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CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF "menos mal que solo hay una |
2025-09-21
Duelo por una madre
¡Ya está bien de hablar de verdades con mentiras! Porque las verdades pican tanto como el AOVE en la garganta, dependiendo de su intensidad, ese oro líquido que es una gran verdad. Palabra a palabra. Gota a gota. Por el castizo lenguaje de frases hechas, y más que cotidiana forma de hablar, se suele decir, y se suele escuchar que, “Madre no hay más que una”.
Frase real. Muy real. Pero tan real que, para algunas hijas e hijos, según la vivencia matriarcal o el vínculo con el que hayan crecido en sus “hogares”, se pueda etiquetar como buena, especial o no tan buena.
En las redes, (las menciono porque bien usadas son una muy buena herramienta), circulan muchos soportes de autoayuda para quienes sus femeninas progenitoras les han maltratado psicológicamente, o sienten diferentes versiones de esa singularidad de que “… no hay más que una”. También están las especialistas en medicina mental, como las psicólogas-os que gracias a ellas-os han reconstituido muchos destrozos mentales perpetrados por “madres”. Pero he de decir que, en las redes, mecanismos de fácil y casi gratis acceso, hay publicaciones con miles de comentarios que constatan que el hecho de que hayas crecido y convivido con una mala madre es demasiado común. De cuyas nefastas singularidades algunas personas damnificadas (hijas-os) por el maltrato recibido, opinan que “menos mal que solo hay una”.
Alrededor de la maternidad siempre se ha dibujado un halo de protección, de estoicismo, de “sempiternidad” para una hija-o, incluso la esperanza de que una madre sea lo más longeva posible por su amor a ella por ser un pilar crucial en la vida de una hija-o, cuando la realidad es mucho más dura y terriblemente cruda. Es decir, que hay que romper mitos y dejar atrás dogmas inciertos estableciendo de una vez que las malas madres existen. Y lo que es peor, es que son prolijas en un número mayor de lo que jamás se haya sospechado o se haya podido esperar de una persona que te debe proteger, cuidar, guiar, defender, ayudar a crecer, educar, besar, abrazar, consolar, y felicitar en tu cumpleaños, pero la realidad es otra muy distinta. Por qué el contrato-vínculo, con obligaciones-respetos, nace el mismo día y a la misma hora, justo en el momento en que sales por la vagina y esa personita indefensa llora quizás por ser consciente de que nacer en un núcleo familiar con una madre u otra es una lotería.
Afortunadamente, tengo la suerte de conocer casos como el de Nico, una madre que protegió cuidó, guio, defendió, ayudó en su crecimiento, educó, besó, abrazó, consoló y felicitó en sus cumpleaños, y muchísimo más entre otras maravillosas sensaciones, que no solo transmitió a su hija, también a quienes la rodeaban. Montse, su hija, llora, sufre. Dice que se siente sola.
Su madre hace breve tiempo partió de esta mundanal dimensión. Ella está de duelo. Su dolor brota en regueros de lágrimas, porque no solo echa de menos a su madre, sino que la necesita. Montse me decía que lo primero que escuchó estando en el vientre de su madre fue llanto. Les pondré en antecedentes sobre Nico y su hija…
Nico a los 11 meses de matrimonio y con un embarazo prominente quedó viuda. Os podéis imaginar… a los 30 años una mujer (joven), quedaba viuda, sin derecho a pensión, sin trabajo, y con una vida en su vientre a la que sostener y dar todo. Nico era una mujer apasionada, guapa por dentro y por fuera, habilidosa, y muy luchadora, que trabajó robando horas al descanso para salir adelante. Nico por la noche cosía, por el día limpiaba casas y escaleras, hasta que pudo comenzar a cotizar trabajando de limpiadora en una guardería infantil, durante 25 años. Cuando Nico, fue madre, su pequeña se convirtió en su Norte, en su leitmotiv, por ella hizo lo imposible, por su hija, como una verdadera madre. Se negó a aceptar otras relaciones que no fueran más allá de una amistad. Nico, creció con una madre que se convirtió en la mejor amiga de su hija… Supongo que si han llegado hasta aquí con su lectura comprenderán el dolor y las lágrimas de la falta de una madre. Yo solo he dado unas ligeras pinceladas en un lienzo de una madre que vivió rebosante de amor puro, sin parangón.
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