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JUAN CANO PEREIRA " |
2025-09-21
No con mi silencio
Me niego a escribir una palabra más sobre la Vuelta a España. Me produce una pereza insuperable siquiera pensar en la participación de España en Eurovisión, y no digo ya, exponer mi opinión razonada al respecto. No voy a contribuir al ruido mediático con una enésima disquisición sobre lo que es o no genocidio. Y si alguien me viniera a pedir algo al respecto, definitivamente no escribiría mi artículo esta quincena en Libreopinante.
Afortunadamente, para quienes colaboramos en esta publicación, y como su buen nombre indica, aquí se es libre de escribir sobre lo que a uno le venga en gana, aunque la trampa está en la pasta de la que estamos hechos quienes formamos parte de esta familia de locos opinadores altruistas. Y es que, no lo podemos evitar, pues la querencia nos lleva siempre al mismo lado: aquel donde la vista y las palabras, entre otras cuestiones, se escoran hasta enfocar las injusticias.
Por eso que, toda la negación con la que me alimento en mi primer párrafo, toda esa rabia contenida, todo el cansancio que se acumula en mis huesos de oír una y otra vez, barbaridad tras barbaridad, a los defensores de lo indefendible —que digo yo, ¿qué intereses esconderán estos para andar ahí en una infatigable y exacerbada defensa de lo indefendible?—; toda esa mala jindama que me produce la almorzada de porquería que sueltan por sus bocas me la guardo yo para tomar impulso y defender un día sí y otro también la única idea de todo esto que, creo, no debe caer en saco roto: hay quien se ha propuesto eliminar al pueblo palestino de la faz de la tierra y yo no seré cómplice de ello con mi silencio.
No sé si cada vez seremos más voces clamando por Palestina. Ni si, cuando logremos hacer el ruido suficiente como para frenar las muertes, quede algún gazatí vivo. No sé si se me acabarán las canciones con las que explicar el sinsentido, si me quedaré sin voz de tanto repetir el estribillo acusador una y otra vez. No sé si me sangrarán las manos o, si como le ocurrió a aquel, alguien decida cortármelas para impedir que mi guitarra entone la melodía delatora de la infamia, con su soniquete contundente, ensordecedor antes de que sea demasiado tarde.
Pero aquí estaré junto a otras y otros como yo, un día y otro y todos, mientras nos quede un solo hilo de fuerza, de voz, de esperanza por una humanidad que, definitivamente, está herida de muerte.
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