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ALFREDO INFANTES DELGADO
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2024-12-15
William González
El próximo día 18 es el Día Internacional del/de la Migrante. Vamos a conmemorarlo con el joven poeta William González Guevara, nacido en Managua hace 24 años, y que se vino a España para reencontrarse con su madre tras seis años de separación.
Evidentemente, es un poeta distinto, aquí y en Nicaragua. Nos dice:
La verdad que siento que he roto algunos estereotipos dentro del mundo literario, porque es un mundo muy elitista, y no me gusta nada. Algunos se siguen sorprendiendo de que yo pueda estar en los mejores festivales porque no cumplo con los “cánones de poeta”, quizás como ese poeta que ya viene del mundo literario y que lleva un mentor de la mano, por ejemplo.
Cuatro poemarios ya publicados desde 2022 (Los nadies, Inmigrantes de segunda, Me duele respirar y Esta será mi venganza) y varios premios importantes a su espalda, por lo que se le domina ya el Rubén Darío del siglo XXI.
Tiene una poesía desgarrada y emocionante. Escuchamos en ella sus latidos con versos exaltados, una poesía llena de amor que conjura la pena más profunda y la convierte en susurro esperanzador. No tenéis más que leer los poemas aquí seleccionados para comprobarlo.
Y si queréis conocer algo más de él, acudid a las redes y leed sus libros.
Prefacio
Entro al colegio por primera vez, seré el nuevo extranjero de la clase. No tengo amigos. No conozco a nadie. Un profesor me dice: Anda, nicaragüense como Rubén Darío. Y pienso en ti, Rubén. En tu melódico timbre, en tus pisadas al llegar a España. Más de un siglo nos separa, Rubén cuarenta y siete mil silentes noches. ¿Te habrás puesto nervioso? ¿Habrás echado de menos tu patria? Sabes de lo que hablo, ese sabor amargo de nostalgia.
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Plaza elíptica (A los inmigrantes ilegales de la plaza)
Escondidos en una esquina buscan migas de pan reseco. Los escucho igual que el canto undísono del pájaro. Sostienen que desean trabajar, seguramente los contraten horas para la construcción de pisos, dúplex, chalés en las afueras de Madrid. A veces, les regalo una taza de café, giran y giran la cuchara como si en ese ínfimo remolino de la taza morase su futuro impenetrable. Al mutismo se enfrenta el inmigrante, al transcurrir senderos de penuria, al dolor que generan los kilómetros. El inmigrante evita morir de lejanía.
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Lejía (A las empleadas de hogar latinoamericanas que cuidan mayores y limpian edificios)
Mi madre, trabajadora de lunes a lunes, se ha escondido del cosmos. Han desaparecido sus huellas dactilares por el hipoclorito de sodio, la lejía. Una mujer sin nombre que rebusca devastada su propia identidad. ¿En qué escalera las habrá dejado? Intenta recordar el lugar exacto donde pudo haberlas perdido. La lejía la convirtió en anónima. ¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre? En esas escaleras que pisáis están fosilizadas las huellas de mi madre fundidas con hipoclorito sódico.
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Menas
Ese al que tú llamas mena se llama Sufián. En el centro de menores ayuda a los chicos a aprender español. No logran distinguir el tu sin tilde del tú que lleva tilde, hablan con verbos en infinitivo: salir, comer, estudiar, descansar. Las normas gramaticales no importan. Un verbo, solamente un verbo basta para solicitar comida, techo. Guinea, Mali, Marruecos, Vietnam transcurren por sus venas. Escapan de la guerra y su fiereza, de la cruda extorsión y de las mafias. Aquí se enfrentan al desprecio cínico, ese mirar por encima del hombro. Al juzgar por juzgar. Hoy los chicos han escrito poemas y no, no son de amor. Los versos que recitan intentan descifrar el calvario y menosprecio que enfrentan.
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Herencia
Mi abuela tuvo más de doce hijos. La mitad falleció, solo quedaron los que pudieron subsistir con ella sobreviviendo a guerras, terremotos, desprecios, malas caras de señores ricos, dueños de parcelas de tierra. En un rancho de láminas de zinc vivió toda su vida. Las tormentas catastróficas, lluvias inundaban su casa devastándola al completo. Mi abuela es analfabeta, no sabe ni leer ni escribir. Nos pide ayuda cuando quiere firmar un documento. Su herencia es el amor por la palabra, los poemas que nos recitaba de memoria. Su amor por la poesía heredé: princesas, cisnes, marfiles, lo exótico. La herencia de mi abuela que no sabe ni leer ni escribir es el amor por el verso. La herencia de mi abuela es invaluable.
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Las invisibles (A las colegas de mi madre)
Nadie se sabe vuestros nombres, nadie. Mujeres invisibles de la esfera, resquicios ignorados por el mundo. Ningún científico, ningún poeta habla de vuestra historia, ni el mejor filósofo, ni el periodista culto empieza el telediario mencionándoos. Ni la experta psicóloga os dirige un mensaje de lucha. No hablan de vosotras en la radio, ni en la televisión. Las invisibles, las marginadas, las que vais limpiando escaleras, portales, oficinas. Todas portáis el rostro alicaído de mi santa madre.
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Opus Dei Me dicen el extranjero y mi mamá barriendo los sueños de los señores fue más feliz que ellos. (Rafael Lechowski)
Mi madre plancha el traje de su jefe, señor del Opus Dei que aún respeta los preceptos que marcan sus creencias —hay que ayudar al que no tiene nada—. Mi madre se recuesta unos segundos encima del planchador tras marcarle las líneas a la camisa blanca. Me ve y me dice: “Hijo, estudia mucho es duro hacer la plancha, fregar, cuidar los niños”. Tras sus palabras pienso en las deidades. Por las noches mi madre reza a un dios, supongo que se tratará de un dios distinto al de su jefe millonario. Quizá la historia nos ha engatusado y sean pocas las divinidades, una que cuida al pobre y otra que cuida al rico. Tal vez el jefe de mi madre es dios, un dios que da dinero al que no tiene, un dios tangible, vivo.
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El hijo de la extranjera (reproches) ¡Yo soy español, español, español! (Cántico popular)
Etiquetan a vuestros hijos como inmigrantes de segunda generación, los ponen en duda critican su ceceo frente a vuestro seseo, enjuician su morena piel latina: En serio, ¿tú español? JA, JA ¿De dónde? Si me da igual que hayas nacido aquí que hayas sido educado en un colegio bilingüe y público de alguna zona obrera de Madrid. No representas nuestra bandera, pitas nuestro himno y no escribes españa con mayúscula.
Tú no eres español, aunque hayas celebrado el gol de Iniesta como uno de los nuestros.
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Abril, 2018
Nicaragua, país de seis millones de abatidas caras. La vil desdicha riega nuestras calles, brotan flores nigérrimas. La sangre se desliza por cunetas, mezcla impura de pena
un universitario desplomado agoniza, perece como un espejo roto.
¡Qué grietas más calladas!
Matad la juventud, quitadles años. La libertad partidla, desmembradla. La educación rompedla, mitigadla.
Nicaragua, país en el que cada día mueren versos en la boca de quienes los recitan.
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Finis gloriae mundi
Desfilan ataúdes por diversas ciudades, revueltas en Carazo y Matagalpa. Mueren viandantes por balazos a quemarropa. Una señora se abalanza sobre la zanja que acogerá a su hijo: No. No. Mi muchachito. Una lágrima corre por sus pómulos, abismo en su mejilla colorada. El llanto sabe a rabia contenida. Sepultureros doblan su jornada, cruentos enterradores con palas de madera echan la tierra sobre cajas lúgubres. Estoy llorando sangre. Cementerio, palacio de los restos. Lápidas, cruces, misas. Los sacerdotes claman: ¡Dios, basta de masacres! Para estos versos compraré una fosa, deseo que me entierren a su vera.
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Epitafio Yo participé en la rebelión de abril. (Ernesto Cardenal)
La libertad creedme, no envejece. La palabra construye rebeliones, ímproba sedición la del verso cuya voz salvaguarda indefensos.
Acusadme, juzgadme con leyes incorpóreas quitadme el corazón, arrancadme la conciencia, exiliadme, destiérrenme lejos de los versos. Señor agente, dispare. Desfogue su rabia, derrúmbeme con sus suicidas balas. Navegaré en el charco de sangre que se forme bajo sus pies. Un flujo pulcro, límpido en el que reflejarse. Espejo de sus perjurios, Narciso despreciando su reflejo.
Si cuentan que caí tallen en mi sepulcro: yo participé en la rebelión de abril.
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Paraguas para la autocracia
Cuídese de los que atentan contra la palabra, los que tachan de subversivo al verso y deciden erradicarlo, desarraigarlo. Camine con cuidado porque allá donde prohíben libros penalizan las bocanadas de aire. Leer es respirar. No olvide que la literatura tiene el don de la inmortalidad. Sepa que va a fallecer, partirá de este mundo cruel, satánico, antibíblico, pero no se olvide de que el poeta (perseguidor de los saberes) al tiempo sobrevive. Los sentires poéticos alargan su vitalidad y estancia. El mensaje que intenta transmitir expande su fortaleza. Tres consejos le daré. Tal vez el día menos pensado los utilice si llueve autocracia por sus fronteras. En primer lugar, no disipe su cognición. Segundo, comprender, escuchar son fontanas que engendran empatía. Tercero, escriba porque escribir es hablar con su otro yo. Procure que no se le pudra la voluntad, cimiento de la condición humana. No sufra, amigo mío. Si decae apóyese en el verso. Lea y sienta. Cuide su libertad, pilar valioso. Exterminarse, fin de la autocracia.
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Ometepe
Vivir entre volcanes y lagunas, metamorfosear en agua, átomo de viento, tiburón de linfa dulce. Conmutar. Ser de polvo. Ser de arcilla. Prenderle fuego a la lujuria, oler sin las fosas nasales una aurora. Ser fruto. Ser semilla deleitosa. Ser un coco que cae de palmera: carnoso, tierno, puro, tropical. A la madre naturaleza pido que convierta en riachuelo mi existencia. Necesito fundirme con mi patria, que su linfa transcurra por mis venas. ¿Por qué no puedo transmutar en agua? Me niego a interpretar mi humanidad al lado de una llama fulgurante.
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Y más allá de la muerte, nosotros
Si traspasas el alba te conviertes en polvo, hálito de penumbra embalsamada. Así que me encamino a traspasar la oscuridad para prender en ella un garbo sacuanjoche relumbrante, —con una foto nuestra entre las manos y un ramito violeta de una flor— te mostraré mi amor en el crepúsculo. Tú ya muerta te acercarás a mí hecha cadáver como lo vivido, pupila lagrimosa, putrefacta. Sabrás a ciencia cierta que soy yo —amores del ayer se reconocen—, quien te saluda desde el otro lado. Soy yo quien te ilumina con su honesto candor fosforescente de penuria. He aquí la manifestación más pulcra del amor infinito que he podido ofrecerte.
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Lletraferit
Un inmigrante haciendo su maleta un refugiado haciendo su maleta los turistas haciendo sus maletas diferencias ocultas que el ojo no percibe
maleta en el desierto de Arizona maleta en la frontera palestina maleta transcurriendo por París diferencias ocultas que el ojo no percibe
maleta sollozando de nostalgia maleta sollozando de arrogancia maleta sollozando de alegría diferencias ocultas que el ojo no percibe.
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Lito Porque son muchos los poetas jóvenes que antaño han muerto. (Carlos Martínez Rivas)
Justo aquí yace un hombre que aprendió a amar y ser amado. Justo aquí yace un hombre que aprendió a hilar las cicatrices de lo impuro. Justo aquí yace un hombre que aprendió a poner la memoria en jaque mate. Justo aquí yace un hombre que aprendió a serle fiel a la palabra escrita. Justo aquí yace un hombre que aprendió a ser endecasílabo de lumbre. Justo aquí yace un hombre que aprendió a ser lago, volcán y supernova.
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Juventud, divino tesoro
De joven hierven los amores rápido. Pedimos a la gente que relama recónditas heridas provocadas por amores pretéritos.
De joven duplicamos los adioses, con promesas falaces engañamos. Las ganas se duplican y se agranda el ansia del contacto por contacto.
De joven hierven los amores rápido, engendramos amor de plastilina, amor untable, frágil. No tocar. La juventud carece de memoria. |
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