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En la última sesión celebrada por la sección Hablemos de Cine del grupo literario Café de Palabras, nos introdujimos en el mundo de ciencia ficción distópico descrito en el año 1953 por el escritor... |
2023-04-09
En la última sesión celebrada por la sección Hablemos de Cine del grupo literario Café de Palabras, nos introdujimos en el mundo de ciencia ficción distópico descrito en el año 1953 por el escritor Ray Bradbury. Y lo hicimos a través de la versión que de su novela Fahrenheit 451 realizó en el año 1966 el director François Truffaut. La película del director francés está considerada un clásico cinematográfico. “Un libro es un arma cargada en la casa de al lado… ¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo del hombre que ha leído mucho?”. Esta frase resume con detalle el mensaje de la novela, es decir, la fuerza de algo tan simple y complejo a la vez, como un libro que puede ser capaz de remover conciencias e impulsar a las personas hacia lo mejor y, desgraciadamente, también, a veces, hacia lo peor. La historia se desarrolla en el mundo futuro del año 2010 (como veis un tiempo que ya hemos dejado atrás) en el que la lectura estaba proscrita, porque según los gobernantes, leer obliga a pensar y, por tanto, nos puede impedir ser ingenuamente feliz. En Fahrenheit 451 el enemigo es el libro y todo lo que representa. Los libros hacen arrogantes a las personas que pueden llegar a creerse superiores por haber leído tal o cual cosa. Sin libros seremos iguales. La novela de Bradbury es quizá, junto con “Un mundo feliz” de Aldous Huxley y “1984” de George Orwell, el ejemplo perfecto del género de ciencia ficción que representa un futuro pesimista y nocivo para una manipulada sociedad. El título “Fahrenheit 451” hace referencia a la temperatura (en la escala de Fahrenheit) a la que el papel de los libros se inflama y arde (233 °C), y es también el nombre del cuerpo de bomberos protagonista. Para la época en que fue realizada podemos presenciar novedosos y meritorios efectos especiales, si bien, en otros aspectos, la estética utilizada es un tanto peculiar, no muy ajustada al tiempo en que pretende ser contada. Desde el punto de vista técnico, Truffaut abusa de los zooms y de los recursos psicodélicos que a veces produce que algunas escenas se puedan tomar a broma. Además del actor principal Oskar Werner, que interpreta al bombero “negacionista” Guy Montag, destacan en la historia la joven idealista Clarisse McClellan y la abúlica y conformista Linda, esposa de Montag, siendo importante mencionar aquí, el interesante recurso cinematográfico utilizado por Truffaut de que ambos personajes tengan la misma cara (las dos caras de la una misma moneda), ya que de hecho a ambas las interpreta estupendamente Julie Christie. Como curiosidades que se produjeron durante el rodaje, os puedo contar que Óscar Werner mantuvo varios desencuentros con Truffaut, que incluso hizo peligrar la continuidad del proyecto. Para colmo de males, Werner tenía pánico al fuego y le era imposible permanecer en una habitación en llamas, por lo que para el rodaje de algunas escenas hubo de utilizarse un doble. Truffaut le reprochaba que interpretando a un bombero debía de haber sabido que en algún momento estaría envuelto en alguna escena con llamas reales. Cientos de libros son incinerados en la película, cuyos títulos pueden verse mientras arden: El Quijote, Rebelión en la granja, Los viajes de Gulliver, Las aventuras de Tom Sawyer, El Decamerón, Alicia en el país de las maravillas …, lo que planteó algunos problemas legales, que Truffaut obvió porque tenía muy claro que era imposible que los libros ardieran fuera de cuadro, ya que los consideraba como un actor más de la película. Para la banda sonora se encargó a Bernard Hermann, compositor fetiche de Hitchcock, que intentara aproximarse a una música propia del siglo XXI: el resultado fueron armonías con arpas, cuerdas y percusión, con temas marcadamente impresionistas y, en ocasiones, agresivos. Finalizo, recordando y advirtiendo, que lo que persigue ese mundo al que nos transporta “Fahrenheit 451” es una sociedad sin libros en la que se pretende conseguir una presunta igualdad entre los humanos, pero lo que efectivamente se produce, en todo caso, es una igualdad en la estupidez. Una de las escenas más memorables se encuentra en la parte final de la historia. Final que no desvelaré, pero que debéis de descubrir ya. No esperéis más y contemplad esta antigua pero actual película, que se ha convertido por derecho propio en una cinta de culto.
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