05-06-2022

Dicen que hay tres cosas que jamás vuelven: el tiempo, las palabras, las oportunidades.

Exprimir cada segundo, disfrutar la magia que puede surgir de una conversación, pelear por el futuro al abrirse una puerta, por pequeña que sea, para poder modelarlo, y que cuando los tuyos busquen la felicidad, sea más fácil encontrarla.

A estas alturas tal vez os estéis

preguntando que de qué va esto, cuando lo habitual en este mi rincón de pensar es reflexionar sobre política. Pero es que la política es eso, no solo para quienes creen en la fuerza de lo público para cambiar las cosas, en abrazar la libertad y la justicia, en mejorar la vida de la gente.

Las campañas electorales, tantas veces denostadas, nos acercan en ocasiones a momentos en los que el tiempo, la palabra, y la oportunidad, se encuentran frente a cada cual, aunque habitualmente optemos por esquivarlos, y seguir caminando como si no fuera con nosotros; pero va, y mucho.

Dicen que, cada vez más, la política son emociones, y que es la emoción, más aún que la razón, la que hace abrazar una opción u otra. Y tiene su porqué, en un mundo que va tan deprisa y en el que necesitamos, por encima de todo, sentir. A mí me emociona quien ve una oportunidad en cada esquina, quien no deja que caigan los más débiles, quien no para de pelear contra la adversidad; me emocionan esos alcaldes y alcaldesas que lo son las 24 horas del día. Me ha emocionado mucho la lucha contra todo y casi contra todos de Pedro Sánchez en la pandemia, y me emociona quien quiere transformar una Andalucía cuyos servicios públicos, los de todos, han sido fruto del mercadeo en el peor de los momentos posibles. Me emociona quien lucha, quien, como Juan Espadas, no da nada por perdido, quien piensa que hasta el último segundo hay partido y merece la pena jugarlo.

Por el contrario, jamás me emocionará el que miente, quien incumple, quien se ríe de la confianza de la gente, quien ve una oportunidad para los que más tienen, en esa deriva planeada para la sanidad pública por la que todos peleamos tanto; quien juega a tacticismo con un proyecto tan ilusionante como el tranvía de Jaén, quien no hace nada, pero tampoco le importa porque ya su aparato de propaganda cambiará la percepción de los más débiles.

Y toca ahora. El tiempo, las palabras, pero sobre todo la oportunidad para agarrar bien fuerte el futuro que quieres para los tuyos. Una oportunidad en la que poder ser protagonista, en la que luchar por cambiar las cosas, en la que hablar, escuchar, debatir, desde esta portentosa democracia que vuelven a amenazar a su manera los movimientos “salvadores” de la ultraderecha, a quienes también tenemos la ocasión de decir una y mil veces que ya los conocemos, y que no queremos que formen parte de nuestro mañana, ni del mañana de los nuestros.

De nuevo una oportunidad. Elijamos el futuro que queremos.

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