05-06-2022
Una parada necesaria en las ramblas: la Boquería. El mercado más grande de Cataluña, albergando en su interior trescientos locales. Desde puestos de fruta, hasta carnicerías, pescaderías, puestos de jugos de fruta (muy ricos, por cierto, y una de mis mayores pasiones), puestos de tapas internacionales, puestos de jamón ibérico y un largo etcétera. No te aburres para nada. Entrar en la Boquería es como entrar en un mundo aparte. Uno de esos emblemáticos lugares que viajan al pasado. Nada más entrar una amalgama de
olores flotan. Dulces, salados y especias. Siempre está repleto de gente, especialmente los fieles compradores de barrio y turistas. Es una experiencia gastronómica que da placer al paladar. Antiguamente eran puestos ofrecidos al aire libre, cuyos vendedores y mercaderes vendían sus productos antes de que la ciudad se saliera de sus murallas. Antes hubo un convento que fue incendiado por un motín anticlerical. En su lugar construyeron la Boquería, también llamada mercado de San José. Las ramblas tienen una belleza rica. Tienen algo especial. No me canso de pasear por ellas. No todos los sitios hacen que sientas esa conexión mágica de volver una y otra vez y sentir que es como la primera vez. En ellas, encontramos miles de puestos que ofrecen helados, prensa, souvenirs, flores, plantas y restaurantes con terrazas. A ambos lados de ellas encontramos hoteles, museos y miles de callecitas enrevesadas. Llegando al final, vemos lo más divertido, una hilera de pintores que ofrecen su arte al callejero. Retratos y caricaturas. Llegando al puerto, vemos estatuas humanas, disfrazadas de curiosos personajes. El turista se lo pasa bien, experimenta el don de la observación y si deposita una moneda el artista mueve su arte para el asombro de sus observadores. Desembocando en ellas está la estatua de Colón y el puerto de las golondrinas, lugar donde sin duda disfrutarás de veleros, puestos de gofres y barcos que ofrecen rutas por mar. Muchas veces me he sentado en un escalón de piedra que hay en el puerto, cerca del puente de madera que conduce al centro comercial maremágnum y he observado gustosa el plácido vuelo de las gaviotas. Es un lugar dónde sientes calma mental. Un lugar para relajarse. Destaco el Pasatge de la Banca, donde se encuentra el museo de cera y al lado un precioso y original bar llamado: El bosque de las hadas. Nada más entrar te conviertes en un personaje élfico. Miles de árboles ficticios rodean los techos, una luz tenue alumbra el local, hay pequeñas fuentes y hadas. El local ofrece cafés, cocteles y tentempiés. En ocasiones hacen un llamamiento a la lluvia, es decir, cae una tormenta ficticia cuyos relámpagos son creados por los efectos de la luz. Es bastante divertido y placentero. Uno de mis lugares favoritos de Barcelona. Un lugar mágico que aconsejo visitar. Carlos Ruiz Zafón las nombra en su aclamado libro “La sombra del viento” que dice: Desgranaban los primeros días del verano de 1945, la Rambla de Santa Mònica en una guirnalda de cobre líquido”
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