11-09-2022

Con el silencio caminado y muy despacio, con todo su silencio y con solo mirarlo, me di cuenta de que no tiene nada. Pero sí que lo tiene todo. Quise acercarme a él cuando yo paseaba por una ciudad llena de luz, de vida, de colores.

A ese mendigo, sin saber su nombre, y lo vi tranquilo y todavía con juventud, por su manera de llevar su maleta junto aún perro obediente caminando junto a él y dándole su apoyo, siempre juntos. Me aproxime a él para ofrecerle una pequeña ayuda, emocionado él me regalo su mirada, su nobleza y su sabiduría. Todo lo vi en ese momento, y me di cuenta, que no tenía nada. Veo fatigado a su perro, ha comido, le pregunte, y me dijo ha estado dos días fuera, perdido, y ha sufrido.

Yo he llorado por su ausencia, todo lo comparto con él, me cuenta su vida, y yo lo entiendo y él me entiende tanto o más que usted. Quiero decirle que primero come él y después como yo. Eso lo tengo muy claro que soy un mendigo, sí, sé que soy un mendigo. Pero poca gente ha disfrutado más amaneceres y atardeceres que yo. Y sabe usted una cosa más, el que todos los días come caliente no sabe lo que es comer al año una comida decente. Algunos te desprecian, te miran con mala cara, otras muchas personas, más de las que usted imagina, me tratan con respeto, con cariño.

Y eso no lo paga ningún tesoro; ese es el capital de un mendigo.

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