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SEBASTIÁN LÓPEZ MATEOS
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2024-12-15
Mejor reformarla que…
Con motivo del 34 aniversario de la aprobación de la Constitución, se han publicado algunas encuestas referidas al grado de conocimiento que la población española tiene de la Constitución y, sin entrar en detalles, el resultado es, cuando menos, llamativo por el grado tan bajo de conocimiento. De entre las razones que se dan para tal ignorancia, algunas respuestas son más que significativas: “para lo que sirve ni falta que me hace conocerla”. Todavía es más preocupante que un amplio porcentaje de la población joven, comprendida entre los 16 y los 35 años, piense que no le importaría que hubiera un régimen presidido por un jefe de gobierno que no tuviera que dar cuenta de su política al parlamento, es decir que no le importaría que hubiera una dictadura.
Para qué entonces una Constitución, pensará.
Conviene recordar que, según opinión generalizada, estamos ante los jóvenes mejor preparados de nuestra historia. Ante esto cabe pensar que algo está fallando.
No puedo dar cuenta de cómo se celebra en nuestros colegios el Día de la Constitución en la actualidad, aunque puedo intuirlo, pero sí puedo decir cómo se hacía cuando ejercía mi profesión de docente: dibujando una bandera, redactando una semblanza del rey o izando la bandera en el patio era lo más frecuente y socorrido para cumplir con el trámite. Hacer un trabajo y un debate sobre los artículos que recogen el derecho a la vivienda, a un trabajo digno y remunerado suficientemente para llevar una vida digna, debatir de las consecuencias de haber padecido una dictadura… era poco más que cosas de maestras y maestros rojos que les gustaba mucho meterse en política.
Y de aquellos polvos estos lodos. Si se ha estado obviando durante décadas el cumplimiento de gran parte de la Constitución, especialmente los sociales, no nos debe sorprender que hoy se considere a la misma como papel mojado. Si el artículo 47 de la llamada Carta Magna dice que todos los españoles, y españolas digo yo, tienen derecho a una vivienda digna y al mismo tiempo se ha permitido que miles de viviendas se hayan vendido a precios de saldo a los llamados fondos buitre, mientras que miles de familias han sido desahuciadas, sin que el Estado lo haya impedido, no podemos extrañarnos que todas estas personas no crean en la Constitución que proclama un derecho frecuentemente vulnerado.
Dice la Constitución que los extranjeros gozarán de las libertades públicas en los términos que garantiza la ley…
mientras que representantes elegidos por los españoles, enmarcados en el espectro ideológico de la ultraderecha, vociferan en los parlamentos consignas negando a los inmigrantes derechos y libertades recogidas en la Constitución en su artículo 13.1. De todos y todas es conocido cómo el gobierno español y la derecha española no son capaces de ponerse de acuerdo para distribuir en residencias dignas a niños inmigrantes no acompañados que esperan hacinados en las islas Canarias.
Cuando se convierte a la Constitución en objeto fosilizado, utilizada para proteger los intereses de minorías y contra los intereses de la mayoría social, no nos debe espantar que haya tal grado de indiferencia, de rechazo y que se tenga opiniones tan llamativas como las reflejadas anteriormente.
Si, tras un tercio de siglo, no se ha encontrado ni tiempo ni motivo para reformar una Constitución claramente obsoleta en aspectos como el medioambiente, el feminismo, la protección de servicios básicos, las pensiones, la sanidad, la educación, la vivienda… y nuestro modelo de Estado, incluida la jefatura del mismo, no nos debe extrañar que amplios sectores de población piensen que la Constitución es papel mojado.
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