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MARÍA ANNA FELTZ
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2025-01-12
Tromso. Noruega
No es la primera vez que visito Noruega, un país como tantos y muchos más, un país maravilloso. Y con las temperaturas tan bajas, os preguntaréis: ¿Qué hace esta peregrina en un lugar tan frío? Pues diré que ando a la caza de las preciosas auroras boreales.
Esas instantáneas tan irrepetibles que nos enseñan que la belleza de la vida es demasiado efímera.
En esta ocasión me he establecido en la costa, al norte, en Tromso, que aún están en el paréntesis estacional de la noche polar ártica. Antes que nada, aconsejo que cuando salgáis a la naturaleza lo hagáis acompañados de expertos. Ellos os aconsejarán y os proporcionarán a la vez que seguridad experiencias inolvidables. Por cierto, las ballenas y las orcas justo en estos días aún se encuentran nadando en los fiordos, por lo que es más que probable que veáis colas y aletas de estos cetáceos fuera del agua. Son enormes. Me han dicho que están a la caza del arenque. Aconsejo, de entre los muchos planes que podéis hacer, que subáis al teleférico Fjellheisen. El viaje de ida y vuelta no durará más de 10 minutos. Su precio es de menos de cincuenta euros y las vistas desde casi los 500 metros de altitud son mágicas, pues se verá algún fiordo, las islas que rodean la costa, y el paisaje montañoso donde está el teleférico, que dando al tema unas pinceladas de historia, añadiré que fue construido por una naviera e inaugurado hace 64 años. Os aconsejo, que subáis al teleférico también durante una de estas noches polares, en las que el sol supuestamente está escondido más al sur. Para descansar, hice reserva a unos 20 kilómetros, en Camp North Tour Hotel, que, aunque se me ha ido de presupuesto, al ser un camping con el cielo visible, pues al fin y al cabo es una tienda de campaña de lujo. Aun así, la experiencia, me ha merecido la pena.
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