14-08-2022

Los hermanos Marx en el Oeste (1940). Película que ahora cobra un carácter premonitorio. Solo una escena de poco más de dos minutos y medio resume la realidad que nos embarga y envenena en los últimos años, desde la revolución industrial -o tal vez antes-.

¿Os acordáis? ¡Sí! Aquella donde para alimentar la locomotora (la economía) que se está quedando sin carbón y se está parando, desmantelan todos los vagones, mientras Groucho Marx grita sin parar, ¡Más madera! ¡Más madera! Al final el tren llega a su destino, aunque, eso sí, totalmente destrozado. Este grupo disparatado de filósofos del siglo XX (sin Chitón) adelantaron nuestro porvenir –sin querer o queriendo-.  

El planeta ha llegado a un punto crítico de no retorno. Nuestra actitud hacia el medio ambiente ha sido tan imprudente que nos estamos quedando sin elecciones buenas para el futuro. Todos los modelos sobre el cambio climático han saltado por los aires. Los primeros estudios se remontan a la época de los años 70, estos cálculos son ecuaciones que describen procesos climatológicamente relevantes pasando a ser un instrumento valiosísimo para poner a prueba hipótesis científicas. La capacidad predictiva de los modelos climáticos está limitada por los factores que impulsan el clima futuro pero que no son cognoscibles. Muchos de los más importantes, como las concentraciones mayores de dióxido de carbono en la atmósfera causadas por la combustión de los combustibles fósiles, dependen de actividades y decisiones humanas. Los primeros modeladores del clima incluyeron estimaciones de los impulsores del clima futuro en sus predicciones. Sin embargo, no podían saber, por ejemplo, cómo se iba a ir industrializando el mundo o qué emisiones de CO2 habría por ello y tampoco las salvajes deforestaciones llevadas a cabo por la mano del hombre (¡el hombre, siempre el hombre en medio!). ¡Todo esto es una obviedad! El mundo desde entonces ha estado muy “entretenido”, como no, con sus guerras, recesiones, hambrunas, revoluciones, elecciones, mundiales de futbol, pandemias e intereses geoestratégicos, sin olvidar la colonización de otros mundos (que parece ser que es lo que le “pinta” a la condición humana) ¡la conquista! Sin olvidarnos de la Ryder Cup.  Hemos convertido la Tierra en un gran hormiguero/basurero sin sentido lógico, lleno de fallas y al borde del colapso, con una legión de hormigas reinas que han dirigido nuestros destinos sin escrúpulo alguno, con las miras puestas en sus intereses particulares. Cantamañanas de paja entronados al antojo, por los que realmente mueven el “cotarro” –que son siempre los mismos- lobbies y familias aferradas al poder y el control desde siempre. Pero Gaia, ha dicho, ¡Basta! ¡Hasta aquí!

Ya no es cuestión de cálculos aritméticos de súper ordenadores ni de las opiniones interesadas de científicos, catedráticos en distintos campos y demás caterva (los negacioncitas del todo y la nada) los mismos que con otros hábitos y en otros tiempos mantuvieron a ultranza que la tierra era plana. Algunos de ellos tienen la osadía de llamar catastrofistas a los que llevan años dando la voz de alarma y poniendo en tela de juicio todos los estudios llevados a cabo hasta ahora. Pues bien; el deshielo es un hecho real, la desaparición del hielo en los polos es una realidad, toda esa masa ingente helada se está diluyendo en los océanos, que a su vez está provocando un aumento potencialmente peligroso de los niveles de desalinización del agua que directamente está provocando ya, la desaparición de miles de especies en los mares, fuentes estas de alimento vital y necesario, que han mantenido hasta ahora gran parte de la nutrición mundial. Pero no solo la desaparición del hielo oceánico es grave, la del permafrost es si cabe aún peor. El permafrost es una capa del suelo que lleva congelada miles de años, formada por tierra, hielo y roca. Se estima que la superficie de permafrost es de unos trece mil millones de kilómetros cuadrados. Es decir, la cuarta parte del hemisferio norte. El deshielo del permafrost está incidiendo en la liberación a la atmósfera millones de toneladas de metano y dióxido de carbono orgánico. Estas se han ido acumulando bajo la superficie durante miles de años. Pero no solo está el problema de la liberación de gases, sino en la aparición de microorganismos letales. Esta alteración desajusta el sistema de corrientes de aire frio que, en combinación con aires templados de otras latitudes, equilibran la temperatura del planeta. Todo esto está provocando fenómenos atmosféricos incompatibles cada vez más con la vida en este planeta. La tierra se desertiza y las cosechas de cualquier tipo son inviables.  Sin contar con la desaparición de los glaciares que es ya un hecho irreversible, muchos de los ubicados en los Alpes y en los Andes desaparecerán en muy pocos años, lo que implica la pérdida de una gran fuente de agua y el ascenso progresivo también del nivel del mar. Pero por si todo esto no fuera poco, el agua de lluvia ya no es potable en ningún lugar del mundo debido a la presencia de sustancias letales creadas por el hombre como las perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas.

La locomotora se ha parado definitivamente en una vía muerta, la verdadera guerra total ya ha comenzado, ni el oro ni la plata se come, y mucho menos la engañifa del bitcoin. Así que la mejor inversión es almacenar conservas con alto periodo de caducidad y agua, y aguantar hasta que duren, porque este mundo definitivamente se ha ido al carajo.

 

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