2022-12-03
Hay un dicho que comienza así: “Dos no se pelean si uno no quiere”. Y hay otro dicho que dice: “Tres son multitud”. Intentando unir los significados de ambos dichos y darle un uso práctico, podríamos decir que en una multitud no se pelean si dos no quieren.
Cuando se intenta iniciar una idea de unidad de criterio para dos o más agentes, es necesario primero conocer el qué se quiere crear, para qué se quiere crear, por qué hay que crearlo, cuando hay que crearlo y cuántos deben crearlo, entre otras muchas cuestiones.
Por lo que la dialéctica en esta situación es más que necesaria para un entendimiento común, escuchando y proponiendo con atención a todas las partes que quieran configurar dicho nuevo proyecto. Un proyecto que, aunque aúne no provoque la distensión por la pérdida de identidad de sus miembros, ya que la permite la pluralidad de los participantes enriquece los proyectos amplios.
Las aristas de dicho proyecto deben ser líquidas para que no ahogue la sensación de cierre en banda de un proyecto, sobrepasando cuando se deba por la entrada de más agentes y manteniendo la esencia abierta de un proyecto que refleje el respeto dentro a los miembros y ofrezca respeto a quienes quieran participar.
Y la capitalización de un proyecto de esta envergadura tiene que centrarse en el beneficio común que se hayan marcado en los objetivos consensuados. Si la capitalización de un proyecto se basa en los intereses individuales, unos por ser minoría y querer abarcar más que su representación y peso en el global, otros por ser mayoría y querer mantener un estatus, otros por intereses futuros en crear hojas de rutas paralelas de carácter propio que supediten su participación a un interés individual y no colectivo, otras porque hayan participado por puro carácter oportunista y coyuntural, …. el proyecto en sí mismo perderá peso y solo será un mero trámite de suma sin identidad ni confianza.
He tenido la oportunidad de participar en lo que se pretendía ser algunos proyectos aglutinadores, pero que en sí mismos carecían muchas veces de los entornos favorables por la desconfianza o por la inexistente base que facilite un entendimiento entre partes. Y cuando las partes no tienen claro su participación o presencia en un proyecto amplio, hay que intentar generar de forma pedagógica la necesidad y los beneficios que poseería la presencia en un proyecto superador, pero no a nivel individual sino colectivo.
En su momento ya apreciaba los problemas que se iban a tener a la hora de conseguir un entendimiento, ya que los que no creen en un proyecto amplio difícilmente querrán participar de manera sincera, respetuosa y con las cartas boca arriba en la construcción colectiva. La condena de la minoría es la necesidad de relevancia, pero sin comprender que por ser uno no se debe avasallar a tres, o que, aunque sea muy respetuosa la posición de una minoría no se puede liderar un proyecto donde la sensibilidad de los demás no es la mayoritaria para conformar un proyecto que una a todos y se sientan reflejados la mayoría.
Y las mayorías también pecan de querer mantener la hegemonía, cuando lo que se debe conseguir es sumar desde aquellos que ya son hegemónicos a aquellos que quieren participar en sus propios espacios y ofrecerles el entorno favorable para crecer todos de la mano, respetando a cada uno de los integrantes desde la representatividad propia que refleja un espacio común.
No se puede crecer sin mantener, pero tampoco se puede crecer obviando todo lo existente. Ha habido muchas experimentaciones y en todos los casos donde se ha conocido un resultado óptimo, se ha conseguido desde el respeto a los integrantes y manteniendo la representatividad de los miembros, sin que se pierda la identidad de cada uno, pero entendiendo la presencia en algo colectivo como el camino para lograr los objetivos marcados entre todos.
Veo con asombro las trampas que se marcan algunos que pretenden seguir siendo el bebé en el bautizo, la novia en la boda o el muerto en el entierro, pero sin reconocer que si han sido ya partícipes de tantos proyectos fallidos con anterioridad será por algo. Algunos han sido rojos, luego verdes, luego amarillos, luego violetas, … pero siempre siendo ellos y creando conflictos por donde han estado, echando la responsabilidad a los demás y defendiendo como argumento colectivo lo que sencillamente es un personalismo supino plagado de intereses personales e individuales que solo buscan la redención de los demás frente a sus ideas.
Desde el sosiego de un debate claro, respetuoso, sincero y con unos objetivos marcados desde lo común y no desde lo individual (a pesar de que cada integrante deba mantener sus planteamientos e ideas), se podrá crear lo colectivo donde sirva de reflejo de una sociedad heterogénea, diversa, activa y con la idea de generar simpatía, confianza y seriedad.
Si lo que buscan algunos es que se les vea, escalar peldaños para pisotear al resto, oportunismo, quitar espacios entre miembros, imponer argumentos o solo postureo mediático, …. mejor ir solos.
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