6-11-2022
Gran parte de las noticias diarias conllevan una considerable agonía mundana. La racionalidad comienza a desaparecer. Vivimos en un mundo donde predomina el miedo a cruzar la esquina, abrir la puerta del hogar, caminar por la calle, conversar con un desconocido y confiar en el prójimo. Anoche soñé que una disputa llevó a una persona a caer voluntariamente al vacío, escapando así de la mano sentenciosa. Arrastró consigo bloques vecinos, partiendo por la mitad ventanas, descansos nocturnos, y la apacible tranquilidad de un hogar.
Derrumbó techos y tabiques, llevándose otras vidas exentas de culpa. Quizá esta pesadilla quiso advertirme que un simple altercado puede destruir la sólida racionalidad que puede tener el individuo y su verdugo o dos aparentes personas capacitadas para mantener una madura conversación. El ser humano mantiene una difícil pero sólida relación con su entorno. Convivir no debería ser un problema, y, sin embargo, lo es. ¿Cuándo aprenderemos que la mejor arma para un conflicto es el diálogo? Cómo dice Pablo D´Ors en su libro biografía del silencio: Nos hemos sobrevivido a nosotros mismos: hay biología, pero no biografía. Este hecho constata que, en un mundo rebosante de experiencias, estamos absortos en una idealización surrealista de la vida, cuando el arquetipo soñado de ésta debería ser meditativa, reflexiva y contemplativa. Nos estancamos en el inconcluso movimiento de nuestro cuerpo. Paralizamos nuestra voz. El camino se antoja largo y angosto. El cielo muestra sus dientes azules cuando rebosa de amplia felicidad y se torna gris cuando la nube le pisa por encima y hace cohibir su color. Más allá de nosotros mismos existe una alianza interestelar que no podemos agarrar con nuestras manos, pero si con nuestro espíritu y constancia. Millones de incógnitas orbitales que estallan y brillan sin que podamos verlo, siquiera percibirlo. La frase: lo esencial es invisible a los ojos, es innegable. El sueño anticipa un temor oculto que salió a la superficie cuando me abandoné a la somnolencia. Ese miedo siempre existencial, cuando creemos que nada puede salir mal; que hacemos nuestros habituales quehaceres y que la mañana continúa hacia adelante, nunca hacia atrás. Se piensa sobre el futuro que está por venir. Lo que se anhela y espera del mañana. La pesadilla estuvo días en mi mente. La evocaba. Quería entender su significado. La respuesta me llevaba al miedo racional que siento cada día y del cual me empapo inevitablemente de los demás. Tiembla a nuestro alrededor una inestabilidad que podríamos lidiar sino fuera sacudida por inquietas y perversas manos. Somos juguetes de cuerda, esa caída inevitable que sucede cuando la primera ficha del juego pierde el equilibrio. Somos tierra disuelta, carne despojada de su piel, un aliento entrecortado. Era esto lo que el sueño tal vez pretendía revelarme, esa otra cara de la personalidad que ocultamos en trasfondos de tejidos. Ese injustificable grito que acarrea una circunstancia con desdichado final. ¿Cuánta paciencia puede contener una palabra seguida de su consecuencia?
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