SEBASTIÁN LÓPEZ MATEOS 

"Son las personas, sí, las personas, con nombre, familia, país…

2025-01-12

Diez mil quinientas

 

Somos muy dados a hacer balance del año que termina como si lo pasado no tuviera nada que ver con lo que nos viene por delante, cuando por la experiencia, de tantos años ya en las espaldas, sabemos que nada va a cambiar por la propia inercia de un año nuevo, a no ser que colectivamente nos lo propongamos, y, aun así, no resultaría fácil porque los intereses de los que tienen el poder real los tendríamos en contra.

Poco o nada se ha oído en los balances del 2024 de esta cantidad que no está puesta al azar en el encabezamiento de este artículo: 10.500.

Son las personas, sí, las personas, con nombre, familia, país…

que se calcula, han fallecido intentando alcanzar nuestras costas con un propósito único: conseguir una vida digna para ellos, ellas y sus familias. Recalco lo de la cantidad de personas porque no es un número frío, sino que son hombres y mujeres con ilusiones perdidas, con proyectos, con sentimientos, con toda una vida por delante que queda sepultada en nuestros mares sin que, en la inmensa mayoría de los casos, nadie los eche, los echemos, de menos y ni siquiera nos acordemos de ellas.

Y no es una fatalidad, es la consecuencia de unas políticas que aprueba y aplica la UE y la bendice una sociedad que mira para otro lado y no se acuerda de otros tiempos, no tan lejanos, que necesitó de las migraciones, una parte de ella para reconstruir sus países y otra para poder sobrevivir, justo lo mismo que persiguen los emigrantes que intentan alcanzar nuestras costas.

He considerado, y lo sigo haciendo, que no somos capaces de salir del bucle en el que nos envuelve la ultraderecha con sus discursos xenófobos y racistas, maniatándonos e impidiendo que se apliquen políticas de apertura, solidaridad y de justicia que mantenemos en nuestros discursos, pero inoperantes en la práctica cuando gobernamos. Para escarnio nuestro, en nuestras fronteras hay vallas con concertinas, hacemos devoluciones en caliente, se mantienen CIEs que muchas veces parecen centros de detención más que centros de acogida, y seguimos teniendo una ley de extranjería que deja mucho que desear, por no darle otro calificativo.

No hay frontera que pueda impedir la circulación de personas, como no hay justificación alguna para impedir a cualquier ser humano, venga de donde venga, pueda buscar una vida digna. Por eso es rechazable y condenable cualquier manifestación xenófoba, porque está contra y frente a los derechos humanos, de los que alardeamos en discursos vacíos, pero a los que ahuyentamos cuando llega la hora de aplicarlos. El Pacto Migratorio de la UE es prueba de ello cuando blinda las fronteras, dificulta cada vez más los requisitos para tener derecho al asilo, y riega con generosos fondos a países como Egipto, Libia y Marruecos para que creen auténticos “campos de concentración” para migrantes en sus fronteras.

El neoliberalismo, generador de desequilibrios entre territorios, clases y personas, no solo explota las riquezas de los países, sino que luego impide también que sus habitantes puedan emigrar a esos mismos territorios. EE. UU. que históricamente ha tenido a Latinoamérica como el principal proveedor de materias primas para el desarrollo de su economía, al mismo tiempo levanta muros para que las personas de esos mismos países no puedan entrar. Es exactamente lo mismo que Europa está haciendo con los países africanos.

Hagamos balance de 2024: 10.457 personas murieron intentando llegar a las costas de nuestro país, lo que supone una media de 30 personas al día y 131 embarcaciones han desaparecido atestadas de personas, incluidos niños y niñas, sin dejar rastro… (ONG, Caminando Fronteras).


 

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