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CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF "me he venido arriba con este verano excesivo en calor |
2025-07-13
Estupidez humana
Trivium, no solo es el nombre de una banda de heavy metal de EE. UU., sino que esta palabra abarcaba en el tiempo medieval a la educación que se impartía englobando la gramática, la lógica y la retórica. Tres artes muy importantes, bien utilizadas. Y si los estudiosos superaban estas tres disciplinas, pasaban al quadrivium, … que comprendía cuatro artes, nombradas como aritmética, astronomía, geometría y música. Es decir, que, si los aplicados superaban estas siete artes, solo entonces, accedían a los estudios superiores de medicina, derecho, y por supuesto la de teología.
Pocos llegaban al quadrivium, pues debían dominar el uso correcto del lenguaje, escrito, leído y comprendido; éstos debían dominar también el arte de hablar influyendo con el lenguaje y por supuesto el arte de razonar, de argumentar, además de la instrucción para la detección de falacias, bulos y desinformación, creando con todas estas artes pensamiento crítico.
Muy espabilados ya en el medievo.
De ahí los autores del mester de clerecía (una corriente literaria española medieval) que entre el siglo XIII y XIV, escribieron textos religiosos y seglares con fines didácticos y morales, entre otros…, pero con una métrica especial e identitaria: la cuaderna via.
Y siendo la cuaderna via una métrica con tan rancio abolengo, me he venido arriba con este verano excesivo en calor que derrite el mejor de los chocolates aun estando a la sombra.
Y siendo yo muy osada en mis divagaciones he escrito una poesía en dicha métrica del mester de clerecía, el de cuaderna via, haciendo apología de algo tan común que es la estupidez humana, tan vigente hoy en día. La he titulado “La locura del hombre”, pero abarca al género femenino también, porque la estupidez no hace distinción de géneros. Y dice así:
La locura del hombre
En los anales del tiempo y la razón,
donde la luz del saber busca ascensión,
habita un mal, sin cura ni perdón,
la estupidez del hombre, eterna perdición.
No hay espada que corte su tenaz raíz,
ni bálsamo que calme su innata cicatriz;
se nutre de la prisa, del necio desliz,
y ríe en la tiniebla, con sonrisa feliz.
Construye imperios sobre arena movediza,
destruye lo que ama con torpe codicia;
ignora la verdad, la sabia primicia,
y abraza la mentira cuál dulce delicia.
En cada era su huella queda impresa,
en vanas discusiones, en guerra sin tregua;
en gestos altaneros, en palabra necia,
la historia se repite, ¡qué amarga proeza!
Mas, ¿dónde está la cura, la senda del bien?
¿La chispa de conciencia que nos guíe también?
Quizá en el espejo, en nuestro propio vaivén,
hallar la humildad que nos libere, amén.
Y yo, sigo aprendiendo, como una eterna aprendiz…
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