... ¿Neorrealista, expresionista, realista sucio?

2024-01-14

 

Roger Wolfe

 

¿Neorrealista, expresionista, realista sucio?

Roger Wolfe nació en Inglaterra en 1962. A los cinco años se viene a España y crece en Alicante. Ha publicado más de veinticinco libros, que abarcan la poesía, el relato, la novela y el ensayo. Se ha dedicado también al trabajo periodístico y a la música, y ha desarrollado una muy significativa labor como traductor literario. Está considerado como uno de los más importantes escritores de culto en lengua española. Ahora reside en Madrid.

Su obra literaria suele estar encasillada en el expresionismo o en el marco del realismo sucio, un movimiento de origen norteamericano que comenzó en la década del 70 del pasado siglo con la intención de tomar y utilizar en la literatura tan sólo los componentes fundamentales a la hora de escribir. Aunque él se considera más como escritor neorrealista. O podría ser todo a un tiempo.

El propio Roger Wolfe se define como un vitalista trágico porque considera que la vida es triste pero bella.

Su blog La Bitácora del Hombre Solitario, existente en internet desde el año 2015, por sus características y su alcance, bien podría ser considerado el gran libro vivo y en curso del escritor.

Cómo siempre, si queréis conocer más de su vida y su obra, o alguna crítica concreta sobre la misma, no tenéis más que acceder a la web.

Comprobémoslo en esta selección de sus poemas:

Escribir sobre pequeñas cosas

 

Es bueno

escribir sobre pequeñas cosas.

Una naranja.

Un pañuelo.

Unos zapatos.

Un jersey viejo.

Un traje

de hace veinte años

colgado

en el armario.

A mí me gusta

el mundo de las pequeñas cosas.

En ese sentido

soy juanramoniano.

Está también

el cenicero portugués

de oscuro vidrio verde

que descansa en mi regazo

ahora que redacto en la pantalla

estas palabras

y apuro

pausadamente

un cigarrillo de Van Nelle.

Y los retratos

que reposan

en mi mesa de escritorio.

Y hasta el suave sonido

de mis dedos en las teclas,

el tacatá de la escritura

que renace

al asombro

en el silencio

de esta noche de noviembre

mientras llueve en el barrio

y desgrana el reloj

su impasible fuga

en mi despacho.

 

***

 

A ninguna parte

 

Los pensionistas hablan de trombosis

en los autobuses

o aguardan el final

en los bancos de los parques públicos,

entre excrementos de palomas y jeringas

ensangrentadas,

o me paran en la calle

ante escaparates llenos de electrodomésticos

para preguntarme la hora

e interesarse por la raza de mi perro.

Son las cinco de la tarde y todo

en la ciudad apesta a muerte.

Sé que es inútil. Llegar a casa,

ponerme aquí delante y redactar

quince o veinte líneas, qué más da,

esta especie de salvoconducto

a ninguna parte.

 

***

 

Horas extraordinarias

 

Veo hombres

parados en cabinas telefónicas

susurrando nerviosos requiebros

en medio de la noche.

 

Es extraño

cómo hasta el adulterio

se convierte en un trabajo

de jornada completa.

 

***

 

Democracia

 

Otra maldita tarde

de domingo, una de esas

tardes que algún día escogeré

para colgarme

del último clavo ardiendo

de mi angustia.

En la calle

familias con niños,

padres y madres

sonrosadamente satisfechos

de su recién cumplido

deber electoral;

gente encorvada sobre radios

que escupen datos, porcentajes

en los bancos.

Corderos de camino al matadero

dándole a escoger el arma

al matarife.

 

***

 

En perspectiva

 

Hay días —suele ocurrir

más bien por la tarde—

en los que el tiempo

parece que de pronto

se acelera en un instante

y te ves por un invertido catalejo

como una mota que después es punto

y luego cabeza de alfiler;

y por fin la mota, el punto, la cabeza

de alfiler desaparecen…

Dentro de quinientos años

dará igual —te dices, si lo rumias,

si lo escribes— lo bien o mal

que esté resuelto, por ejemplo, este poema,

porque para entonces, si aún hay mundo

y alguien lee poesía,

quién sabe si estos versos no resultarán

a duras penas comprensibles.

(¿Son duras las penas?,

me pregunto, a todo esto.

Eso se supone; aunque la pena

es más bien lacerante; la pena

es arma punzante, y marrullera.)

Pero el tiempo —que era, me parece,

a lo que iba—…; el tiempo,

por su parte,

y no hay nada que hacer,

y es tan abrumador

que te roba literalmente el aliento,

es como el rodillo gigantesco

de una apisonadora desbocada

que allanando todo aquello que le sale al paso

rueda por el firme infirme de los siglos,

sin conductor y sin destino.

 

***

El poder de la palabra

 

Usté no sabe

con quién

se está metiendo

dijo el borracho

en la

comisaría.

 

Porque soy

poeta

y fui tocado

por los dioses

con el poder

de la palabra.

 

Y le partieron

la otra ceja

antes de darle

por el culo

con su propia

estilográfica.

 

***

 

Esta infinita y patética belleza

 

El comienzo del verano y la noche

yace como un cuerpo herido

que la aurora no consigue desvelar.

Recorro la ciudad

taconeando

en las aceras agrietadas

con mis viejas botas

de Valverde,

tan cansadas como yo

del incesante embate

de cascos rotos y batallas.

Un contenedor

arde solitario en una esquina

ante los ojos embotados

de un borracho

que ya no sabe que lo está.

No hay policía.

Y es extraño.

Dos mecánicos amantes

se palpan las partes

con gestos agotados

que ni siquiera el último

tiro de nieve emponzoñada

es capaz de revivir.

Parpadean los semáforos

tintineando en huérfana advertencia.

Y no hay sencillamente estrellas

que me valgan.

 

***

 

Llega, toca, lárgate

 

Es inútil, le dije.

Escribir.

Escribir es inútil.

Ya, me contestó.

Ya lo estaba yo pensando

el otro día.

¿Y a qué conclusión llegaste?

Pues eso. Lo que dices

tú. Que carece por completo

de sentido.

Sólo que…; bueno,

también poner ladrillos

es inútil.

Sirve para construir casas…,

y paredes. Paredones, también.

Quizá se trate de eso.

¿De qué?

Un oficio, joder, un

oficio. Ni más ni menos

que un oficio.

¿Como decía Pavese?

No, como Pavese no. Como ese músico

de jazz. ¿Te acuerdas?

Freddie Green.

Llega, toca, lárgate.

 

***

 

Parpadeo

 

Pedro Salinas

dice en un poema

que no quiere dejar de sentir

el dolor de la ausencia

de la mujer a la que ama

porque eso es lo único

que le queda de ella:

el dolor.

No recuerdo sus palabras exactas.

Él lo dice mejor que yo.

Eran otros tiempos.

Salinas está muerto.

La mujer a la que amaba también.

Pronto lo estaremos todos.

La vida es un mero parpadeo.

Abre los ojos

y ciérralos.

 

***

 

Las palabras

 

Las palabras son inútiles, tercas, retorcidas

como tornillos que no entran rectos.

Y me cansan. Pero son lo único que tengo.

Los juguetes de un niño pobre.

Yacen destripadas a mi alrededor.

Todo su encanto se derrama por sus vientres abiertos.

El mecanismo hace tiempo que dejó de resultar

intrigante o atractivo.

No hay desafío. No hay chispa. No hay color.

El mundo es tan gris como mi asco.

Las palabras son los puntales de mi abulia.

Pero son —lo he dicho, lo repito— lo único que tengo.

 

 

 

 

 


 

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