6-11-2022
Quién me conoce sabe que en casa se habla, se debate, se discute de política, en medio de un espacio convencido de izquierdas, en el que, no crean, no existe siempre acuerdo.
Hay tiempo también para acertijos y adivinanzas con la política, incluso para las chanzas o las bromas respecto de esa parte de la política que se da a ello, que no todo tiene que ser discusión agria ni profundo debate de ideas.
Con lo del candidato del PP a las elecciones municipales en Jaén tenemos un juego que puede parecer malicioso o diabólico, pero que en absoluto lleva maldad. Y es que de vez en cuando nos preguntamos cómo se llama. De verdad que no hay maldad ninguna; supongo que hay perfiles más fáciles de recordar. Pero no hay manera. Sé que es un nombre compuesto, y que le llaman por los dos apellidos, como a los árbitros de fútbol de antes, pero no hay manera de que lo recuerde.
Supongo que también tendrá que ver que apenas ha aparecido en la escena política de la capital. Me cuentan que al hombre le han dado una de esas Direcciones Generales de la Junta de Andalucía que no le quita mucho tiempo para ir haciendo su campaña en la ciudad, aunque se ve que no habrá tenido tiempo para empezarla o su partido no ve el momento.
Tal vez otro motivo sea la habitual confianza del PP de la capital en su marca. Pueden pensar, y quizás no les falte razón, que, si fueron capaces de ganar por abrumadora mayoría con un candidato como Fernández de Moya, cualquier nombre puede valerles. Aunque sería desdeñar el magnífico trabajo desarrollado por Julio Millán en los más difíciles tiempos que se recuerdan, y sería también reírse de la capacidad crítica de la ciudadanía de Jaén, a la que se querría tomar el pelo, directamente, sin ofrecer motivos de cambio ni una alternativa de verdad.
O que el propio PP local haya aprendido con ese ya apagado y decepcionante “efecto Feijóo”, que tan bien les fue en las primeras semanas tras su designación, y que se ha ido desinflando justamente en cuanto el personaje ha sido conocido, fundamentalmente por sus errores políticos, por su inoperancia como posible hombre de estado, y por su apresurado fracaso como alternativa de un Pedro Sánchez que le queda muy lejos. Es como si, a este candidato cuyo nombre se me escapa, prefiriesen designarle lo más cerca posible de las elecciones, y que no dé mucho tiempo para que produzca un desengaño parecido.
En cualquier caso, es extraño que un partido que no ha sido capaz de hacer la más mínima oposición en la capital en cuatro años, se empeñe en esconder un candidato, esperando que los astros se le alineen gratis, y que los concejales del resto de fuerzas de derechas que se presenten, VOX o Merece Más, les puedan permitir sumar. Pobre lectura hacen de la objetiva gran gestión de Julio Millán. Querer ganar el partido sin salir de los vestuarios nunca es buena idea.
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