"los que se ocupan en estudiar las leyes, saben cómo eludirla o sortearla para aplicarlas a su favor"
2023-02-12
La ley es un concepto definido en alguna parte que debería servir para adecuar las conductas personales y sociales a una convivencia más o menos pacífica. La norma viene ya definida por sí misma, es lo normal, lo que normalmente se hace o deja de hacerse. La primera, la ley, es creada por personas y plasmada en libros para que sea algo palpable, para que exista. Sin embargo, la norma no se escribe, porque es más fácil acogerse a ella, es algo que vemos cada día hacer a nuestros vecinos y lo entendemos, así como normal. La ley dice que no se puede sacar la basura antes de las veinte horas del día, la norma dice que si lo que vas a desechar no son cincuenta kilos de pescado apestoso y putrefacto, podrás desecharlo a cualquier hora del día, que nadie te va a decir nada.
La ley existe porque creemos en ella. Si la mayoría acepta su existencia y el sistema se encarga de generarla y aplicarla ésta se vuelve real.
La ley de los tres segundos es una norma. La ley de los tres segundos dice que, si se te cae al suelo una patata frita y la recoges antes de que pase este tiempo, podrás soplar en su superficie e ingerirla sin riesgo de que sea perjudicial para tu salud. De este modo podemos entender que todos somos jueces y verdugos, porque creamos leyes y las aplicamos a diario, según creemos conveniente. Si esa misma patata frita es la última de un puñado de tres y tienes hambre, aplicas la ley y te la comes. Si esa patata es una más de un paquete de medio kilo, puedes obviar la ley de los tres segundos y dejarla para las hormigas.
Con las leyes de los dioses viene a pasar algo muy parecido. Existe una que dice tajantemente que “No matarás”, pero si una noche de verano ves pasar por tu cocina una cucaracha que huye como alma que lleva el diablo, un buen pisotón hace que te saltes a la torera la ley y matas sin piedad alguna ni remordimiento de conciencia.
De modo que podemos concluir que todos sabemos que existen leyes, que todos sabemos más o menos cuales hay que seguir tajantemente y que solo algunos, los que se ocupan en estudiar las leyes, saben cómo eludirla o sortearla para aplicarlas a su favor. Dentro de este grupo de gentes conocedoras del sistema legal están los abogados, los jueces, los administrativos que saben los secretos de la burocracia, las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, notarios… y en la cúspide de estas personas, dominando el valle desde la cima de una montaña legal despuntan los jueces. Los jueces no las escriben, no discuten sobre si una ley está bien o mal. Ellos y ellas son los encargados de aplicarlas. Les hemos otorgado un superpoder, el de dictar sentencia. Los jueces son lo más parecido a ese mecánico de confianza al que llevas el coche y que sabes o crees que no te va a timar con el precio ni poniendo piezas reutilizadas en lugar de nuevas. Los jueces nos dan confianza, gracias a ellos circulamos en el vehículo de la legalidad sabiendo que todo irá bien durante el trayecto. ¿O tal vez no?
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