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Los planes de pensiones se concibieron como una fórmula de ahorro a muy largo plazo, para cuando se produjese la jubilación, se tuviese un remanente que complementase las famélicas... |
2023-05-21
Los planes de pensiones se concibieron como una fórmula de ahorro a muy largo plazo, para cuando se produjese la jubilación, se tuviese un remanente que complementase las famélicas pensiones públicas. Este producto comenzó con aportaciones máximas anuales de hasta 8.000 euros, que rebajaban en la misma cantidad, la base imponible de la renta a la hora de realizar la declaración anual, o la cantidad aportada en cada caso, lo que repercutía en la devolución fiscal de forma favorable año tras año o disminuía la aportación en la declaración de la renta. En la actualidad, las aportaciones máximas anuales pueden llegar tan sólo a los 1500 euros anuales, siendo esta una de las diferencias, junto a que el rescate del plan de pensiones en la actualidad, se puede realizar pasados diez años, mientras que aquellos que lo constituyeron en sus comienzos, no podían tocar este dinero esclavo o ilíquido hasta la llegada de la jubilación, en casos de desempleo, la concesión de una incapacidad permanente o fallecimiento, claro está que en este último caso por parte de los herederos.
Esta pequeña exposición nos sirve para adentrarnos en las entrañas de lo que verdaderamente supone la constitución de un plan de pensiones, pues técnicamente se considera una inversión a largo plazo, pero a mi entender, son muchos más los inconvenientes que los beneficios a la hora de contratar este tipo de inversión que ofrecen todas y cada una de las entidades financieras, que invierten este dinero esclavo, según su propio criterio, variando la cartera, dependiendo del perfil del inversor, ya sea en productos más o menos agresivos dentro del mercado nacional o internacional, con la consecuente y proporcional potencialidad de pérdida o de ganancias en base al riesgo inversor. Los fondos de pensiones suelen ser mixtos, o sea, se modelan en base a una inversión siempre dirigida por las entidades financieras en renta fija y variable, como hemos dicho en función del perfil del inversor del contratante, que es quien al final decide el riesgo que asume al contratar estos tipos de planes de pensiones.
Desde mi punto de vista, con los planes de pensiones, excepto muy pocos, se asume un riesgo imprevisible, debido a la evolución a la baja de los mercados en los que se emplea el dinero aportado, pues hasta la fecha, no conozco, aunque existen, algunos planes que están otorgando beneficios, pero dicho de otro modo, es cómo jugar al póker al descubierto, pues de entre la mayoría, todos están obteniendo pérdidas respecto al capital acumulado, por lo que me pregunto, si verdaderamente este producto es interesante por diversas razones: la primera ya le hemos comentado, puesto que el riesgo de pérdida del capital acumulado es evidente, sin la posibilidad de rescate a no ser que se cumplan las condiciones antes señaladas; pero es que además, la teórica fiscalidad favorable, puede truncarse cuando suben nuestros ingresos en la base de cotización por distintas razones, lo que conlleva, a que si en los primeros años, efectivamente, la deducción fiscal podía ser favorable, pasado un tramo dentro de la base imponible, como por ejemplo la subida salarial anual; la deducción fiscal es menor en porcentaje, por lo que si en un principio, parecía ser un producto atractivo, luego se convertía en una carga, pues ante el riesgo evidente de pérdida de capital, como se evidencia y hemos puesto de manifiesto con antelación, se añade el hecho de que cuando se produce el rescate, ya sea en forma de renta mensual o en su totalidad, la Agencia Tributaria no olvida todo lo que en años anteriores redujimos de nuestra base imponible, y en consecuencia, las distintas devoluciones o rebajas en la renta, lo tienen en cuenta a la hora del rescate, por lo que entiendo que este producto es un peligro a largo plazo, que se puede traducir con nuestro siempre acertado refranero: en “pan para hoy, y hambre para mañana”, puesto que cuando llega la hora de rescatar ya sea por el interesado, o incluso por sus descendientes, todo lo rebajado por Hacienda se tiene que devolver, con lo que no es todo oro lo que reluce, pues a fin de cuentas, lo que te dedujeron en su día, lo tienes que declarar a posteriori como un incremento. Como curiosidad, yo mismo tengo contratado un plan de pensiones al que aporté sólo tres años, casi de forma forzada por cuestiones personales que no vienen al caso, pero cuando firmé este contrato, ya tenía serias dudas sobre esta inversión, como se demostró a los tres años en donde evidentemente, dejé de aportar ni un céntimo, pero la curiosidad, es que cuando hablamos con el comercial, ya le expresé mis temores, entre las que le puse en evidencia, que estos planes de pensiones se podrían convertir en un arma de doble filo, ya que no me cabía duda de que en un futuro, el propio gobierno podría legislar en contra de estos planes de pensiones, argumentando que quienes lo tuviesen, percibirían sólo una parte de la pensión pública de jubilación que les correspondiese, complementando el resto con el plan de pensiones particular contratado, algo que aunque pueda parecer insospechado, aún pienso, dada la situación política, social y económica de nuestro país. No hace falta creer lo que sospecho, pero si comparamos esta hipótesis, con el paralelismo de la realidad de la nueva ley sobre la propiedad, en la que ya no somos realmente los propietarios de nuestras viviendas, sino que se ha dejado en favor de los okupas; me reafirmo en la idea de que cualquier aberración ya se puede cocinar y aprobar por parte de este desgobierno. Desde hace tiempo, como me comenta uno de mis hermanos, cuando alguien le dice que los burros están volando, ya no cuestiona este hecho, sino que tan sólo pregunta a qué altura vuelan, porque aquí en Españistán todo vale, todo cabe y todo se consiente, en contra de los trabajadores o los que hemos cotizado durante tantos años, cebándose en contra de la cada vez más disminuida clase media, media, y en el peor de los casos contra los más vulnerables.
Tengo la firme convicción, de que todos los productos financieros, ya sean planes de pensiones o los famosos fondos de inversión, son una fórmula para aquellos que disponen de suficientes ingresos como para arriesgar parte de sus ahorros, pero para el trabajador, mejor sería guardar el dinero en un calcetín o debajo del colchón, puesto que así, al menos, aunque lógicamente al dinero inmovilizado, como ya dije en otro artículo, se le pierde dinero por la subida de los precios, o sea, del IPC, al menos, lo tenemos capitalizado y disponible, pudiendo invertir en otro tipo de productos no bancarios, que al albur del órdago económico, podemos obtener un beneficio, ya sea con la compra de un estudio o pequeño apartamento, para luego reformarlo y ponerlo en alquiler (con el consecuente riesgo de Okupación); y en el peor o mejor de los casos, según se mire, tendremos la seguridad de no jugar al póker al descubierto, o peor, a la ruleta rusa.
Incluso con los famosos fondos de inversión garantizados, que al menos se deben apalancar a un largo plazo que oscila entre los 6 y los 10 años, ocurre lo mismo, pues aunque al final te garantizan al menos el capital invertido, si a lo largo de estos años la inversión no fluye, y muy por el contrario tiene pérdidas, ya me dirán ustedes, si al final de 6 a 10 años, solo te devuelven el capital, ¿Qué es lo que se ha ganado?; absolutamente nada, sino que más bien, si se ha tenido necesidad por alguna adversidad imprevisible, una de dos, lo rescatas al precio de mercado, a la baja, perdiendo dinero, o esperas, para recibir como máximo un 0,25 % de interés, aunque apostillo, que hay que leer lo que se firma, pues siempre queda la posibilidad de lo que llaman ventanas de liquidez, por las que cada año, en una fecha determinada puedes rescatar, pero por desgracia, nunca o casi nunca, el producto contratado está al alza o a la par, con lo que en este último caso, hemos tenido un dinero secuestrado para no obtener ningún beneficio, aunque lo curioso, es que cuando contratamos cualquier tipo de producto financiero, quien nos lo vende, parece ser un verdadero gurú económico, puesto que siempre afirman que estos productos irán al alza con el tiempo, pues para ellos no existe la palabra a la baja, algo que está sucediendo se mire por dónde se mire, aunque los principales culpables somos nosotros, que nos dejamos casi hipnotizar por estos comerciales, preparados como máquinas para vender al modo del timo de la estampita, que en este caso, se vuelve como un timo respecto de las pensiones contractuales.
Volviendo a los planes de pensiones, existe una feroz lucha entre las distintas entidades financieras por atraer esos planes a sus correspondientes sucursales bancarias, ofreciéndote incluso un metálico por el traspaso, pero a cambio de mantener al menos 10 años el plan de pensiones con la nueva entidad, e incluso con la obligación de cambiar igualmente el percibo de la nómina mensual.
Uno de los negocios más antiguos de la historia de la Humanidad fue el de prestamista, que con los tiempos cambió su denominación por el nombre de entidades financieras, o como habitualmente lo llamamos, los bancos, que al menos hoy en día, siguen reinventándose, pues estas entidades nunca pierden en base al préstamo que todos les hacemos, para que ellos especulen con nuestro dinero sin arriesgar nada, con unas comisiones altísimas, nuevo invento que a veces es ilegal, como tuve ocasión de denunciar ante el Banco de España y la propia Comisión del Mercado de Valores, que al final, me dieron la razón, con relación a una partición de valores bursátiles, como consecuencia de una sentencia judicial, que cierta entidad bancaria, de cuyo nombre no quiero acordarme, hizo caso omiso.
Tampoco debemos olvidar el no reconocido rescate bancario durante el gobierno de Rajoy; para a posteriori, haber pagado entre todos esta salvaguarda, para que algunos o muchos de los dirigentes y presidentes de la banca, a la postre, hayan utilizado ese dinero público para sus subidas de salarios estratosféricas, así como de sus pensiones, tarjetas opacas, tipo black, y toda una suerte de gastos vergonzantes, que insisto, hemos pagado entre todos, mientras las entidades financieras se han seguido enriqueciendo, aunque en menor medida, debido a la crisis, y creo firmemente porque también los ciudadanos nos hemos dado finalmente cuenta de este “trampantojo”, que criticamos por las comisiones sean del tipo que sean y por los medio engaños que hemos padecido y seguimos padeciendo. ¿Dónde está el dinero del rescate a la banca? ¿No deberían de devolverlo a la luz de las ganancias anuales que obtienen?, o es que tienen patente de corso y son intocables. ¿Conocen ustedes a alguna pequeña, mediana o gran empresa que recibiese algún tipo de ayuda o de rescate durante la crisis? ¿Es que acaso, las entidades financieras son instituciones públicas, para haberlas rescatado? Contesten ustedes a estos interrogantes, y quedarán convencidos de que todo lo que piensan y deducen es certero.
Acuérdense ustedes, los que ya peinamos canas, cómo el sistema bancario anterior funcionaba con personas cercanas, los directores de las sucursales eran vitalicios hasta su jubilación, la atención era personalizada, mientras hoy en día una de las políticas que se siguen es por ejemplo la de no mantener a un director de sucursal más de tres años, para no crear ninguna vinculación entre la entidad bancaria y los clientes, pues para ellos somos meros sujetos, dispuestos a que nos engañen con productos nada lucrativos y muy volátiles, a costa de nuestro ahorro; por no hablar, de la dificultad que encuentran nuestros mayores ante la brecha digital, de la que ya hablé en un artículo anterior, para realizar vía internet todo tipo de operaciones, cuyo manejo desconocen completamente, aparte, de que ya no son personas las que te atienden cuando contactas con la entidad, sino máquinas, que como tales actúan, sin pensar en el cliente, y con unos horarios de apertura de las sucursales cada vez más restringidas, para posteriormente continuar dentro del zulo, para intentar seguir quemando cartuchos tratando de captar a otros crédulos, desconocedores en su mayor parte de los riesgos que conlleva la contratación de determinados productos financieros. Acordémonos de las famosas “preferentes”, lo que fue una verdadera vergüenza y engañifa que terminó en los juzgados; o el anterior Caso Banesto, donde los accionistas se quedaron compuestos y sin novia; o de aquellas otras acciones con sede en las Islas Caimán, que prometían la recompra en menos de 24 horas si los inversores decidían venderlas, lo que en realidad era un juego piramidal; como el caso de Fórum Filatélico y Afinsa, en donde si un inversor vendía, y otros compraban, todo fue como la seda, era como la pescadilla que se mordía la cola, pero en el momento en que cuando algunos quisieron vender y no había compradores, todo se desmoronó como un frágil castillo de naipes, pues el montaje de los valores de las Islas Caimán, como de Fórum Filatélico, se mantenía y alimentaba artificialmente con unos precios de referencia superiores al valor real, como los sellos, que cuando se fijaron a precio de mercado, se mostró la realidad del invento, por razones obviamente lógicas, con todas las pérdidas que conllevaron los casos descritos, que en ningún momento fueron rescatados por el Estado.
La ciudadanía se está dando cuenta de toda esta alquimia bancaria, y cada vez está más cansada de los chanchullos de muchas entidades bancarias, como la compra del Banco Popular por parte del Banco Santander, que se hizo nunca mejor dicho con nocturnidad y alevosía, y que ahora, parece que se está dando la razón, pues esta absorción fue ilegal, como lo ha puesto de manifiesto nuestro propio sistema jurídico, así como la Unión Europea.
Desde la crisis financiera del ladrillo, de la burbuja inmobiliaria, el Banco de España, a través del ejecutivo, prohibió taxativamente comercializar los llamados productos financieros de toda la vida conocidos por todos como cuentas a plazo fijo, con la intención de que no se ahorrase y todo se gastase en aras a provocar el consumo o consumismo, para con ello estabilizar la economía de una forma artificial, a la par que crear nuevos puestos de trabajo, pues los ciudadanos, ante no obtener ningún rédito, lo emplearon en la compra de bienes muebles, inmuebles, y todo lo que se les ocurra, pero ahora ha resurgido de nuevo como nueva lanzadera, estas imposiciones a plazo fijo, sin riesgo alguno, salvo el tener que mantener al menos un año la inversión inicial, existiendo ya entidades financieras, que están ofertando hasta un 3,5 % de interés anual, queriendo con ello volver a la confianza de los inversores que tanto echaban de menos este tipo de imposición sin riesgo alguno y con la garantía de una rentabilidad, ajena a pérdidas.
Me llama poderosamente la atención el eslogan de una entidad financiera que, efectivamente, pone de relieve lo que en realidad deberíamos poner en práctica, que no es otro: “Los bancos son como son, hasta que tú los haces de otra manera”, de lo que no quiero que se desprenda que estoy haciendo publicidad, sino que al contrario, tendríamos que poner reclamaciones por comisiones abusivas o indebidas, cambiarnos de entidad cuando nos ofrecen mejores ventajas, cuando por el simple hecho de traspasar la nómina y los recibos nos ofrecen contraprestaciones, tanto económicas, la rebaja total o menor por el mantenimiento de cuenta, ofreciéndonos las tarjetas gratuitas, por una atención personalizada y no con robots; y toda una suerte de mejoras, que debemos estudiar concienzudamente, sin dejar de leer la letra pequeña, pues estimados lectores, dentro de lo peor, hay que buscar lo menos malo, pues todavía podemos elegir lo que más nos conviene dentro de las limitaciones de este sistema financiero.
Termino, volviendo a los fondos de pensiones, pues estimo, que ante la situación de crisis en España, sobre todo en lo que respecta a la población más vulnerable y sin atisbos de que cambie la situación, que entiendo no sólo tiene que ver con la guerra de Ucrania, que más me parece ya una excusa, sino con la economía global y la consabida especulación de los precios, donde cualquier hecho repercute en la economía de nuestro país, se impone la intervención del Estado en un doble sentido: primero, liberar el rescate de todo fondo de pensiones, sin ningún tipo de trabas temporales; y en segundo lugar, rebajar la fiscalidad de este rescate, puesto que las personas que lo están pasando verdaderamente mal ante esta crisis que repercute directamente hasta en lo más básico como en los alimentos, no pueden liquidar ese dinero esclavo, que bien podrían utilizar para amortiguar al menos la incapacidad de consumo de productos básicos, que si además sumamos, a aquellos que tienen una hipoteca de tipo variable, deriva en una verdadera y hasta terrorífica historia Kafkiana.
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