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ALFREDO INFANTES DELGADO
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2024-08-25
Fanny Rubio
Poeta feminista distinta
Otra poeta linarense: Francisca Rubio Gámez; una experta en poesía española contemporánea, militante política, social y sindical, trabajó en las universidades de Granada, Fez y Madrid, e incluso ha sido directora del Instituto Cervantes de Roma. Feminista original, ha dirigido un estudio sobre El Quijote en clave de mujeres. Formó parte del grupo poético-musical Manifiesto Canción del Sur, que unió a los cantautores Carlos Cano y Antonio Mata. Ha escrito poesía (al menos, seis poemarios), relato, novela y ensayo. También ha publicado numerosos artículos en prensa y colaborado en televisión. Y, además, ha participado en numerosas publicaciones de crítica política, social y literaria; recomendable su ya clásica Poesía española contemporánea. Historia y antología (1939-1980), en colaboración con José Luis Falcó.
Dice Fanny:… yo soy una trabajadora obsesiva, y me gustaría morirme con la pluma en la mano como Pardo Bazán y como Carmen de Burgos. Dónde mejor que con tu pluma, o con tu boli, aunque sea barato. Hay otros que prefieren estar con su amor, o en su pueblo, en un barco, en un pozo, cada uno tiene su idea, pero para mí trabajar es la mejor estrella que me ha podido tocar. Una estrella que sigo, porque es para mí mi timón, es una estrella timonel.
Y también:… gracias a la poesía ves por qué aguanta Emilia Pardo Bazán que le hagan la faena con la cátedra que consigue y a la que le hacen boicot para que se aburra. ¿De dónde saca fuerzas para salir de allí al Ateneo, a la Institución Libre de Enseñanza…? Pues de los poemas, porque son los que le dicen que está a los dos lados del espejo y sabe perfectamente lo que pasa, cosa que el ensayista no hace, que pasa sus crisis, se suicida o entra en la Academia. El poeta sabe que no pasa nada, y doña Emilia es así; Carlos Bousoño es así; Dámaso Alonso es así; Rafael Morales es así también; y Sabina de la Cruz, la mujer de Blas de Otero; y Carmen Conde, que estaba en los pasillos porque la vetaron y la dejaron sin aula en la universidad.
En su web (fannyrubio.com), y en otras muchas, podéis leer y conocer cosas sobre esta poeta; y aquí os dejo algunos poemas suyos. Que los disfrutéis:
El rey Almutamid
Soñaba en su lecho el rey soñaba de madrugada que entre las ondas del río buscaba manzanas blancas.
Noche de miedo en Sevilla víspera de la batalla.
El aviso de la luna no pudo parar el agua ni las estrellas alerta lograron servir de nada. La ramita de arrayán que su frente perfumaba por Guadalquivir abajo de su mano se escapaba.
Noche de miedo en Sevilla víspera de la batalla.
Hasta la mar perseguía las danzarinas de nácar que le rizaban de espuma el filo de sus pestañas Y el rey Almutamid en el sueño contemplaba la dulce fruta de nieve que en los espejos temblaba.
Noche de miedo en Sevilla, víspera de la batalla.
En Sevilla, Almutamid abrió los ojos al alba cuando el sol enrojecía en la ventana más alta. Y ni amanecer halló ni arrayán bajo la almohada ni del agua el dulce nido donde vio manzanas blancas.
Soñaba en su lecho el rey, soñaba de madrugada, que entre las ondas del río buscaba manzanas blancas.
Por este bello frasco hoy soy capaz de terminar tu historia. Míralo entroniza do: sólo una de sus gotas marca el lí- mite de tu perímetro sobre la sábana e inspira el adjetivo justo del antiguo deseo.
Debo reconocer que en otro tiempo sentí hospitalidad donde hubo aroma. Pensé yo que adoraba el gesto hidalgo, la soterra da tecla, el paseo ilustre sobre un fla- mante coche de alquiler y la llegada de tu bondad legisladora (doble llave) cual si viniera de celebrar sus Cortes de Toledo. Mas no fue el hombre sino
su bálsamo lo que acotó la seductora geografía. No fue la voz acariciante, las ínsulas soñadas, el último dietéti- co capricho -tu zona de poder- en mi despensa lo que inundó de luz la tarde pudorosa
sino el viento que ataba la prolongación tenue de mi desasosiego. Ay, portero de noche, dulce mío, te debo confesar que fue la huella del perfume que se extendió en tu cuerpo lo que yo amé
y él sólo fue partícipe y testigo de la hermosa mentira.
***
Un mundo que ganar
Emulsión regeneradora, lucimiento Marga- ret Astor. Ni una sola espinilla sobre la pierna tersa, suave, vispereada con pura cera virgen. El muslo perfumado con co- lonia infantil (colonia para todos) la única demagógicamente soportable. Super- ficial contacto de leche limpiadora, ma- quillaje mínimo, simple tono, suéter y pantalón vaquero.
Movimiento rítmico salvador de los sába- dos noche paz vuelo de matrimonios de la década: estudiar los rincones de la ca- sa, combinar el realismo social de los se- senta con el pop, ajustar el espacio entre los Saura, Guinovart, con un póster de Antonio Machado, no es comparable a la co- modidad de estar charlando (soñando) pro- yectando en el histórico reducto solida- rio al sabor de los quesos, la disten- sión del vino, el apoyo moral:
-Lo hacéis muy bien. En casa lo mismo. No hay un solo cierre. El cuerpo desnudo de los dos lo aceptan con naturalidad. Iván compara ya su pito con el del padre.
Médicos, arquitectos, abogados, profeso- res con asistenta y R5, votantes de iz- quierda, dicen al sol: cerrad la puerta rom- pieron los cristales y nos llevaron el cassette, son drogadictos que van prime- ro a la farmacia.
De profesiones liberales: primero van a la farmacia, luego se encierran, no escucháis la música los jóvenes. Al sol moderna- mente aparcando sus R5 hacen la compra, cambian los pañales de sus bebés, no son enemigos de la fregona, se tutean en los ascensores, eficaces: ¿Sois de la asocia- ción? Están al día del anticonceptivo que ellas toman: ejecutivos de los años ochen- ta al sol de la urbanización.
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Venus dormida (1)
Aunque pinceles amarillos rodaron ya en la tierra sobre las bóvedas caídas, mi pie protesta entre las sábanas.
No hay carros llameantes tras el desfile de carrozas al sol de mediodía sino un corcel empecinado y verde que dispersa, cual viento, plumas de ave degollada
y el río del revés que fue pleamar de toses me coloca sus algas de peluca.
Luego, con las orillas despuentadas, lograron recostarme como una ausencia ecuestre que al fondo se buscase.
Todo el no ser echado sobre este omóplato bendito.
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Paco Rabanne: In memoriam
Por este bello frasco hoy soy capaz de terminar tu historia. Míralo entroniza- do: Sólo una de sus gotas marca el lí- mite de tu perímetro sobre la sábana e inspira el adjetivo justo del antiguo deseo. Debo reconocer que en otro tiempo sentí hospitalidad donde hubo aroma. Pensé yo que adoraba el gesto hidalgo, la soterrada tecla, el paseo ilustre so- bre un flamante coche de alquiler y la llegada de tu bondad legisladora (do- ble llave) cual si viniera de celebrar sus Cortes en Toledo. Mas no fue el hom- bre sino su bálsamo, lo que acotó la seductora geografía. No fue la voz aca- riciante, las ínsulas soñadas, el último dietético capricho—tu zona de poder— en mi despensa lo que inundó de luz la tarde pudorosa sino el viento que ataba la prolonga- ción tenue de mi desasosiego. Ay, por- tero de noche, dulce mío, te debo confesar que fue la huella del perfume que se extendió en tu cuerpo lo que yo amé y él sólo fue partícipe y testigo de la hermosa mentira.
***
Dresde
Tu espalda ya era hija del cisne y del estruendo.
Llegué a la hora que el cazador de medianoche daba los últimos bandazos.
Seguí tu rastro mineral y en el camino la corona de un principe polaco rodaba entre columnas degolladas.
Pude escuchar el crepitar, sobre una cúpula, de la última gota de plomo.
Tanto desguace vino a mi pupila que supe por el soplo de los fuegos que debía comenzar desde la sombra a deletrear tu ruina de templo arponeado, a conocer, hacia el agua redonda, el curso remoto de la hormiga.
Así, sentada dentro de mis ojos, al borde de la espada ceniza busqué atender el verde pulso de la abeja expectante en el fruto calcinado y tenuemente dejé caer los dados que me anunciaran en la noctuma pausa, Dresde, cómo sería tu amanecer.
***
Apostilla en la calle Praga
Me dices que a tu espalda solo la noche existe.
Así conquistas mi índice sesgado por el plomo aconsejando cómo han de sortearse las fronteras con las aletas de la frente.
Y te acompaña un dulce resbalar de cetáceos por la raíz del agua mientras un pulso helado de plata escurridiza olvida sus escamas en el columpio de la nieve.
En cambio, ellos son fuertes en el bosque. Sus gatillos aguardan las señales de humo que han de bajar del cielo.
Lo que ocurre es que antes del disparo en los ojos una mano allá arriba considera oportuno suspender el rodaje.
***
El agua se escapaba de las manos
El agua se escapaba de las manos horadaba los cuerpos en la noche dejando allí su huella transparente. El agua entre las sábanas seleccionó sus tonos dejó un cierto poso de luz sobre los gestos. Y sobre el aire del albor un blanco para inventar palabras sobre un tiempo de mapas y de lunas. |
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