JUAN COBO SÁNCHEZ

"La política de borrar todo rastro de la historia y la identidad palestina continúa en Cisjordania y Gaza con la destrucción de mezquitas, iglesias, universidades, hospitales, escuelas y un largo etcétera. Esta destrucción planificada no se limita a los edificios. Se trata de acabar con cualquier estructura social que pueda vertebrar o enorgullecer a los palestinos.  

2025-08-15

Judíos y semitas

Shlomo Sand, historiador israelí experto en historia y nacionalismo, y profesor de la Universidad de Tel Aviv, en su libro “La Invención del pueblo Judío” (Edit. Akal, 2011) propugna la tesis de que la identidad nacional israelí es una invención del movimiento sionista y que Israel debe desprenderse de la idea de ser el pueblo elegido. Afirma que la diáspora en tiempos del emperador romano Tito no fue tal, que los sefardíes descienden de bereberes conversos que vinieron a España con los musulmanes, que los asquenazíes proceden de los jázaros convertidos al judaísmo en el siglo VII y que muchos fallahin palestinos son en realidad descendientes de los campesinos judíos convertidos al Islam. Los jázaros eran un pueblo turco que en el siglo VII crearon un reino independiente en el Cáucaso que adoptó la religión judía. Cuando este reino desapareció a finales del siglo X absorbido por Rusia, muchos de sus habitantes emigraron a Centroeuropa donde formaron comunidades judías, siendo este según algunos autores el origen de los judíos asquenazíes presentes en el centro y este de Europa y Rusia y que, tras su emigración a Israel se han erigido en el grupo dirigente de ese estado.

El autor de este ataque frontal contra las bases etnocráticas sobre las que se creó el Estado de Israel, no es cualquier aficionado y fundamenta sus afirmaciones en los trabajos de un amplio conjunto de autores, la mayoría de ellos judíos. Otros muchos autores han rebatido sus tesis.

Con independencia de lo que haya de cierto en las tesis históricas de Sand, la verdad es que el estado de Israel se ha montado sobre un mito, una “invención”. Un mito que atribuye a personas procedentes de los cuatro puntos del planeta y con genes muy diferentes, la posesión de una tierra que no era suya. Muchos de ellos se han cambiado incluso el nombre para “hacerlo judío”. El padre de Benjamín Netanyahu se llamaba realmente Mileikowski y cambió su apellido para parecer más judío; David Ben Gurion se llamaba realmente David Grün; así muchos más. El estado de Israel incluso ha aceptado como judíos a negros etíopes que se convirtieron del cristianismo al judaísmo para ser rescatados.

Nunca negaré el derecho de cualquier persona a considerarse judía sean sus ancestros de hace dos mil años, el siglo X o el presente siglo.

Lo que sí niego es la invención de los sionistas. “Un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. Ese era el lema de los judíos sionistas que invadieron Palestina desde finales del siglo XIX. En inglés pueblo y gente son la misma palabra; por tanto era una tierra sin gente, vacía, a la espera de los judíos que, sean sus ancestros quienes sean, se dicen herederos de quienes la habitaron hace dos mil años.

Esa tierra vacía, el que en aquella tierra no existiera pueblo, lleva en un extraño e interesado silogismo, a que los judíos se consideren los únicos semitas. El sionismo judío que defiende “Un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”, vacía, no puede admitir que los habitantes de una tierra “vacía” sean semitas, porque allí no había ningún pueblo, y se han apropiado del término para su uso exclusivo. Y occidente les ha comprado el relato.

 

Pero Shlomo Sand hace una afirmación que no puede ser rebatida en absoluto: que muchos palestinos son en realidad descendientes de los judíos que se convirtieron al islam. Los palestinos son descendientes de los judíos, cananeos y árabes que habitaron Palestina desde hace miles de años, todos ellos considerados pueblos semitas. Por consiguiente los palestinos también son semitas, más si cabe que los judíos sionistas que invadieron Palestina procedentes de otros puntos del planeta.

A pesar de ello, en su obsesión por borrar cualquier recuerdo de los palestinos, Israel, que les niega la condición de semitas, destruyó los archivos históricos, documentales, legales y escrituras de propiedad que había en Jerusalén. También destruyó los edificios e instituciones palestinas de aquella ciudad. No se detuvo ahí; para borrar cualquier rastro de las aldeas palestinas destruidas en 1948 en lo que los palestinos llaman la Nakba, que supuso la expulsión de 700.000 palestinos en 1.948, Israel plantó bosques y parques nacionales en el lugar donde estaban esas aldeas para borrar cualquier rastro.  Cuando ardieron en 2025 algunos de esos bosques Europa, España incluida, se apresuró a colaborar en la extinción de los incendios, sin conocer el origen de esos bosques ni pedir siquiera el cese momentáneo de los bombardeos.

La política de borrar todo rastro de la historia y la identidad palestina continúa en Cisjordania y Gaza con la destrucción de mezquitas, iglesias, universidades, hospitales, escuelas y un largo etcétera. Esta destrucción planificada no se limita a los edificios. Se trata de acabar con cualquier estructura social que pueda vertebrar o enorgullecer a los palestinos. De ahí el asesinato planificado de decanos y profesores, médicos, ingenieros, abogados, deportistas, etc. Si para asesinar a estas personas hay que asesinar a otros treinta que se hallen próximos, no importa.

Según la Federación Palestina de Fútbol, desde el inicio del conflicto hasta el 23 de julio hace 670 días, han muerto un total de 807 atletas y personal deportivo. El futbolista Suleiman Obeid, el Pelé palestino, ha sido el último asesinado, en una cola del hambre. Podría parecer un muerto al azar de los asesinados todos los días en estas colas. Yo no lo creo. En mi opinión ha sido un asesinato selectivo disfrazado. Israel está totalmente informado de dónde está cada gazatí. No en vano Microsoft colabora con Israel en el almacenaje en la nube de hasta un millón de llamadas por hora que Israel obtiene gracias al control que ejerce sobre la infraestructura de comunicaciones palestina y a los datos proporcionados por los aviones espías del Reino Unido y Estados Unidos que sobrevuelan Gaza y le pasan información con la excusa de buscar a los rehenes.

Los sionistas también tratan de borrar cualquier referencia a Palestina fuera de sus fronteras. En uno de los últimos episodios han exigido al Ayuntamiento de Barcelona, sin conseguirlo, que borre una bandera palestina pintada en unas escaleras denunciando que es antisemitismo. Consideran un ataque cualquier signo de la existencia palestina.

Pero el borrado del pueblo palestino no se queda ahí. Israel que ha conseguido apropiarse en exclusiva del término semita, ha logrado también que se considere antisemitismo las críticas a Israel. No así los ataques a los palestinos y otros pueblos semitas. Un ejemplo claro han sido los enfrentamientos en Amsterdam en 2024 cuando los hinchas del Maccabi provocaron disturbios arrancando banderas palestinas de casas particulares y entrando al campo cantando “muerte a los árabes” o “no hay escuelas en Gaza porque ya no quedan niños”. Solo fueron denunciados como delito de odio quienes se enfrentaron a los israelíes. No los israelíes que participaron en los disturbios. Sus agresiones y gritos de muerte a los árabes al parecer no es delito de odio.

Por cierto, no sé por qué se consideran delitos de odio los ataques a los semitas y no los ataques a los persas, los chinos o los indios, por ejemplo.

La doble vara de medir se extiende por todo occidente. Dos ejemplos.

En Toronto en una reciente manifestación alguien sube a un andamio en el hospital Mount Sinai y ondea una bandera palestina. En el plazo de un día, el primer ministro de Canadá, el alcalde de Toronto y otros líderes políticos emiten declaraciones de condena; acusan a los manifestantes de antisemitismo y declaran que los hospitales son lugares sagrados, de curación. Ninguno de estos políticos ha pronunciado condena alguna por la destrucción de hospitales de Gaza, que al parecer no son lugares de curación.

Francia suspende la acogida de gazatíes por las publicaciones de una estudiante. Un castigo colectivo por la actuación de una sola persona. Sin embargo los israelíes son libres de hacer impunemente declaraciones de odio contra los palestinos en Francia.

Israel ha logrado que los estados occidentales, incluida España, consideren en su legislación delito de odio cualquier crítica al sionismo o a Israel. Esto no siempre fue así. En 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 3379 condenó el sionismo como una doctrina racista. La resolución fue posteriormente anulada no porque fuera falsa sino como condición impuesta por Israel para sentarse en los Acuerdos de Madrid, precursores de los de Oslo.

Últimos casos en España. El mes pasado unos activistas propalestinos canarios fueron sancionados con hasta cinco mil euros por sacar banderas palestinas en un encuentro de baloncesto. Recientemente, en Madrid, la policía cargó contra unos manifestantes propalestinos que se manifestaban pacíficamente frente a la embajada de Egipto; realizó cinco detenciones. Y un hostelero de Vigo ha sido denunciado por delito de odio por expulsar de su bar a unos israelíes que estaban provocándolo.

En resumen. Con independencia de lo que relata Shlomo Sand, la verdadera invención es el relato sionista de “Un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. Tierra que desde hace dos mil años estaba esperándolos a ellos los auténticos y únicos semitas, pues los palestinos que allí vivían no lo son. Con ese relato han conseguido que la denuncia de su genocidio sea considerada delito de odio.

ADENDA.- Quiero dejar claro que tenemos que distinguir entre los judíos y el Estado de Israel. Nada que objetar de los primeros, muchos de los cuales, sobre todo en Estados Unidos se están manifestando en contra de las actuaciones de Israel. Un ejemplo es esta reciente iniciativa de judíos que quieren reunir un millón de firmas judías para que la Corte Internacional de Justicia frene el genocidio de Israel y en la que puede leerse:

“No existe una definición única que defina a todos los que se identifican como judíos. ¿Es el judaísmo una religión? ¿Un gen? ¿Una cultura? ¿Una nacionalidad? ¿Un estatus legal? En la confusión de estas identidades superpuestas y contradictorias, el Israel moderno ha forjado su propia síntesis sin precedentes; una fusión de cinco elementos nunca completamente unidos en la historia judía: religión, territorio, poder, idioma y soberanía. El resultado de este crisol israelí es una mutación cultural que se atreve a llamarse judaísmo.

En este momento de la historia israelí, tres de esos elementos —religión, poder y territorio— han hecho metástasis en tumores malignos. El poder se ha vuelto excesivo y ahora se ejerce al servicio de las interpretaciones más patológicas del judaísmo, empeñadas en la conquista y la dominación. El coste inmediato de este cáncer es el desmoronamiento de la soberanía israelí. El poder ha sido entregado a violentas milicias mesiánicas; sus líderes ahora ejercen como ministros. Juntos, desde arriba y desde abajo simultáneamente, han desmantelado el Estado de Israel. Ese país ya no existe. Estos elementos destructivos siempre estuvieron presentes en el conjunto del judaísmo, pero solían ser contenidos, marginados y restringidos. Hoy, después de dos mil años, han tomado el control y están llevando a cabo sus impulsos más oscuros. Todo judío debe enfrentarse ahora a dos preguntas fundamentales: ¿Cuál es mi identidad judía? ¿Estoy con ellos o en contra de ellos? No hay término medio. No debe haberlo.”

ADENDA DOS.— Mencionar a un grupo de historiadores israelíes llamados los Nuevos Historiadores que utilizando documentos desclasificados del gobierno israelí y de las memorias de los integrantes de los grupos terroristas judíos de la primera mitad del siglo XX han desafiado las versiones tradicionales de la historia de Israel. Quiero destacar a Illan Pappé autor de “La limpieza étnica de Palestina” en la que, a través de documentos muestra como el terrorismo israelí expulsó a 700.000 palestinos de su tierra en lo que estos llaman la Nakba. Tras la publicación de ese libro Pappé, que era profesor en la Universidad de Haifa, tuvo que abandonar Israel y actualmente enseña en la Universidad de Exeter, Inglaterra. Muy recomendable su último libro “Breve historia del conflicto entre Israel y Palestina” de solo 120 páginas es de completa actualidad pues llega hasta el 7 de octubre de 2023.

ADENDA TRES.- No puedo dejar pasar la ocasión de manifestar mi más absoluta condena y desprecio por las declaraciones del presidente del Partido Popular de Jaén, Erik Domínguez, negando que Israel esté cometiendo un genocidio. El apoyo del PP a Israel en toda España da para otro artículo.


 

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