... ¿Poeta sucio o limpio?

 

2024-02-11

 

Karmelo C Iribarren

 

¿Poeta sucio o limpio?

 

Mi poesía tiene mucho que ver con que el lector se la crea. Es una poesía de verdad. Es literatura, aunque yo siempre procuro que no lo parezca. Eso provoca que muchos lectores se sientan identificados, que consideren que el poema cuenta algo que también les ha pasado a ellos.

Poeta vasco, Karmelo nació en San Sebastián en 1959. Comenzó a trabajar muy joven en oficios como albañil, encuestador o camarero (montó un bar con su hermano), profesión a la que le dedicó más de veinte años. Aunque escribía desde siempre, no sería hasta pasados los 30 que se animaría a reunir sus versos.

En 1993, el Ateneo Obrero de Gijón aceptó uno de sus poemas en una antología, hecho que animó a Iribarren a enviar a un editor el original de su primer libro, La condición urbana. A partir de ese momento arranca su carrera poética.

Entre su numerosa producción, considerada dentro del movimiento del realismo sucio (aunque algún crítico habla de minimalismo, e incluso realismo limpio), se cuentan títulos como Serie B, Seguro que esta historia te suena, La ciudad, Atravesando la noche, Haciendo planes o El escenario.

El tema central de la poesía de Iribarren es el amor; el amor en todos sus momentos y facetas: locura, tranquilidad, odio, sexo, etc. De ahí no es difícil derivar el papel importantísimo de la mujer en su obra, aunque casi siempre vista desde el otro lado. El amor en Iribarren no es por lo general volcánico ni muy pasional; tiene intensidad, pero no es explosivo: es un amor lento, silencioso, duradero.

Otra temática importante es la recurrencia al tema del alcohol (estuvo enganchado al mismo hasta que lo dejó definitivamente, según él, por un ultimátum de su mujer).

Además, otra temática podría ser la épica cotidiana, localizable en casi todos sus poemas. Son las pequeñas cosas de la vida, esos pequeños sucesos cotidianos, los desencadenantes del poema.

Como siempre, en las redes vais a encontrar gran cantidad de información sobre el poeta y su obra. Aquí os dejo simplemente una muy pequeña muestra para que la degustéis:

La función de la poesía

 

 La función

de la poesía

en nuestra sociedad,

ha sido el tema estrella

(durante un par de días)

en simposios, mesas orondas

y demás zarandajas,

a cargo

de eminencias con-

trastadas

en el manejo de las lenguas.

 

Parece ser

que les ha hecho

buen tiempo

y que no ha habido

heridos de importancia.

 

***

 

Sólo quedabas tú

 

Me pasé más de diez años

por ahí, de bar en bar,

sin dirección,

solo,

soñando,

borracho un día sí

y otro también.

 

Así quemé mi juventud.

 

Cuando abrí al fin

los ojos y miré,

nada quedaba

en pie

de lo soñado,

sólo quedabas tú.

 

Cogí tu mano

y me eché a andar.

 

***

 

La felicidad

 

Te sientas en una terraza

a tomar algo.

A pocos metros de ti,

niños y niñas patinan, saltan

a la comba, se pelean…

Enciendes un cigarro,

fumas plácida-

mente. Al fin llega

la cerveza: en su punto,

espumeante, fresca.

 

Cierras los ojos

y “esto es la felicidad”,

te dices.

 

Luego los abres

y ves a ese pobre viejo

hurgando en las papeleras.

 

***

 

A vivir

 

Después de hacer balance,

tras considerar

la situación de arriba abajo,

en frío,

he decidido

no volarme hoy tampoco

la tapa de los sesos.

 

Nunca se sabe, con la vida,

me he dicho.

Y además,

qué carajo: ya que me trata

peor que a un perro,

que se tome ella

la molestia de matarme.

 

***

 

Pobres diablos

 

Aunque nos cueste admitirlo

cómo nos alegra

comprobar

que aquel viejo colega

-al que no habíamos visto

desde vete a saber cuándo-

tampoco ha llegado

a ningún sitio,

 

que en el fondo no es más

que un pobre diablo,

como nosotros,

 

y que el cabrón de él

se alegra de lo mismo.

 

***

 

Mi país

 

Un teléfono arrancado,

un coche celular que frena, me mira

y vuelve a acelerar,

restos de una barricada ardiendo,

los semáforos como muertos puestos de pie,

este frío

que casi impide

respirar:

              ésa es

la inhóspita geografía

que he atravesado esta noche

para llegar hasta ti.

 

Tu piel,

mi país: donde el sol

se quedó a vivir.

 

***

 

 

Que la vida iba en serio…

 

Fue lo único

que me enseñó

mi padre

 

-una tarde

de invierno,

allí, de pie,

junto a su féretro-;

 

no hubo tiempo

para más.

 

***

Los bares

 

Las ciudades se han puesto difíciles

últimamente,

son frías

y solitarias,

han perdido calidez;

pero aún nos quedan los bares,

esos sitios

oscuros

que se encienden

cuando se apaga todo lo demás,

esos rincones con alma,

con auténtico calor;

quién sabe

si ya el último refugio

desde el que abrir fuego otra vez.

 

***

 

Centro comercial con mendigo

 

Una caja de puros

con veinte céntimos

dentro

una botella de vino

un perro flaco sucio

enfermo

una manta marrón gris negra

del color

de la miseria

                      y sobre ella

en el centro

él

   más allá

de la razón,

                   riéndose

quién sabe si de nuestra indiferencia

 

como un petacho

en la impoluta

sociedad del bienestar.

 

***

 

Cenizas aventadas

 

Vamos acumulando años y ceniza,

la de los entusiasmos apagados.

Con ella,

con la ceniza,

creamos esa ilusión que llamamos experiencia,

y que solo nos sirve,

en ocasiones,

para disimular apenas,

tanta nostalgia de la vida.

Y luego,

un día llega el viento

y nos dispersa,

borrándonos.

 

***

 

La poesía y tú

 

Aún te visita a veces, como le gusta

hacerlo siempre: por sorpresa.

Sabes que es ella

por el ritmo especial con que se mueve,

ese ritmo que hace

que aunque no diga nada de interés

lo diga de una forma interesante.

La coges de ese verso

con el que acaba de llamar en tu cabeza

y te la llevas a un lugar tranquilo.

Tú pones experiencia – a falta de otras cosas-

y ella aún finge remilgos.

Pero… a qué engañarse, ya nada es lo que era

entre vosotros: falta pasión,

muy rara vez el resultado os deja satisfechos.

Se va sin despedirse, sin promesas.

Le dices que hasta siempre y que no vuelva

(y un minuto después –si será golfa-

te mueres por sus versos).

 

***

 

El amor los domingos por la mañana

 

Llevábamos un rato en la cama,

despiertos,

cada uno absorto en su mundo.

 

Ojalá lo consigan, dijiste,

ojalá alguien consiga algo alguna vez.

 

Seguí la dirección

que marcaban tus ojos,

y vi allí, a lo lejos,

a punto ya de desaparecer de la ventana,

una bandada de pájaros

alejándose hacia un lugar mejor.

 

Me acerqué hasta tus labios.

 

Lo conseguirán, te dije,

y nosotros también.


 

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