperada cuando ve que no hay dinero ni mentiras suficientes para acabar con Pedro Sánchez y su gobierno. Esto, hace tiempo, se llamaba “línea editorial”. Aún quedan profesionales de ese periodismo, bastión de las libertades y de la verdad en una democracia.

Me pregunto ¿qué piensan las derechas cuando ven que las cosas salen? Que las medidas del gobierno funcionan, y que sus argumentos van cayendo uno por uno, obligando a cambiar el último guion con el que pensaban, por fin, acabar con ese “indeseable”, que está moderando en España la terrible inflación que atenaza a todo el mundo civilizado, que está trayendo inversión donde nadie quería invertir, que está haciendo que el resto de países miren con admiración hacia nuestro país.

El último capítulo son los insultos. Cuando no vale la mentira, cuando en el debate parlamentario no solo se pierde, sino que se hace el ridículo, cuando no hay nada que ofrecer frente a quien está trayendo soluciones y respuestas; ya sólo utilizan el insulto.

No hay miedo, no hay más que fuerza, valor, trabajo y responsabilidad, y los que hoy desprecian a los parlamentos y al gobierno, lo hacen a la democracia y a los españoles, cuya casa representativa es asaltada por la bilis que vomitan quienes un día y otro también “asaltan” la Constitución que dicen defender.


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