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2024-05-05
El combustible del s. XXI
Hoy en día hay quienes tras haber pasado por una pandemia les ha revuelto los entresijos. Hecho que ha quedado constatado con la absoluta predisposición que tenemos a entrar una y otra vez en las redes sociales, por cualquier motivo o incluso sin él, dejando rastro de cada uno de nuestros pasos por ellas. Personalmente, he advertido por diferentes medios y conversaciones que algo ha cambiado en nuestra sociedad. He dicho, algo. Nada más.
Por ello me voy a extender en mi opinión. Tras hacer una valoración de que cada uno de nuestros apellidos tiene la valía de formar parte de una cadena genética única, afirmo que nuestros apellidos son la prueba viva de que nuestra genealogía es un tesoro histórico. Iré un paso más allá y aseveraré que es el mayor de nuestros monumentos.
Aquí, en las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, desde el siglo XVIII, tiempo en que se implantaron estos nuevos territorios con los privilegios del Fuero escrito en una Real Cédula de 1767, durante el reinado de Carlos III, las vidas de miles de seres humanos han echado raíces profundas.
Y algo más de dos siglos y medio después de aquel hito histórico, con su enorme legado, son los datos de nuestros apellidos los que suscitan un nuevo comercio con su tráfico.
La Colonización de Sierra Morena y Andalucía fue un hecho histórico, único, especial e irrepetible, cuyas huellas y conocimiento de nuestros linajes han pasado de estar en el letargo de los archivos a estar de moda. ¿Quién no conoce a alguien que está interesado en saber de sus antepasados y se dirige a los registros de los archivos?
Son muchos los archivos que son visitados a golpe de clic, pues afortunadamente nuestra historia, la de todos en algunos archivos, ha sido digitalizada. Favor para que el tiempo no se trague lo que no se ha dicho. Porque bien es cierto que lo que no se dice no existe.
La búsqueda de nuestros apellidos y los de quienes nos han precedido ya ha comenzado a denominarse como una nueva directriz,
como una nueva tendencia llamada el combustible del siglo XXI. Me refiero al mercantilismo de los datos.
Viajar subidos a lomos del ratón de nuestro PC, o bucear en la pantalla de nuestro apéndice móvil, interesados en el simple comienzo de revisar el libro de familia de nuestros padres hasta las poblaciones de nuestros orígenes, es el primer paso. No conformándonos con nombres y datos numéricos, también esta inquietud ha creado una novedosa sinergia de turismo que tiene como destino: “Conocer el lugar de donde vengo”. Porque un apellido no es cualquier cosa. No es un añadido al nombre. Ni una etiqueta puesta al libre albedrío. Un apellido forma parte de una identidad. De una historia que dio vida a otra historia, y así sucesivamente, como hojas que brotan de cada una de las ramas de un árbol que le acaban dando envergadura y fruto.
Añadiré a esta verdad que la ilusión de contar las historias familiares siempre lleva la certeza de que esa vivencia forma parte de nosotros, aunque no la hayamos vivido en primera persona, pero sí que ha sido transmitida de padres a hijos, por lo que llego a la conclusión en que me reafirmo que la genealogía es una parte de la ciencia central.
Os animo a todos a conoceros un poco mejor.
A que crezcáis como los más bonitos monumentos. Pues cada uno de vuestros apellidos es una gran historia, aunque sea comenzando con un clic.
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