SEBASTIÁN LÓPEZ MATEOS 

"No tengo la menor duda de que si se hubiera gestionado mejor la situación, se hubiera minimizado las gravísimas consecuencias de la Dana.

2024-11-17

 

Ante la tragedia, el pueblo

 

Son varios los días que han pasado desde que la Dana descargó con furia sobre Valencia y otros puntos de Castilla-La Mancha, Andalucía y Cataluña, produciendo una de las catástrofes más trágicas en nuestro país de entre las conocidas hasta ahora. Nada ni nadie puede borrar el tremendo horror que se siente al contemplar las imágenes que se nos muestra: la destrucción de viviendas, de infraestructuras viarias, de colegios, de centros de salud, de cultivos y talleres… y, por encima de todas, las vidas destrozadas, tanto de los que la han perdido, como las de los familiares y amigos que han visto cómo en unos minutos les ha sido arrebatado todo lo más amado, sus seres queridos. Y la pregunta que me asalta tras estos días es: ¿se podría haber evitado? Está claro que la Dana es la consecuencia de la meteorología y ha sido inevitable, pero lo que pienso a continuación es si se hubiera podido evitar, o al menos, reducir, la pérdida de vidas humanas.

No tengo la menor duda de que si se hubiera gestionado mejor la situación, se hubiera minimizado las gravísimas consecuencias de la Dana.

Tampoco tengo la menor duda de que si se pudiera volver atrás, los responsables de la gestión de la catástrofe actuarían de otra manera más diligente y consecuente con la inimaginable situación producida. Y tampoco tengo la menor duda de que el máximo responsable, el presidente de la Comunidad Valenciana, Sr. Mazón, ha tenido una actuación negligente por no haber tomado la principal, y primera medida, la prevención de la catástrofe. Y esto debe y tiene que tener inmediatas consecuencias políticas.  

Es difícil pedir tranquilidad, sosiego y prudencia a un ciudadano que lo ha perdido todo cuando se manifiesta en medio de una situación tan dantesca como la de Valencia, sin embargo, sí debemos exigir a los que, cómodamente desde la mesa de una tertulia o algún personaje famoso, se pronuncian y opinan sobre lo ocurrido y las medidas que se deben tomar. “Los políticos deben dejar de tirarse los tractos a la cabeza y comenzar a tomar medidas”, “estamos en un estado fallido y esto tiene que cambiar”, son algunas de las afirmaciones oídas.

Primero, me parece irresponsable y tendencioso, hablar de políticos en general y no de algún político o política en particular; y segundo, hablar de un estado fallido tan alegremente es, cuando menos, imprudente y, si se me apura, es propio de la más supina ignorancia o, más grave todavía, de una actitud fascistoide. Porque ejemplos hay para negar tales afirmaciones, solo hay que tener la agudeza de separar el grano de la paja.

No tenemos que remontarnos a la Prehistoria para acordarnos de la grave crisis que vivimos en la Pandemia del COVID-19 y cómo se remontó gracias a la actuación coordinada de muchos Estados, según algunos fallidos; tampoco hace tanto tiempo que en la isla de La Palma la erupción del volcán Tajogaite arrasó a gran parte de la isla y el Estado actuó, seguramente con algunos problemas y no con la celeridad que les gustaría a los afectados, para solucionar las graves consecuencias que tuvo la erupción. Y en esta ocasión el Estado ya ha tomado medidas que se están poniendo en práctica.

Que se puede criticar actuaciones, declaraciones y actitudes de determinados políticos, tanto del gobierno como de la oposición, sin lugar a dudas, pero eso no debe servir para no dar la relevancia y la importancia de las medidas que el Estado, ahora con este gobierno de coalición de PSOE-SUMAR, está tomando. Su eficacia y acierto se verán.

La crítica necesaria e imprescindible en una sociedad libre no puede ocultar la importancia de las actuaciones del Estado, que, por cierto, no siempre ha sido así.

Tengo muy presente cómo, este mismo Estado, actuó en la crisis financiera de 2008 modificando el artículo 135 de la Constitución, con un acuerdo exprés entre el PSOE de Rodríguez Zapatero y el PP, para priorizar antes el pago de la deuda a los bancos que atender las necesidades de gran parte de la población que perdió los empleos y sus viviendas (no estaría mal en un próximo artículo reflexionar sobre la concepción que el liberalismo, y las derechas que lo apoyan, tienen del Estado y la que tenemos los que aspiramos a una sociedad más justa e igual).  

El dolor y la muerte es difícil de asumir y, a pesar de ello, hay motivos para levantar el ánimo cuando, ante la tragedia, vemos cómo miles y miles de voluntarios y voluntarias de todo el país ponen lo mejor de sí mismas para ayudar a la población que ha sufrido esta catástrofe tan espantosa.


 

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