"Y desde el coche vieron pasar, lentamente, el autobús descapotado del Real Madrid, desde el que saludaban Vinicius, Benzemá y compañía."

2023-02-26


El diez de agosto de no importa que año, porque hay ciudades en las que el tiempo está suspendido, siendo la una y diez de la tarde, entraba Miguel Lendínez en el bar de toda su vida. Con el sol derramándose sobre elsantoreino. De vacaciones, y después de varios días de “rodríguez”, con la familia exiliada al piso de los suegros en Salobreña, un giennense, consideró Lendínez, se merece una cerveza con su tapa. Una o dos. Y así traspasó el umbral de la tasca.

Encontró Lendínez el ambiente de su gusto, sombreado y solitario. Saludó a Juan, el camarero, que se limitó a mover el bigote. Le pidió una cerveza, agarró de la barra el ejemplar del Diario Jaén, preñado de lamparones de aceite, y se sentó en la mesa del fondo. Al poco, Juan le traía su cerveza, un tercio de la nueva “El Alkázar Leyenda”, que colocó en la mesa, de forma premeditada, con la etiqueta girada hacia Lendínez, como diciéndole “mira”. Este tomó la botella de la mesa, la miró, miró al camarero, esbozó una sonrisa, y le pegó el primer buche.

-¿Es como la de antes?

-Se parece. Como la de antes no. Pero está rica.

-Ea

Tras ese primer buche vinieron otros. Y tras el primer tercio, dos más. Y el sopor de la tarde de verano hizo el resto. Quedó Miguel Lendínez adormilado, con el Diario Jaén abierto sobre la mesa, y la babilla escurriéndose por la comisura de los labios. Y soñó.

Soñó Lendínez con que una gran empresa de algo se instalaba en Jaén. Una empresa como las de antes, de esas buenas, con miles de trabajadores de mono azul por acá y por acullá. Soñó que su hijo, listo, guapo e ingeniero, trabajaba de jefazo en la fábrica y vivía en Jaén, y no en Alemanía, donde en realidad vivía, por cierto, estupendamente. En su sueño, Andresito estaba casado con una buena chica de Jaén, y no con una teutona. Y el coro de sus nietos piaba “ea”, “ea” y no “da”, “da”.

También soñó Lendínez con que Jaén era elegida como sede del Ejercito (de todo él), de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. El santoreino convertido en Gran Cuartel, y miles de jóvenes uniformados, sanos y apuestos, paseando cuesta arriba, cuesta abajo. Soñó con que su hija mayor, María de la Capilla, pescaba a un soldadito. Bueno, no, más bien, por lo menos, a un capitán. Se casaban en San Ildefonso. Tenían cuatro hijos, que nacían, milagros del señor, ya uniformados, y la familia al completo, incluidos los abuelos, se pasaban las tardes paseando carritos Bulevar arriba Bulevar abajo. 

En el sueño, a su otra hija, la pequeña, la enchufaban en una administración. De un día para otro sueldo fijo, trabajo cómodo y muchas vacaciones. Y para ella, soñó un marido médico. De Madrid. Matrimonio con vivienda en Chamberí y Chalet en el Puente Jontoya. Y sin problema, porque también soñó Lendínez que en la Plaza de la Constitución de Jaén había una parada de Metro conectada con la Puerta del Sol.

En su sueño, vio Miguel que en Jaén había un hospital privado de los buenos en cada barrio, y todos abarrotados de pacientes, porque en su ciudad onírica, todo giennense gozaba de seguro privado. La ciudad sanitaria, recién construida, languidecía por falta de clientes. ¿Quién va a querer ir a un hospital público pudiendo ir a una clínica que se llame Santo Reino, Virgen de la Capilla o Patatas Oya?

Iba y venía Miguel, en ese Jaén soñado, de los Maristas al Alto Castillo, a recoger a sus nietos. En uno de esos paseos, se encontró el Gran Eje cortado.

-¿Qué pasa? ¿qué pasa?

-Que hemos ganado La Liga

Y desde el coche vieron pasar, lentamente, el autobús descapotado del Real Madrid, desde el que saludaban Vinicius, Benzemá y compañía. También había, en el autobús, un obispo y un alcalde calvo y franquista. Y las gentes de Jaén, gentes de bien, aplaudían hasta desencajarse.

De pronto, bruscamente, Lendínez despertó. Sobresaltado miró alrededor. El camarero estaba a sus cosas. Le dio un último buche a su “El Alkázar Leyenda” y se levantó para pagar.

-Te has quedado dormido

-La cerveza.

Y Miguel Lendínez se fue para casa con aquel sueño, de Jaén-Jaén, en la cabeza.


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