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SEBASTIÁN LÓPEZ MATEOS
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2025-02-09
Democracia o caos
¿Qué sabe el pez sobre el agua donde nada toda su vida? Esta pregunta de Albert Einstein habría que hacérsela a tantos jóvenes, y no tan jóvenes, que, según las encuestas, se decantan en las elecciones por fuerzas de la ultraderecha herederas de las dictaduras y el fascismo que en el siglo pasado nos llevaron a las guerras más sangrientas de la historia: la II Guerra Mundial, en la que, según diferentes fuentes, se puede cifrar el número de muertos entre 60 y 85 millones en todo el mundo, y a la Guerra Civil española en la que murieron 600.000 personas y, al menos, 50.000 más, víctimas de la represión franquista una vez terminada la guerra.
Estamos en estos últimos días un tanto atónitos, aunque ya lo veíamos venir, por la deriva a la que nos están llevando tantos “salva - patrias”, llámense Trump, Milei, Meloni…
Nos deslizamos por una pendiente que nos conduce sin remisión a un abismo sin fondo. Los que, con esperanza, abrazamos la democracia, tras el largo periodo de la dictadura, con la vista puesta en un país decente, donde pudiéramos vivir en libertad, igualdad y fraternidad volvemos otra vez, en el último periodo de nuestras vidas, a la incertidumbre, también con cierta angustia y temor, de cuál va a ser el futuro que nos espera, aunque, para ser sinceros, el temor que nos envuelve es por el de nuestros hijos, hijas, nietos y nietas.
No fue muy difícil experimentar mejoras en el día a día en nuestra sociedad, tras la muerte del dictador y la entrada de la democracia, a pesar de las turbulencias políticas en las que vivíamos, pues veníamos de un desierto y una gota de agua nos parecía la propia vida. El transcurso del tiempo nos ha ido conduciendo al aquí y ahora en el que amplias capas de la población, entre ellas un amplio espectro de jóvenes, están apoyando, ya sin complejos, a fuerzas que, también sin reparo alguno, defienden el fascismo y el golpismo (véase el resultado de las elecciones de los EE. UU. apoyando de manera rotunda a un golpista que amparó el asalto de sus seguidores al Capitolio).
Los jóvenes de mi generación crecimos con la perspectiva y la aspiración de tener una vida mejor que la de nuestros abuelos y nuestros padres; los jóvenes de hoy no solo temen tener una vida peor que la de sus progenitores, sino que ya la tienen, lo que los llevan a posiciones escépticas, que a su vez los conducen a la conclusión de que la política no les vale o, aún peor, a escuchar las posiciones y las proclamas “salvadoras” de la ultraderecha.
Si la democracia no es capaz de garantizar una vida digna, sin sobresaltos, el riesgo de involución está servido. Siempre ha sido así. Hoy los jóvenes no pueden acceder a una vivienda, se ha producido un retroceso evidente en derechos como la salud y la educación, si consiguen un trabajo éste no les garantiza que puedan cubrir sus necesidades más elementales, no dejan de anunciarnos, un día sí y otro también, que las pensiones no están garantizadas, etc.
Cuando el capitalismo no tiene la garantía de que el sistema democrático no le garantiza el cumplimiento de su interés supremo, que es la acumulación insaciable del capital, recurre a los sistemas totalitarios como remedio inmediato. Tiene medios económicos, mediáticos, judiciales, políticos y de fuerza que no duda en poner a su servicio, saltándose cualquier tipo de sistema democrático, jurídico y ético. Milei, Trump, Bolsonaro… son claros ejemplos en la actualidad, y no digamos los del pasado, como Chile y Argentina.
Con la irrupción del nuevo presidente de los EE. UU. en el tablero político mundial amenazando hacerse con Groenlandia, convertir a Canadá en el estado 51 de su Imperio, expulsando y encarcelando en Guantánamo a miles de inmigrantes, tratándolos como delincuentes, dando por hecho que la Franja de Gaza la va a controlar, es decir se la va a quedar… y todo ello saltándose las resoluciones de la ONU, y todo el sistema jurídico internacional, qué nos falta ver más para saber que estamos en un estado de excepción por el que nos despojan del escaso derecho internacional que regía para que hubiera un mínimo orden internacional.
No me preocupa tanto que existan este tipo de personajes gobernando importantes países en el mundo como que haya millones de personas que los apoyen. Las democracias, sus actores, y la sociedad no son ajenas al problema que se ha creado.
Frente a los negacionistas, a los propagadores del odio, a la ultraderecha, al fascismo la sociedad decente, los partidos democráticos deben articular un plan que tiene que pasar por la profundización de la democracia, la participación de la sociedad civil y el fortalecimiento de sus instituciones para hacer frente a los usurpadores del poder que, desde dentro del sistema y de sus instituciones, están haciéndolo saltar por los aires.
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