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2023-11-05
El que se fue a Sevilla…
Habito en territorio ecúmene. Por ello creo firmemente que aquellos que pueden escucharme y pueden oírme incluso si no digo nada… pero aquellos que me gritan ni me escuchan ni se escuchan así mismos.
Las palabras bonitas son solo eso. Nada más. Después, cualquier tormenta las destrozará sin piedad, olvidando las frases pronunciadas, aunque hayan sido sentidas en el corazón. El mundo ha sido y es una veleta y por ende sus habitantes unos veleidosos. Por lo cual confiar es un riesgo que correrá de tu cuenta… Para muestra la siguiente historia…
Los Alonso de Fonseca son una prueba histórica de la veleidoseidad de la naturaleza humana.
Historia que nos ha dejado un refrán de uso aún cotidiano a pesar de haber transcurrido aproximadamente seis siglos de haberse generado.
“El que se fue a Sevilla perdió su silla”, este dicho popular seguro que os sonará familiar, incluso lo habréis pronunciado en alguna ocasión. Pues bien, esta directriz engloba la historia con la misma rasante, ese tan habitual en esta sociedad que dice “donde dije digo, digo Diego”.
Pues por motivos de incapacidad de talante de Alonso de Fonseca el Mozo para gobernar el arzobispado de Santiago de Compostela, allá por el siglo XV, éste rogó auxilio a su tío Alonso de Fonseca el Viejo, que dirigía el arzobispado de Sevilla con la premisa de que cuando apaciguase la comunidad creyente santiaguesa intercambiarían los arzobispados de origen. Durante cinco años el Viejo gobernó y apaciguó, y el Mozo, se arrellanó en el sillón de dicho arzobispado, tanto, tanto, que cuando su tío le reclamó volver a su arzobispado, el resabido sobrino se negó en redondo contestándole con “El que se fue a Sevilla perdió su silla”.
Alonso Fonseca el Viejo, enfadado hasta los límites, armó en cólera y tras reclamar su legitimidad sevillana, recurrió a la fuerza bruta del Duque de Medina Sidonia y de Beltrán de la Cueva, nobles, políticos y militares castellanos, sostenidos en este ataque por la bula papal de Pío II y del rey Enrique IV en Sevilla.
Al final, los Alonso Fonseca, tanto el Viejo como el Mozo, regresaron a sus arzobispados de origen, con más gozo el primero y con más disgusto el segundo.
Por lo cual quizás fuese probable que a la primera frase dicha por el sobrino “El que se fue a Sevilla perdió su silla”, el tío le contestara con rigor “… y quien se fue a Aragón la encontró”. O quizás le hubiera contestado con ese dicho tan famoso y utilizado inclusive en la actualidad: ese “Donde dije, digo, digo Diego”, frase que en estos tiempos está muy manida sobre todo por los políticos y abanderada en las rectificaciones que se hacen por instituciones como el Boletín Oficial del Estado, que últimamente lo ha hecho en varias ocasiones y que como bien dice el refranero por su buen funcionamiento: “Rectificar es de sabios”.
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