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JUAN CANO PEREIRA "Pasados cincuenta años de la muerte de Franco, en esta España de hoy, con... |
2025-05-18
Tiempos de la Mandrágora
«Mil años tardó en morirse», decía aquella canción que Sabina le dedicó a Franco, muerto seis años antes, en su disco compartido con Javier Krahe y Alberto Pérez, acompañados por la maestría de Javier Sánchez a la guitarra, unos meses después del intento de golpe de Estado del teniente coronel Tejero. Una histórica grabación que reflejaba la frescura y desfachatez que esta troupe derramaba en cada actuación sobre el público de un pequeño local madrileño, La Mandrágora, que además dio nombre a aquel trabajo.
Pasados cuarenta y muchos años, hoy vuelvo a escuchar este disco que tanto me acompañó durante mi adolescencia y, confieso, lo he hecho empujado por la lectura de El asesino Franco, último libro de J M Coher (pseudónimo bajo el cual Jose María Hermoso firma sus libros), donde el autor cede su espacio (más de cuatrocientas páginas) a la memoria de las familias de veintiún represaliados (fusilados y arrojados sus cadáveres después a fosas comunes) de los 160.000 muertos que ocasionó la represión franquista, de los cuales, 50.000 de esas víctimas fueron «ajusticiadas» durante «la paz de España» que sucedió al «contubernio de hordas comunistas y judeo-masónicas»; que diría el propio dictador en uno de sus enardecidos discursos.
Pasados cincuenta años de la muerte de Franco, en esta España de hoy, con sus abogados cristianos de piel bien fina, Joaquín Sabina se las habría visto con toda probabilidad en los tribunales, a cuenta de la letra de ese «Adivina, adivinanza» que nos hartamos de cantar entonces, celebrando y riéndonos —por no llorar— junto a su autor, de que el dictador hubiera muerto, al fin, aunque lo hiciera sin haber rendido cuentas por los crímenes cometidos por la represión que ejerció tras la guerra sobre los perdedores.
Es más, pasados esos cincuenta años, me consta que Hermoso está recibiendo muchas quejas a diestro, e incluso algunas a siniestro, respecto del título de este oportuno y necesario ejercicio de memoria histórica.
Puede que Sabina ya no se sienta identificado con esta canción, incluso que, tras mucha vida de por medio (incluidos la gloria de la fama, un ictus, caídas y excesos varios) ya no sea tanto —o casi nada— de izquierdas, porque tenga, según él, «ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando», pero esa letra, incluso el principio del pasodoble «Suspiros de España» que introducía el tema, forman parte desde entonces de mi memoria histórica, espoleada hoy por las dolorosas experiencias de los familiares de esas veintiuna víctimas que Jose María Hermoso ha expuesto tal cual lo sienten y expresan en un libro de título obvio; porque lo blanco es blanco, como lo negro es negro, y quien mata es un asesino.
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