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CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF
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2025-03-23
Desayunar
Desde que tengo uso de razón, no voy a determinar el tiempo, siempre he escuchado que la comida más importante del día es la que se hace en el desayuno. Bueno, mejor dicho, en un buen desayuno.
Nada que ver con un cafelito rápido, o algo de bollería de camino a las obligaciones, o un bocado a algo frío que sobró de la cena de la noche anterior. (No valen focaccias, ni pizzas, ni nada parecido).
Personalmente estoy muy de acuerdo en que hay que darle un “supergiro” a nuestra alimentación que ha virado hacia lo rápido.
Reivindico que desayunar debería ser un pilar de la sociedad.
Recuerdo que cuando habitaba en casa de mis padres, algunos fines de semana en los que coincidíamos todos, mi madre hacía churros que se mojaban en chocolate. Deliciosos ambos.
Masa de churros que en persona veía hacer, desde que mi madre ponía a calentar el agua en un cazo, sacaba el bote de la harina, y lo demás era un coser y cantar. Amasar primero con enjundia, y después ir añadiendo a la churrera destapada masa a grandes cucharadas para a continuación ir haciendo la rosca sobre el aceite de oliva virgen extra que estaba calentito esperando en la sartén.
Os podéis imaginar una familia numerosa de siete miembros, la de churros que se metían entre pecho y espalda, con su respectivo tazón o taza (tamaño a elegir) de chocolate, según el apetito del comensal. También había quien se tomaba un tazón de café con leche, eso sí, bien dulce.
Defiendo esos desayunos en familia. Tiempos que se han quedado atrás. Tiempos necesarios de compartir, de bromear, de intercambiar, de planificar y hasta de discernir, pero sin prisas. Tiempos que el individualismo y los apéndices móviles nos lo han robado, siendo los primeros culpables nosotros mismos.
Porque esa es otra, la permisividad de llevar el teléfono móvil en la mesa a la hora de almorzar, cenar, etcétera.
Desayunar es mucho más que ingerir alimentos para engañar al estómago, permitiendo la coletilla de “tengo prisa”.
Vivimos muy deprisa, demasiado.
Nada comparable como unas buenas tostadas de pan (a elegir) a las que se les restriega un diente de ajo pelado, regadas con aceite de oliva virgen extra y una pizquita de sal.
Y una buena taza de avena para rebajar la intensidad del sabor de la liliácea, (detrás vendrá la higiene bucal para quienes muestran reticencias).
Aunque para variedad los gustos, como las tostadas que le hice ayer a mi hija, con tomate rallado, unas lonchas de jamón, y por supuesto AOVE.
Sed consecuentes con vosotros mismos. No deis más revueltas a lo que es sí, o sí. Pues el tema del desayuno no debería admitir discusión.
Nada como volver a nuestros orígenes, al sabor de nuestras raíces, de nuestra infancia para valorar que es cierto que muchas situaciones han cambiado en esta sociedad a mejor, y que muchas más quedan por evolucionar para bien. Pero he de resaltar que con los desayunos hemos perdido el norte, y sobre todo con los desayunos de los escolares.
Por ello y para ello, reivindico que la hora del desayuno, en lo posible, debería ser un templo, y si no es posible en los días lectivos, (de lunes a viernes), que en los fines de semana se transmitieran los valores de su importancia, los de la familia y la dieta mediterránea.
Ustedes deciden.
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