Ojalá algún día seamos capaces de reunir 10.000 almas por las calles de Jaén, pero no para correr, sino para exigir, para reclamar. Mientras tanto, seguiremos coleccionando ediciones de esta mágica noche que se sumarán, cual nuevo trofeo, a un medallero que volverá a su oscura vitrina cuando las ascuas se apaguen.
2023-01-15
En cuanto lean este artículo ya habrá pasado la Noche Mágica de San Antón, la fiesta popular jiennense que es, a la vez, la más típica y la más atípica. La Noche que mantiene su tradicional nombre a pesar de que, en el día señalado para su celebración, en el santoral no se aprecie ni rastro del entrañable patrón de los animales.
Noche de contrastes sin igual, con eventos que pretenden que el tiempo no arrase con la memoria colectiva pero que se aferran a la modernidad ajustando esa época ancestral al ocio en boga y, de paso, maximizar los beneficios, 10.000 almas corriendo por nuestras calles al ritmo de la percusión cansina que brota de las zapatillas de running. Hogueras que iluminan con calidez sepia los barrios que ese día huelen a rosetas y vino.
Bendiciones recibidas por nuestros peludos acompañantes de hocico frío y mirada pedigüeña. Bailes que rememoran una flor del romero que acaba por no florecer, del mismo modo que no florece esta ciudad. Ojalá algún día seamos capaces de reunir 10.000 almas por las calles de Jaén, pero no para correr, sino para exigir, para reclamar. Mientras tanto, seguiremos coleccionando ediciones de esta mágica noche que se sumarán, cual nuevo trofeo, a un medallero que volverá a su oscura vitrina cuando las ascuas se apaguen.
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